Tonia Etxarri, EL CORREO 14/11/12
En el mundo tan materialista que nos ha tocado vivir, el elogio de las intenciones («al menos lo has intentado, hija») o del entretenimiento sin competir («lo importante es participar») va perdiendo valor. Al final, lo que importa son los hechos, el producto, la cuenta de resultados. En la política y en la economía, como en la vida misma.
Y si el PNV insiste en que no le queda más remedio que gobernar en solitario, porque los demás partidos no han colaborado para sellar un pacto estable, y nadie le cree, no importa que los aludidos digan que los jelkides han hecho el « papelón» de las rondas para llegar a donde Urkullu quería. Porque el ‘quid’ de la cuestión está en que el PNV va a gobernar con tan sólo dos escaños más de los que tenía Patxi López al final de su legislatura. Y como era, precisamente, el PNV el que reprochaba al lehendakari socialista que estuviera sosteniendo un Gobierno débil, Urkullu tendrá que pisar ahora el suelo del Parlamento vasco con mucho cuidado y mayor habilidad. Por mucho que EH Bildu pretendiera imponer su programa, o que los socialistas hayan fabulado con repetir la experiencia de los pactos de coalición que tanto añora Ramón Jáuregui, o que el PP quiera encontrarse consigo mismo en la oposición, aunque sin descuidar un intercambio de apoyos presupuestarios, mientras UPyD se fortalece en su único escaño como pieza clave para decantar la orientación de futuras mayorías.
El resultado final canta. Urkullu empezará gobernando sólo. Tendrá que hacerlo con la humildad de la que se despojaron los
sindicatos hace ya mucho tiempo, a los que no se les ocurre otra cosa para reactivar el empleo que convocar huelgas generales. Tan escasas durante las dos legislaturas de Zapatero. Tan socorridas en los diez meses del Gobierno de Rajoy.
En la Euskadi sindical donde manda el sindicato nacionalista ELA, que ya hizo la guerra por su cuenta junto a LAB el pasado 26 de setiembre, la convocatoria de la confederación europea, organizada por CC OO y UGT, tiene un predicamento limitado. La de hoy es una huelga tan política que hasta el sindicato de funcionarios CSIF, que se movilizó en su día para protestar por la anulación de la paga extra, se ha querido quitar de en medio por entender que los objetivos de esta protesta, coincidiendo además con una campaña electoral como la catalana, tienen tufillo partidista.
De las intenciones a los hechos va un largo trecho. Si los diputados socialistas que suscriben la huelga no asistieran al pleno del Congreso, perderían la oportunidad de introducir sus reformas a los Presupuestos Generales del Estado que tanto critican. Por eso cumplirán con lo más urgente. Si los responsables institucionales fueran conscientes de su responsabilidad, no se saldrían del cuadro con tal de dejarse llevar por la corriente. Porque los jueces no tienen derecho a huelga. No pueden avalar huelgas políticas como un ciudadano más.
Pero en Euskadi, los jueces y fiscales progresistas han anunciado su adhesión a la convocatoria. El Gobierno tampoco está para convocar o adherirse a este tipo de iniciativas. Y la portavoz del ejecutivo en funciones, Idoia Mendia, así lo recordó demostrando que sabe estar en su papel.
Tonia Etxarri, EL CORREO 14/11/12