La penúltima barrabasada perpetrada por el PSOE ha sido acordar con los ultras de Junts la cesión de las competencias de inmigración, competencia exclusiva del Estado, a la Generalitat de Cataluña, comunidad que Junts no gobierna, a cambio de que los diputados de la formación independentista con asiento en el Congreso de los Diputados dieran su voto a la convalidación de tres decretos del Gobierno, ninguno de los cuales guardaba relación alguna con la inmigración. Es la forma que tiene Sánchez de desgobernar España: ceder de manera oscurantista y unilateral unas competencias tan sensibles como las de inmigración a un gobierno autonómico y solo a un gobierno autonómico, sin que ni unos ni otros sepan qué se traspasa exactamente. Y sin que el PSOE sea capaz de explicar qué tiene de positivo que las competencias de inmigración, que deberían ser en su caso de la Unión Europea, sean transferidas a una comunidad autónoma concreta. Es, además, la forma que tiene Sánchez de parar a la extrema derecha: pactar con la extrema derecha independentista catalana y cederles las competencias de inmigración, nada menos. Todo muy de izquierdas.
Es lo que tiene y supone votar al PSOE de Sánchez: entregar un cheque en blanco a su líder supremo para que este, en función de sus necesidades y de las de sus socios, apruebe esto o acuerde aquello, aunque sus promesas electorales dijeran justo lo contrario o no dijeran nada. El programa electoral del PSOE es una pura entelequia y papel mojado; y su realidad es la mentira. Y no hay mucho más que el deseo de permanecer en Moncloa caiga quien caiga, con el silencio cómplice de afiliados y cargos públicos del partido, palmeros de un dirigente sin escrúpulos. La ventaja es que no tienen que pensar nada sino aceptarlo todo; y los cargos públicos, apretar el botón cuando toque en el sentido que se les indique dos minutos antes.
Este último episodio de la inmigración es revelador y resume sus carencias y su forma de comportarse. Su único proyecto es permanecer en el Poder y su método cambiar de opinión en caso de tenerla: de prometer no pactar con Pablo Iglesias a convertirlo en su vicepresidente, de negarse a gobernar España con el apoyo de nacionalistas e independentistas a convertirlos en sus socios, de prometer prohibir que políticos indulten a políticos a conceder el indulto a los peores políticos imaginables, esos que promovieron el procés para romper el Estado y la ciudadanía compartida, y de afirmar que la amnistía era injusta, improcedente e inconstitucional a aprobarla por ser justa, procedente y perfectamente constitucional. Y un largo etcétera. Donde dijo digo, dice Diego. Y lo que te rondaré, morena.
El PSOE, partido con más de 140 años de historia, carece de un modelo territorial para la España del siglo XXI, más allá de ir adaptando el modelo a sus necesidades
El traspaso de las competencias de inmigración a Junts vuelve a demostrar que Sánchez carece de límites y de principios éticos que puedan regir y limitar su acción política. Todo es posible para el presidente del Gobierno. Pero esto ya lo sabíamos. Este traspaso competencial revela además un hecho especialmente grave: el PSOE, partido con más de 140 años de historia, carece de un modelo territorial para la España del siglo XXI, más allá de ir adaptando el modelo a sus necesidades y, por tanto, a lo que le pidan los grupúsculos nacionalistas, quienes sí saben lo que quieren: en el horizonte, la independencia y, mientras tanto y sobre todo, vivir del cuento de ser nacionalistas. Y si no tienes un modelo territorial para el país que gobiernas, es imposible no ya que puedas gobernar con una cierta coherencia, sino que puedas presentarte siquiera a unas elecciones del tipo que sean sin pasar vergüenza. Su modelo es la ausencia de modelo y, en el ínterin, ir asumiendo el de sus socios hasta convertirse en el propio: desde la plurinacionalidad de Podemos y Sumar hasta el confederalismo ventajoso del PNV o la independencia a plazos de Bildu, Junts o Esquerra. Todo un batiburrillo de insensateces. Y, mientras tanto, resquebrajar la equidad y la igualdad en España.
El PSOE no tiene modelo en casi nada, pero especialmente en lo que se refiere al modelo territorial del Estado; menos la defensa de la igualdad, todo puede esperarse de su acción política: derechos históricos, pactos fiscales, confederalismo, bilateralidad, federalismo asimétrico o plurinacionalidad. Todo se pega menos la hermosura. Lo mínimo exigible es que cada partido disponga del suyo, explique sus bondades, lo oferte a los ciudadanos y nos cuente cómo piensa alcanzarlo. En fin, un mínimo de honestidad y coherencia, palabras prohibidas.
Yo mismo tengo el mío: creo en un Estado igualitario con una descentralización razonable que asegure que todas las comunidades autónomas tengan las mismas competencias, sin desigualdades ni excepciones basadas en derechos históricos, sin tratos de favor y sin privilegios. Un modelo de Estado donde el gobierno central retenga (o recupere, en nuestro caso) una serie de competencias clave, como pueden ser la Educación, la Sanidad o la Fiscalidad, a la vista de los males que una descentralización desigual y excesiva ha supuesto para los ciudadanos. Lo que no puede ser es que haya ciudadanos de primera y ciudadanos de segunda. Lo que no puede ser es que no haya un país sino 17. Lo que no puede ser es que no se pueda estudiar en español en cualquier parte de España. La diversidad es un hecho en todos los países democráticos, pero lo que no puede haber es una diversidad de derechos entre conciudadanos de un mismo Estado. Y que nadie se extrañe de que haya cada día más ciudadanos que defiendan centralizar competencias y corregir el Estado de las Autonomías, ese modelo que se les ha ido de las manos.
Con la boca cerrada
Ser miembro del PSOE no debe de ser fácil en los tiempos actuales, salvo que mantengas la boca cerrada en las reuniones familiares. No porque suponga defender unas ideas u otras, sino porque tendrás que defender una cosa en Navidades y su contraria en Semana Santa. Y muchas veces sin entenderlas. Todos podemos cambiar, obviamente, pero la cosa no es esa. Y el caso del modelo de Estado es especialmente grave: el PSOE no tiene uno propio sino una combinación elástica de los de sus socios, esos que no creen en el Estado y que pretenden balcanizar España.