José Antonio Zarzalejos-El Confidencial
- Sánchez encomendó al ministro de la Presidencia que reventase la semana trágica del Gobierno. La empeoró con una bufonada y ahora el cachondeo es generalizado
Escribió Platón que «la burla y el ridículo son entre todas las injurias las que menos se perdonan». La comparecencia atropellada del ministro de Presidencia, Félix Bolaños, y de la portavoz del Gobierno, Isabel Rodríguez, para informar de que en mayo y junio de 2021 los móviles de Pedro Sánchez y Margarita Robles estuvieron infectados por ese caballo de Troya que se denomina Pegasus, no tiene otra significación que la de burlarse de los supuestamente ‘espiados’ por el CNI mediante una obscena maniobra de distracción hacia ellos, hacia las comisiones del Congreso que deben esta semana recabar información al respecto y hacia la ciudadanía a la que se quiere distraer su atención de los graves errores que el Gobierno perpetra. El efecto fue el contrario: el cachondeo popular inundaba los foros digitales y las redes sociales.
Sánchez y Robles no aparecían en Citizen Lab
Pongamos las cosas en su contexto. La convocatoria en la Moncloa se efectuó a las siete de la mañana para una rueda de prensa que se celebró dos horas y media después. En Madrid y en otras comunidades, era festivo. Como resultaba de rigor, se publicaban varias encuestas que subrayaban la efeméride del 2 de mayo con el vaticinio de otra victoria electoral en 2023 de Isabel Díaz Ayuso, tan contundente como la de 2021, después de que en días anteriores todos los sondeos diesen al PP en Andalucía un resultado satisfactorio, mientras el PSOE no despegaba y la izquierda no lograba ni presentar una candidatura única para el 19-J.
El domingo pasado, primero de mayo, los sindicatos subieron el listón al Ejecutivo: ni pacto de rentas ni otras zarandajas. Incrementos salariales al nivel de la inflación, que superará el 31 de diciembre el 6,5%. Añadamos que, entre el jueves y viernes de la semana pasada, el cuadro macroeconómico del Gobierno se vino abajo.
Pero hay más: esta semana —mañana y pasado— se celebrarán en el Congreso las comparecencias de Margarita Robles, ministra de Defensa, y de la directora del CNI, Paz Esteban López, ante las comisiones correspondientes. La responsable directa de los servicios de Inteligencia lo hará ante la de fondos reservados y secretos oficiales por las escuchas que ha denunciado públicamente la organización Citizen Lab, de la Universidad de Toronto, en un informe publicado en ‘The New Yorker’, en el que no aparecían como ‘espiados’ ni el presidente del Gobierno ni la ministra de Defensa, pero sí hasta 60 activistas, líderes y abogados independentistas catalanes y, al menos, dos cargos de EH Bildu.
El jueves pasado, el Gobierno convalidó pírricamente el decreto-ley de medidas temporales contra la crisis con los decisivos votos del ‘abertzalismo’ radical, sin los de ERC, desestimando un posible acuerdo con el PP que hubiera neutralizado el carácter decisorio de los diputados de EH Bildu, a lo que Pedro Sánchez no estaba dispuesto.
Las consecuencias de esa opción y la de abrir la comisión de fondos reservados y secretos oficiales a las fuerzas antisistema, tras la sumisión de Meritxell Batet, que cambió las normas de acceso a la misma, vigentes desde hace 36 años, golpeaban la solvencia de Sánchez en prácticamente todos los medios de comunicación.
En este marco tan adverso a su estabilidad, el presidente volvió a echar mano de Félix Bolaños y le encomendó que reventase la semana trágica que le espera a Sánchez después de la arrasadora anterior. Se trataba de convertir al Gobierno en víctima solidaria de los aliados ‘espiados’, de alterar la agenda informativa y política, de cambiar las prioridades, de reinventar el relato de un Ejecutivo que vigila a sus socios y de ningunear, como es usual, al Congreso. El domingo 24 de abril, Bolaños intentó desactivar la espoleta rindiendo visita a su homóloga de la Generalitat. El esfuerzo de postración fue tan inútil como la victimización de ayer.
Las cuatro cuestiones esenciales
Las cuestiones que surgen al hilo de los acontecimientos son elementales:
1) No hay precedentes de una denuncia tan histérica como la de Bolaños, pese a que otros dirigentes políticos europeos han sido espiados sin montar un numerito como el de ayer en la Moncloa. Un Gobierno serio dispone de protocolos rigurosos para contingencias como esta.
2) Ya es casualidad («no menor», dijo Núñez Feijóo) que, a matacaballo, el ministro de la Presidencia saliese a comunicar este ‘descubrimiento’ en pleno debate sobre la conducta del Gobierno en el manejo del CNI, cuando de este asunto y de otros podían haber informado mañana Margarita Robles en el Congreso y el jueves la directora del CNI. La Cámara Baja es el auditorio adecuado y no la sala de prensa de la presidencia del Gobierno.
3) En la hipótesis de que sea cierto el espionaje mediante infestación en las terminales institucionales del presidente y la ministra, las palabras de Robles (*) del pasado miércoles en la sesión de control en el Congreso siguen teniendo vigencia porque reconocen que mediaron escuchas —esperemos que legales— a los dirigentes y activistas independentistas catalanes.
4) Si los espionajes al presidente y la ministra se conocen ahora —casi un año después de consumados—, efectivamente Margarita Robles debe ser cesada en su cargo de ministra de Defensa, Paz Esteban López de la dirección del CNI y lo mismo el responsable del servicio de ciberseguridad de la Moncloa, los tres por su responsabilidad política y operativa en un ‘hackeo’ que ha puesto en peligro la seguridad del Estado. A saber si este era uno de los objetivos de este enredo.
Félix Bolaños no da una: se le rompe la mayoría parlamentaria de la investidura; no logra pactar sin peajes y sin angustias ni uno solo de los compromisos legislativos del Gobierno —sea la reforma laboral o el decreto ley anticrisis—; no contiene la disidencia de Unidas Podemos en el Consejo de Ministros y, mucho menos, la fogosidad hostil de los independentistas catalanes por mucho que dominguee en la Generalitat para dar todo tipo de explicaciones. Y, seguro, ayer les cabreó más de lo que estaban (ya se refirieron sin ambages a ‘cortina de humo’ gubernamental).
Con este ministro —por su iniciativa o por obediencia a Sánchez— se cumple en sus propios términos el principio de Peter: Bolaños ha llegado a su máximo nivel de incompetencia. El ministro, ayer, sin duda por indicación del presidente, empeoró la posición del Gobierno, que de ser crítica pasó a parecer desesperada. Tanto como esa ridícula rueda de prensa propia del braceo de un náufrago que, irremediablemente, se está ahogando. Por supuesto, la zafiedad de Adriana Lastra no faltó en esta bufonada.
(*) Palabras de la ministra de Defensa en la sesión de control del Congreso del pasado miércoles: «¿¡Qué tiene que hacer un Estado, cuando alguien vulnera la Constitución, cuando alguien declara la independencia, cuando alguien corta las vías públicas, realiza desórdenes públicos, cuando alguien está teniendo relaciones con dirigentes políticos de un país que está invadiendo Ucrania, o cuando se ‘hackean’ organismos como el SEPE o teléfonos de los ministros!?».