Editorial, LA VANGUARDIA, 21/12/11
MARIANO Rajoy es el sexto presidente de la democracia española nacida de la Constitución de 1978. El pleno del Congreso de los Diputados le eligió, como estaba previsto dada la mayoría absoluta del PP, en la primera ronda. Pero hubo sorpresas en la votación. Relevantes. La abstención de la izquierda abertzale, Amaiur, y el voto negativo de Convergència i Unió.
Rajoy contó con los votos favorables de su partido, de la Unión del Pueblo Navarro y del Foro Asturias que lidera el ex vicepresidente popular Francisco Álvarez-Cascos. El PNV se abstuvo, después de arrancar a Rajoy el compromiso de que abordaría con ellos el final de la banda etarra. De hecho, los nacionalistas vascos han puesto su objetivo inmediato en un cambio de alianza en el Gobierno de Vitoria, donde ahora gobierna el socialista Patxi López con apoyo externo del PP. Pero la gran sorpresa la ofreció Amaiur. Los siete diputados de la izquierda abertzale votaron por primera vez en una sesión de investidura. Y no sólo no lo hicieron en contra, sino que se abstuvieron porque, según argumentaron luego de forma en todo caso ambigua, no quisieron participar en la elección de un presidente español. Un argumento peregrino, puesto que se presentaron a unas elecciones de ámbito español. La última vez que Batasuna asistió a un debate de investidura, en 1993, se ausentó del hemiciclo. La abstención de ayer se interpreta políticamente como un apoyo matizado al nuevo presidente, a pesar de que este dejó muy claro: «A ustedes no les debo nada». Y también a pesar de que aún estaba muy reciente el rechazo del PP a la formación de grupo parlamentario propio para Amaiur. En todo caso, una sorpresa que habrá que ver qué deriva tiene en el futuro.
El evidente apoyo vasco a la investidura de Rajoy contrasta con el voto negativo de Convergència i Unió, que se sumó al no previsto del PSOE, ERC e IU-ICV. El tono, en ocasiones ciertamente áspero, del debate entre el candidato a presidente del Gobierno y el portavoz nacionalista, Josep Antoni Duran Lleida, y la nula concesión a comprometerse con las reivindicaciones financieras y de autogobierno catalanas llevaron al grupo a decantarse por el no. Mientras Rajoy dejaba claro que las expectativas de CiU no forman parte de su programa prioritario, Duran afirmaba sin ambages que «España nos hace más pobres a los catalanes», una frase que resonó de forma solemne en el hemiciclo. Ante las reclamaciones de Duran sobre el pacto fiscal, Rajoy se escabulló una y otra vez con el argumento de que lo prioritario es crecer y crear empleo. Asimismo, el nuevo presidente del Gobierno planteó una racionalización de las administraciones que provoca recelos y sospechas de recentralización en CiU, por mucho que el líder del PP asegura que no pretende quitar competencias a las autonomías, sino evitar duplicidades y lograr una mayor eficiencia. En las filas de CiU reinaba el convencimiento en las semanas previas a la investidura de que el discurso de Rajoy permitiría una abstención, pero finalmente Duran consideró que la negativa del presidente a abordar las cuestiones que para CiU son prioritarias obligaban al voto negativo.
¿Quiere esto decir que Rajoy prescindirá de CiU para gobernar? Ciertamente, el nuevo presidente del Gobierno no precisa de los votos catalanes, pero difícilmente podrá gobernar sin Catalunya. Él mismo lo ha reconocido durante la campaña electoral en sus numerosas apariciones por esta tierra. Catalunya es, de todas todas, una máquina de tren para la salida de la crisis que no se puede obviar. Aunque lo ocurrido ayer en el Congreso refleja que, hoy por hoy, las relaciones entre ambos partidos no parecen encontrarse en el mejor momento, también vale la pena recordar que el PP de Catalunya votó en contra de la investidura de Artur Mas como presidente de la Generalitat y eso no le ha impedido llegar a acuerdos en materias tan sensibles e importantes como los presupuestos catalanes del 2011.
Editorial, LA VANGUARDIA, 21/12/11