El 3 de octubre se cumplirán seis años del momento en que Felipe VI se ganó a pulso la corona mediante un discurso excelente que dirigió a la nación 48 horas después del golpe de estado que los separatistas catalanes escenificaron mediante esperpéntico referéndum. Su padre había hecho lo propio la noche del 23-F desmontando la asonada militar, algo más aparatoso que el golpe catalán, pero más leve: duró menos de 20 horas, antes de que viéramos a los guardias de Tejero saliendo por las ventanas del Congreso. Los golpistas catalanes aún perseveran en lo suyo y además, cuentan con la complicidad del presidente del Gobierno.
El Rey cumplió ejemplarmente su función aquel día y la sigue cumpliendo desde entonces, por más que el sanchismo y sus aliados insistan en sostener algunos errores notables, como la idea de que Feijóo ha perdido las elecciones e íntimamente emparentado con este, el que les lleva a considerar que Pedro Sánchez las ha ganado.
No hay tal. Felipe VI hizo la ronda de consultas que debía y designó candidato a aquel que presentaba mayor número de apoyos, con sus 137 escaños, los 33 de Vox y los 2 de UPN y Coalición Canaria, un total de 172. Le faltan cuatro y no parece que los vaya a conseguir. Corramos un piadoso velo sobre los esfuerzos de algunos dirigentes populares para alentar la ilusión de que algunos diputados socialistas, puestos a elegir entre sus conveniencias y sus principios, optarían por estos como un solo hombre. Esto viene a demostrar por si hiciera falta mayor certidumbre que el PP no sabe con quién se la está jugando.
Frente a ello, Sánchez solo pudo aportar los 152 escaños del PSOE y SUMAR y los 5 del PNV que expresaron su intención de apoyarle. Junts, ERC y EH Bildu que suman los 20 escaños necesarios para la absoluta se negaron a reunirse con el Rey, razón por la que Felipe VI no ha podido acreditar sus intenciones. No parece que estén dispuestos a acudir a contarle sus proyectos una vez fracasada la investidura de Feijóo, por lo que el Rey seguirá en el mismo impasse y no es lógico que cuestiones tan serias se diluciden con habladurías: “quelqu’un m’a dit”, que cantaba con esa sosería tan francesa Carla Bruni. Lo que le anuncie Pedro Sánchez no viene avalado por una veracidad muy acreditada y el Rey no tendrá manera de verificarlo. Pero es que, además, en la conversación que ha de mantener con cada líder, es lógico que les pregunte, tanto a Sánchez como a sus socios a qué acuerdos han llegado para comprometer esos apoyos. ¿Mentirá Sánchez negando la amnistía?¿Acudirá esta vez el dirigente de Esquerra para ratificar la afirmación que hizo el martes pasado Oriol Junqueras, el Polifemo de San Andrés, de que la amnistía ya estaba pactada desde agosto? Vosotros, entre Junqueras y Pedro Sánchez, ¿a quien creeríais? Yo, al mentiroso que más se acerque a la verdad.
Así pues, estamos ante la segunda hora decisiva del Rey seis años después, con un reto extraordinario, el de tener que desestimar al candidato Sánchez por no poder verificar que tiene los apoyos necesarios para la investidura o bien porque esos apoyos son el producto de un trueque obsceno y anticonstitucional, por lo que pasado el tiempo necesario, debería disolver las cámaras y convocar elecciones a las que Sánchez podría presentarse con las velas desplegadas. Después de todo, el golfo de Tezanos le asegura que las gana.