Jorge Vilches-Vozpópuli
  • No ha cambiado nada la política de comunicación de la Moncloa: esa imagen cantinflesca no convence a nadie

El mundo tiembla por la posibilidad de una guerra en Europa y Pedro Sánchez aprovecha para hacerse una foto ridícula. El jefe del Ejecutivo aparece en mangas de camisa, con un teléfono, un boli y la cartera del presidente del Gobierno apoyada en la pantalla del ordenador. ¿Seguro que han echado a Iván Redondo?

Lo pregunto porque no ha cambiado nada la política de comunicación: esa imagen cantinflesca no convence a nadie. Sánchez hará lo que le pida la OTAN y repite sus consignas. Ahora es el momento de decir que se trabaja por “la unidad, la distensión, la solidaridad y el diálogo para resolver la crisis con Rusia”. Está en la mentalidad europea posterior a 1945 pasar primero por la diplomacia; esto es, la amenaza de sanciones económicas y el movimiento de tropas y armamento.

De no pasar por esa fase no se puede contar con la opinión pública occidental, capaz de permitir cualquier agresión a los derechos humanos antes que un vertido de crudo en la playa o la existencia de “macrogranjas”. Rusia y China juegan con este factor: la estupidez occidental, el desprecio europeo a su propia cultura e historia, la desunión, el sentimiento de culpa, y el buenismo. De ahí que ambas potencias patrocinen todo lo que debilite la confianza de los europeos en sí mismos, como la cultura de la cancelación o los nacionalismos sin Estado, como Cataluña.

Rusia tiene una idea del mundo ajena a las religiones seculares que vertebran Europa, como el feminismo y el ecologismo, que solo movilizan a gente para salvar a las abejas y romper techos de cristal. Al tiempo, está detrás de los movimientos “pacifistas” europeos, léase “antiamericanos”, y antisemitas. Movilizar a la opinión pública europea contra sus Gobiernos es una forma de debilitar el sistema.

Es la guerra híbrida que aquí, con un Gobierno que hace huelga de juguetes y aconseja llevar un táper a la oficina, nos pilla a contrapié. Rusia desestabiliza la Unión Europea con factores que dividen a la población o colapsan el sistema al mostrar sus contradicciones. El ejemplo claro es el uso de la inmigración a través de Bielorrusia, país satélite de Putin. La UE se llena de inmigrantes cuya recepción, integración económica y social, y aceptación cultural, supone un quebranto en algunos países europeos como Polonia y Hungría. Estos Estados, a su vez, ponen en marcha una política anti-inmigración que divide más a la UE, cuyas instituciones son partidarias del multiculturalismo.

Solo una sociedad infantilizada regala su vida privada en las redes sociales para que la cojan multinacionales especializadas en la propaganda

El alimento de los nacionalismos sin Estado es otro factor que practica Rusia para desestabilizar a la UE. Fue un arma que utilizó Lenin, que está en la esencia del expansionismo soviético, y que usaron en la década de 1960 en el llamado “Tercer Mundo”. “Crear dos, tres Vietnam”, que dijo el Che. Se trata de desestabilizar al Gobierno, fomentar una guerra civil o un golpe de Estado, o el secesionismo de una parte del territorio. ¿Le suena esto a lo que pasó en 2017 en Cataluña?

Ahora se utilizan las nuevas tecnologías y los big data para crear fake news, trolas que justifiquen sus acciones o dividan a la población enemiga. Solo una sociedad infantilizada regala su vida privada en las redes sociales para que la cojan multinacionales especializadas en la propaganda. Eso lo utilizan los enemigos de la libertad, los expertos de la programación neurolingüística, y saben de qué pie cojeamos.

Exhibicionismo infantil

Nuestra sociedad occidental vive ajena a la realidad, preocupada por trasladar sus intimidades a TikTok, Instagram o Twitter, y obsesionada por fingir felicidad. La gente piensa que si no lo cuelga en la red social de turno es como si no lo hubiera vivido o lo disfrutara menos. Somos víctimas de nuestro exhibicionismo infantil.

Mauricio Ferraris escribió que no es que ahora seamos más idiotas, es que la tecnología hace más visible la imbecilidad. Por eso, mientras aquí nuestros gobernantes, como Pedro Sánchez, se dedican a tuitear fotos dejando a la vista lo tontos que somos, al otro lado siguen una estrategia muy bien planificada para ganar.