EL MUNDO 24/06/13
· Pasa de representar el 18,2% del total nacional al 13,9% entre 2010 y 2012.
Dos años de plan soberanista explícito. Y dos años de pérdida de peso en la captación de inversiones extranjeras. Ése es el resumen de la evolución de Cataluña en el panorama nacional de atracción de inversión exterior a lo largo del bienio 2011–2012. Porque si el peso de esta comunidad autónoma en atracción de inversión exterior bruta en el periodo 2009–2010 era de un 18,2% del total de inversiones llegadas a España (similar al del peso de este territorio en el PIB nacional), cerrado ya el ejercicio 2012 y con las cifras definitivas en la mano, lo cierto es que su peso ha retrocedido de forma significativa hasta quedar en un 13,9% en los dos años de apuesta formal por el independentismo.
Un retroceso que sitúa a Cataluña con una capacidad de atraer inversores multinacionales lejos de su peso económico real en el contexto nacional y en una peligrosa rampa de pérdida de capacidad de financiarse. ¿Puede ser la explicación a este varapalo de la inversión exterior en Cataluña una hipotética fuga generalizada de inversión exterior del conjunto de España? Difícilmente: en el bienio 2009–2010 el conjunto de España atrajo inversión extranjera bruta por valor de 40.886 millones de euros, mientras que en los dos últimos años –2011 y 2012– esa cifra se ha elevado casi un 15% hasta los 48.125 millones. Por el contrario, Cataluña no sólo ha perdido peso relativo con respecto al atractivo del resto de regiones españolas sino que, además, ha pasado de captar 7.438 millones, a recibir sólo 6.689 millones entre los dos años 2011 y 2012, un 10% menos.
El retroceso, de hecho, ha anulado la ventaja comparativa lograda por el territorio catalán durante la segunda legislatura de Zapatero, cuando el tripartito logró dos importantes triunfos: una financiación autonómica negociada en exclusiva con Cataluña y pensada para aumentar sus recursos y una sustancial elevación de la inversión del Estado para acercarse al objetivo establecido en el Estatut. El resultado fue un colchón de dinero e inversiones que permitió a Cataluña mejorar infraestructuras y adecuar el terreno a las necesidades de la nueva inversión exterior. La llegada de fondos no tardó en dejar huella: si Cataluña a lo largo de la década 2000–2010 había tenido un peso medio en la captación de inversión exterior bruta llegada a España del 13,8% del total, en el bienio 2009–2010 lo elevó por encima del 18%. Hoy, sin embargo, la inseguridad jurídica, la burocracia y la elevada fiscalidad albergadas con el deseo de construir un estado independiente han devuelto ese nivel de inversión extranjera al previo al logro de las mejoras en financiación e inversiones. Y ello pese a seguir contando con el aumento de fondos que supusieron ambos cambios legales.
Pero al margen de las cifras globales, resulta especialmente llamativa la marginación de Cataluña como destino inversor en el último bienio, si se compara con el avance de otras regiones entre las opciones de las empresas multinacionales. De este modo, mientras el peso de Cataluña en las inversiones brutas llegadas en esos años ha caído en más de cuatro puntos, autonomías como la madrileña han disparado su peso relativo en casi 24 puntos, hasta acumular uno de cada siete euros que llegan a España, diez puntos más que la media anual de atracción de inversión lograda por este territorio en la década 2000–2010. Es decir, que las empresas multinacionales no han optado por retirar España de sus cuadernos de objetivos de inversión, sino que lo que han hecho es desviar las inversiones que antaño llegaban a Cataluña hacia otros territorios nacionales menos conflictivos, más baratos fiscalmente y con menor entramado burocrático.
Los ejemplos son llamativos. Y es que de los grandes territorios, sólo Andalucía tiene entre 2011 y 2012 un retroceso notable respecto al peso total en las inversiones extranjeras brutas llegadas a España: pasa de representar un 3,8% a menos de la mitad, un 1,7%. El resto de territorios, por regla general, o mantienen su peso relativo, como Islas Baleares o Canarias, o registran subidas sensibles, como es el caso de Galicia, que pasa de un reducido 0,5% a un 1,5%. O Castilla–La Mancha, que avanza desde un 0,6% a un 1,1%.
Es decir, que Cataluña, inmersa en el último bienio en el impulso de un plan soberanista y en un afán desmesurado por incrementar el aparato administrativo que sirva de esqueleto para su hipotética independencia, ha pagado en ese mismo periodo sus decisiones con un desvío de las inversiones extranjeras hacia el resto de España. ¿Y cuánto ha sido el impacto? Más que sensible porque, en caso de haber mantenido su peso sobre el total de inversión extranjera llegada a España en los dos últimos años, el dinero extra recibido en esta comunidad habría superado los 2.000 millones de euros, un importe muy superior, por ejemplo, a los 740 millones de nuevo recorte a los funcionarios de la administración catalana.
EL MUNDO 24/06/13