La huida del faisán y el canto de la gallina

EL MUNDO 25/09/13
LUIS PERAL GUERRA

Cuando yo era un niño, mi madre me regaló un magnífico libro de pájaros: Guía de campo de las aves de España y demás países de Europa, de R. Peterson, G. Mountfort y P.A.D. Hollom. Hace unos meses tuve la curiosidad de consultar la referencia al Faisán Vulgar (Phasianus Colchicus) y allí pude leer sobre dicha ave cosas muy curiosas: «Plumaje muy variable… pero suele tener collar blanco». «Más bien que volar corre rápidamente a ocultarse. Vuelo potente (ruidoso al arrancar), rara vez sostenido o alto». «Anida en el suelo bajo matorral».
Hasta aquí todo parece muy aplicable a las circunstancias, oscuras y oscurecidas, que han rodeado el muy rechazable episodio del chivatazo a ETA en el bar Faisán de Behobia. En el juicio por los terribles atentados terroristas del 11-M (que el ex ministro del Interior socialista Antonio Camacho considera un caso cerrado y que no requiere más investigación, y así lo afirmó en el Senado) el Magistrado Gómez Bermúdez manifestó expresamente que no hacía falta compartir los objetivos del terrorismo para cometer un delito de colaboración con banda armada. Parece que este criterio, aplicado a Suárez Trashorras, decae cuando se quiso imputar dicha colaboración al director general socialista de la Policía y a dos altos mandos policiales, que nadie cree que hubieran podido dar un aviso a ETA de tal gravedad sin conocimiento de sus superiores políticos. Un criterio penal que, de aplicarse a otras colaboraciones con el terrorismo, impediría procesar por dicho delito a muchas personas que alegarían que –sin compartir los objetivos terroristas– ayudaron a los violentos por compasión mal entendida, por haber pertenecido a la misma cuadrilla de amiguetes o, incluso, por interés material.
Hay muchos puntos oscuros –o demasiado claros para otros– en el caso Faisán. Sobre 10 de ellos formulé una pregunta en el pleno del Senado del 17 de noviembre de 2009 al entonces ministro del Interior Alfredo Pérez Rubalcaba, quien me respondió textualmente: «Hay un trámite judicial y cuando se habla de respeto a los trámites judiciales, quiere decirse eso: respeto. Ahora están actuando los fiscales, las partes, el juez, y habrá una resolución, pero en tanto eso no se produzca, como usted comprenderá, el menos indicado para hablar de eso es el ministro del Interior. Dejemos, por tanto, que los jueces hagan su trabajo, y confiemos, como siempre, en ellos. Esa es mi posición, como usted sabe, en este y en todos los temas» .
No sé si es tan digno de respeto el oscuro trabajo del juez Garzón –que dilató incomprensiblemente la investigación del caso – como la encomiable diligencia del juez Ruz que, desoyendo la propuesta del fiscal de que se archivase la causa, reactivó el esclarecimiento del chivatazo.
Y yo me pregunto, ¿en este asunto, en vez de correr cual faisán a ocultarse, no hubiera sido mejor «cantar la gallina» y no esconder con contumacia la verdad? «Cantar la gallina» y confesar que lo que se hizo fue para no perjudicar un proceso de negociación con ETA, un proceso que ha resultado ser un inmenso error, pero que nadie puede demostrar que no se abordó con la intención ingenua y voluntarista de alcanzar el fin de ETA. El resultado es que hoy el brazo político de ETA está en las instituciones y gobierna en Guipúzcoa y en muchos ayuntamientos del País Vasco y de Navarra. Reconocer el error, pedir perdón a los ciuda- danos, asumir las responsabilidades que correspondan y no dejar que se coman el marrón dos policías que, habiendo combatido a ETA durante muchos años, cometieron probablemente el error de anteponer la obediencia debida al cumplimiento estricto de la Ley.
Luis Peral Guerra es senador del PP por la Comunidad de Madrid.