EL CORREO 05/06/15 – ENTREVISTA JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS
· José Antonio Zarzalejos Periodista El periodista bilbaíno analiza con crudeza en un libro la crisis española, culpa al Gobierno de no afrontar los problemas y afirma que la corrupción «es el peor de los males»
José Antonio Zarzalejos (Bilbao, 1954) estrenó ayer en su ciudad natal la segunda edición de ‘Mañana será tarde’ (Planeta), ensayo muy crítico sobre la caída libre del sistema político español. Lleva 15.000 ejemplares vendidos en una semana, pero este periodista de acreditada trayectoria –fue director adjunto y director de EL CORREO entre 1990 y 1998– prefiere destacar el año de investigación que le ha supuesto la obra. En esta entrevista salva al lehendakari Iñigo Urkullu –«su imagen ha subido muchos enteros tras la pitada de la Copa del Rey»–… y poco más.
P– La sensación que se desprende del libro es hasta cierto punto apocalíptica, la de un sistema social y político que se derrumba.
R– Hay un riesgo de derrumbe, pero aún no ha llegado. ¿Quién nos iba a decir que íbamos a cambiar el artículo 135 de la Constitución en agosto de 2011 prácticamente de tapadillo porque lo exigían los mercados internacionales? ¿O que don Juan Carlos iba a abdicar como lo hizo? ¿O que uno de cada cuatro españoles, según el INE, vive en el umbral de la pobreza? ¿O que, a consecuencia de la crisis, nuestro sistema de partidos iba a saltar por los aires como saltó el 24M? El libro no es apocalíptico, pero sí duro porque la realidad lo es
P– Dice que la sociedad ha quedado enclaustrada por la negativa del Gobierno de Zapatero a asumir la certeza de la crisis y la renuencia de Rajoy a realizar reformas políticas. ¿Seguimos en esa espiral?
R– Ahora se ha roto porque la gran bandera de los partidos es el cambio y el primero que hay que hacer es reconocer los problemas. Zapatero y Rajoy trataron de desconocerlos y dejaron que los problemas fueran por delante. Ahora, el mandato electoral del 24-M y el que probablemente saldrá de las urnas en noviembre es ‘oíga, haga el diagnóstico realista de lo que quiere en España’. Técnicas de evitación como las de Zapatero y Rajoy ya no van a tener sentido.
P– De sus conversaciones con personalidades políticas, financieras o de la Casa Real se deduce que todo el mundo sabía que había algo oscuro antes de surgir escándalos como el de Urdangarin o las ‘tarjetas black’, pero nadie quería encararlo. A lo sumo, buscar una justificación para el día después.
R– La sensación es que todo el mundo está al tanto de los graves problemas del sistema, pero nadie parece dispuesto a afrontarlo. Y el que lo ha hecho de manera especial ha sido el Gobierno. Se ha aferrado a un discurso exclusivamente economicista y burocrático, sin capacidad de impacto político, sin reformas políticas, y al final lo que tenemos es un problema político, de malestar con la democracia.
P– Estar a malas con la democracia suena muy mal, catastrófico.
R– Entrañaría riesgos si la sociedad española hubiera dirigido sus energías hacia partidos xenófobos, fascistas o antisistema, pero las ha dirigido hacia opciones de cultura democráticas, porque pasan por las urnas, como Podemos, o de refresco de determinados aspectos de la derecha tradicional, que es lo que representa Ciudadanos. Ha reaccionado de manera más democratica que otros países: hay populismo en Francia con Le Pen, en Italia con Grillo y la Liga Norte, los populismos anglosajones…
P– ¿La corrupción nos ha hundido?
R– El problema es que en España no se han abordado con decisión los factores criminógenos de la corrupción, es decir los focos de corrupción dentro del sistema, que tienen que ver con competencias municipales en urbanismo mal ejercidas, con las trampas en la contratación pública, con la financiación de los partidos, que han creado estructuras monstruosas, y con una Ley de Transparencia cuya luz no llega todavía a todos los rincones de la Administración. La corrupción es el peor de los males porque es moral, prepolítico y preideológico. No tiene que ver con la derecha o la izquierda, sino con la decencia.
P– Va a acabar en Podemos.
R– No. Sigo siendo un liberal conservador, pero me considero absolutamente independiente. Otra cosa es que la experiencia te haga más flexible, crítico y abierto a soluciones. Por ejemplo, soy muy crítico con la Monarquía, pero porque soy monarquico.
P– Asegura que a don Juan Carlos los monárquicos tradicionales no le informaron del desprestigio en la institución y, mientras, le animaron a dar batallas imposibles.
R– Don Juan Carlos no tuvo corte, pero tuvo cortesanos. La cuestión es que si los monárquicos que lo somos de modo racional no somos críticos, la institución puede entrar en derivas. El reinado de Juan Carlos I entró en una deriva precisamente y en buena medida porque no tuvo un contrapeso crítico en los medios de comunicación, de lo que hoy nos estamos arrepintiendo muchos, entre ellos, yo. Pero, como digo, la experiencia te hace más flexible. También ahí introduzco el tema de Cataluña.
P– ¿En qué sentido?
R– Si queremos mantener la unidad de España es mucho mejor reformar la Constitución, buscar un reacomodo de Cataluña en el sistema constitucional. El peligro secesionista está en Cataluña y no en el País Vasco porque la relación de éste con el Estado en la práctica es casi confederal. Eso sí cabe en nuesto sistema político. ¿Por qué no buscamos entonces una formula, no digo igual ni parecida, sino específica para Cataluña? La alternativa es el conflicto permanente.
«La corrupción no tiene que ver con la derecha o con la izquierda, sino con la decencia»
Los gurús radicales
P– El lehendakari Urkullu ha tomado una ruta más suave.
R– La política de Urkullu es la más inteligente del PNV en los últimos 25 años porque está comiendo un electorado al que antes el partido suscitaba recelos –y ahora no porque ejerce una política de tranquilidad, de sensatez– y porque debe estar atento a poner fronteras a EH Bildu, que es su adversario político, no el PSE ni el PP. La opción que posee mayor centralidad en el País Vasco es el PNV, que además ha superado la época de los gurús radicales, de Garaikoetxea, Arzalluz e Ibarretxe. De alguna forma, éste es el PNV que tenía en la cabeza Josu Jon Imaz cuando presidía el EBB.
P– ¿Se han calmado las famosas dos almas jeltzales?
R– Lo que se llamaba la huella territorial también se ha atenuado. Y, por otro lado, la imagen del lehendakari es buena. No te digo lo que ha subido después de la final de la Copa del Rey. Se han hecho comparaciones con la actitud de Artur Mas ante la pitada al himno y ha ganado enteros como hombre responsable. Puedes pensar que Urkullu seguramente está más de acuerdo con los que pitan que con los que aplauden, pero tuvo una actitud de dignidad institucional que no tuvo Mas.
P– ¿Qué piensa de la pitada?
R– Está contraindicada para el propio soberanismo, que ha tenido un relato muy bien construido con ética y estética, y la estética consistía en no zaherir. Ahí se ha confundido porque, para defender lo propio, ha herido la sensibilidad de lo que para él es ajeno.
P– Ada Colau en Barcelona y Manuela Carmena en Madrid, ¿están llamadas a revolucionar la política?
R– Creo que las expectativas estan hipertrofiadas porque ambas dependen de los pactos. Por lo tanto, van a tener que moderar mucho sus aspiraciones. No se producirán revoluciones, pero sí evoluciones políticas.