Nacho Cardero-El Confidencial
- Los críticos se han decidido a dar el paso y romper con la figura totémica de Puigdemont, conscientes de que, a pesar de su popularidad y capacidad de arrastre, poco puede hacer
El capitán Ahab del independentismo continúa impertérrito en búsqueda de la ballena blanca de la república catalana. No lo hace en las frías aguas del Pacífico sino en el interior, en el lago de Bañolas, donde los lugareños, oh capitán, mi capitán, se mantienen fieles a la figura de Carles Puigdemont con una fe cuasi davidiana.
Poco parecen importar las promesas incumplidas, la ristra de mentiras con las que encararon el 1-O, la falta de gobernanza o la crisis sanitaria y económica que hacen menguar Cataluña. La culpa la tiene Madrid.
Este fielato de las comarcas del interior no se corresponde, sin embargo, con el sentir de esa gran urbe que es Barcelona. Allí, el orden de prioridades ha mutado al tiempo que lo ha hecho el virus. Preocupan más los estragos del covid, las persianas de los comercios bajadas, la okupación de viviendas y la parálisis de la Administración que los cánticos secesionistas. Allí, en Barcelona, sí que se vislumbra un progresivo desapego hacia el ‘expresident’.
Tan es así que, en apenas unos meses, hemos visto implosionar el espacio posconvergente que lidera Puigdemont como jamás se hubiera imaginado. La fragmentación es tal que los ciudadanos apenas pueden identificar siglas. Hay casi tantos partidos como disidentes.
Al arponero de Amer le privaron primero de su pierna izquierda con la marcha de Marta Pascal y la formación del PNC (Partido Nacionalista Catalán), y ahora ocurre lo propio con su brazo derecho, el del PDeCAT de Artur Mas y David Bonvehí. Para más inri, todo apunta a que el proceso de mutilación en JxCAT está lejos de concluir.
Los críticos, por fin, se han decidido a dar el paso y romper con la figura totémica de Puigdemont, conscientes de que, a pesar de su popularidad y capacidad de arrastre, poco puede hacer semejante Pequod contra el Leviatán-Estado. El barco va directo al choque y, en el medio plazo, hacia la autodestrucción.
“A KRLS se le han torcido las cosas”, apunta un viejo compañero de filas. “Al principio pensábamos que los que dividían el partido eran los Pascal y Campuzano. Ellos se fueron y el partido se sigue partiendo. Va a ser que quien divide es Puigdemont”.
El independentismo está en horas bajas. Como muestra, la soledad con la que la ANC de Elisenda Paluzie afronta la Diada de este viernes: 90 concentraciones que intentarán reunir a cerca de 48.000 personas sin la presencia de los ‘consellers’ de la Generalitat ni más acto oficial que la ofrenda floral con Quim Torra, Pere Aragonès y la portavoz, Budó.
En la Moncloa, no son ajenos a esta situación y, bajo el mantra del diálogo con Cataluña, van a tratar de aprovecharse de la fragmentación del bloque independentista para garantizarse la gobernabilidad de España y poner una pica en las próximas catalanas.
¿Cómo? Dividiendo aún más. Por un lado, con Pedro Sánchez cortejando a Gabriel Rufián (ERC) y haciendo de menos a Ciudadanos; por otro, negociando con Ferran Bel (PdeCAT) la aprobación de los Presupuestos en Madrid, y en tercer lugar, apostando por Marta Pascal (PNC) para las elecciones que, presumiblemente, tendrán lugar en febrero de 2021.
El Ejecutivo cree necesitar un PNV en Cataluña y haberlo encontrado en la figura del PNC. Es una formación nacionalista que puede recoger los votos huérfanos de la extinta CDC, a la que, al igual que la vasca, obsesiona más la economía que la república, y que podría traer la ansiada paz social con una pizca de sentido de Estado y otra de sentido común.
La Moncloa sabe que no es cosa de gobernar, pues se trata de una formación neonata que apenas aspira a tres diputados por esa Barcelona cada vez más desafecta con Puigdemont, sino de lograr que sus votos sean decisivos y tengan las llaves de la Generalitat.
Nadie duda de que Marta Pascal, que presenta libro en Blanquerna el próximo 16 de septiembre de la mano de Enric Juliana y Nacho Corredor, tiene una idea de la política y Cataluña menos agresiva y más pragmática de la que pueda tener el ‘expresident’. El error de la Moncloa es pensar que por ser más pragmática va a ser, al fin y a la postre, menos independentista.
“Pascal tiene bastante claro que, en un mapa político tan polarizado y fragmentado como el catalán, la única vía para que el PNC triunfe y cale en el electorado pasa por ir más allá del derecho a decidir y declararse abiertamente independentista. Los elogios que le vienen de Madrid no le hacen ningún favor”, señalan dentro del partido.
“No puede haber tampoco ningún pacto preelectoral. Ni siquiera con el PDeCAT. Todos están quemados. Todos han fracasado. La independencia no llegará de la mano de Puigdemont. De llegar algún día, lo hará de la mano de una Marta Pascal”.