Tonia Etxarri, EL CORREO, 27/8/12
El PSOE se permite brindar su apoyo al Gobierno en política penitenciaria porque ve el campo del PP hecho un carajal
En cuanto se produce un cambio notable en la política de los gobiernos de turno, aparecen, de inmediato, los protagonistas de la presión para atribuirse el mérito del viraje en cuestión y colgarse, de paso, la medalla. Rectificar el Gobierno del PP la ayuda de los 450 euros a los parados sin ingresos y aparecer Rubalcaba en el medallero, ha sido cuestión de minutos, aunque la medida le parezca una chapuza, hay que darle las gracias al líder de la oposición. Eso dice él. También con el fin de ETA, el alumno más aventajado de Rubalcaba, el lehendakari Patxi López, se colgaba la medalla del fin del terrorismo, la pasada semana. Diluido en la recurrente «sociedad vasca» pero a fin de cuentas era él quien gobernaba en Ajuria Enea cuando la banda anunciaba que dejaba de matar sin disolverse.
En su comparecencia de despedida ante los medios justificaba un balance de su mandato con un mensaje más que auto complaciente. Una legislatura en la que, gracias al apoyo leal del PP de Basagoiti, pudo rebajar la crispación que nos había dejado la dirección de su antecesor Ibarretxe al evitar que los debates gravitasen sobre la causa identitaria mientras se deslegitimaba la violencia, aunque ese paréntesis duró poco más de un año. A los partidos que miraron para otro lado cuando ETA perseguía a los ciudadanos y mataba a políticos constitucionalistas, haciendo limpieza ideológica y, en consecuencia, provocando una descarada alteración del censo electoral, no les interesa ir más allá del reparto de medallas entre «el pueblo vasco» para explicar cómo una banda atosigada por la presión policial ha llegado hasta la renuncia a la violencia.
Pero a nadie se le escapa que los terroristas renunciaron a seguir matando porque la persecución del Estado de Derecho les había dejado sin oxígeno. Y ésa es una medalla que corresponde a quienes creyeron que había que poner todos los medios para derrotar a ETA. Esa situación también tuvo su fecha de caducidad. Porque desde que el Tribunal Constitucional legitimó a los socios de Batasuna, los herederos de ETA siguen queriendo imponer sus exigencias y provocando una profunda división en el mundo constitucionalista. El medallero se ha convertido en un punto de desencuentro tan radical entre los propios dirigentes del PP, que si no lo remedia el propio Javier Arenas –si se confirma que toma las riendas de la coordinación del partido–, las consecuencias que tanto «encontronazo» va a provocar al partido del gobierno, posiblemente sean irreversibles.
Con el caso del preso Bolinaga, el carcelero de Ortega Lara, no se ha podido cometer más errores seguidos. Desde el debate en torno a la normativa potestativa o imperativa de la Ley para excarcelar a un preso de enfermedad incurable hasta el cruce de informes médicos y forenses que incurren en flagrante contradicción. Pero el error, me temo que incorregible a estas alturas, ha sido el espectáculo provocado entre los propios dirigentes y seguidores del PP. Notables portavoces conservadores han llegado a lamentarse de que el Gobierno actual haya recurrido al recuerdo de lo que hicieron gobiernos anteriores del mismo partido. Pero, seguramente, si no hubieran salido al escaparate exgobernantes populares criticando medidas que ellos mismos aplicaron en su tiempo, no habría hecho falta el recurso del recuerdo.
Un recurso a la defensiva que, por cierto, no tiene nada que ver con el consabido «y tú más», sino con la perplejidad que provoca que quienes aplicaron la ley de la misma forma critiquen ahora a sus compañeros de partido. También el Gobierno tiene que entonar el ‘mea culpa’ al no haber actuado con el rigor y la transparencia que casos como éste requiere, enviando mensajes equívocos entre lo que le obliga la ley y lo que le permite. Están tan poco cohesionados que hasta el PSOE se permite decir que, en política antiterrorista y penitenciaria, va a ser más leal con el Gobierno que el propio Partido Popular. Y se lo puede permitir . Ve que el campo del PP, en estos momentos, parece un carajal. Los críticos del PP recriminan al Ejecutivo que haya «cedido» ante la presión de los terroristas porque los ve de celebración. Pero si los presos de ETA valoran la posible excarcelación de Bolinaga como un triunfo, es porque siempre han hecho de la publicidad su modo de justificación, porque necesitan dar cohesión a un colectivo cada vez más tentado de actuar de forma individual (como quedó acreditado en la farsa del ayuno) y, sobre todo, porque observan al partido del Gobierno y sus satélites manifiestamente divididos.
Con estos mimbres empieza la campaña electoral vasca en la que el PP y el PSE se las van a tener que ingeniar para no ser engullidos y eclipsados por la referencia nacionalista con sus dos columnas: el PNV y EH Bildu.
Los socialistas aseguran que no pactarán con los herederos de Batasuna pero, como en anteriores ocasiones dijeron que con el PP no iban ni a heredar y luego tuvieron que apoyarse en ellos para gobernar, Basagoiti se aprovecha de la incredulidad que provoca, en este sentido, el mensaje socialista para ofrecerse como el único partido que puede evitar una alianza con la izquierda abertzale. Discursos a la defensiva ante la sensación de que el nacionalismo arrasará y que la Batasuna de-toda-la-vida va a disputarle la medalla de oro al PNV. Y volveremos a oír a quienes reivindican el «tiempo nuevo», discursos que ellos mismos pronunciaron hace treinta años con tal de no cuestionar la trayectoria de ETA.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 27/8/12