La irrelevancia de Pablo Casado

ESTEFANIA MOLINA-EL CONFIDENCIAL

  • El Partido Popular, que ha hecho del pactismo de Pedro Sánchez con los independentistas su ariete, corre paradójicamente el riesgo ahora de resultar irrelevante en el fin del ‘procés’

El Partido Popular de Pablo Casado, que ha hecho del pactismo de Pedro Sánchez con los independentistas su más sentido ariete político desde 2018, corre paradójicamente el riesgo ahora de resultar irrelevante ante la posibilidad de poner fin al bucle del ‘procés’ en las próximas elecciones en Cataluña del 14 de febrero. Eso es así porque el escenario postelectoral podría servir a Sánchez para colocar al PP contra las cuerdas ante la disyuntiva de apoyar, o no, a su candidato Salvador Illa, si ganase los comicios y necesitara el apoyo del constitucionalismo, frente a los optimistas 7-8 escaños que los populares reciben hasta ahora en algunas encuestas.

Pasa que es ahora el PSC, teledirigido de forma indirecta por Sánchez al ceder a su ministro Illa, el único que curiosamente cuenta con posibilidades de poner fin a la deriva independentista del tándem Junts per Catalunya- CiU y ERC. Esto podría resultar, bien sea a través de condicionar desde fuera la gobernabilidad a una ERC, si esta fuera eventualmente ganadora y forjara un pacto con los Comunes –como expliqué aquí–; bien sea a través de que los socialistas catalanes se alcen con la presidencia de la Generalitat aprovechando el hundimiento de Cs y el declive de la formación morada –como conté en este otro artículo– con la necesidad de apoyos externos.

Si bien el primer partido de la derecha sigue sin lograr ninguna influencia sustancial, de forma llamativa, en aquellos territorios de España en los que suele denunciar el avance del nacionalismo. Los populares hace tiempo que son una fuerza residual en la comunidad catalana, como ya demostraron los comicios de 2017 al amparo del artículo 155 –ganados por Ciutadans con 36 escaños frente a los cuatro del PP, que le colocaron en el Grupo Mixto.

Con todo, la tesis subyacente no es que la derecha esté en retroceso en España, como apuntan algunas voces de la izquierda. De forma contraria, la existencia de una serie de derechas ruralistas, o adaptadas a la idiosincrasia del territorio (PNV, Unión del Pueblo Navarro, Ciutadans en 2017, o incluso el PP de Alberto Núñez Feijóo en Galicia), sustituye los aires centralistas de la derecha estatal –tanto PP como Vox– en amplias zonas. Es más, acaso Isabel Díaz Ayuso no está configurando un PP de aires «identitarios», si se quiere, cuando acusa al Gobierno central sistemáticamente de «atacar» a los madrileños.

A la sazón, muestra de esa irrelevancia en Cataluña estos días es hasta qué punto el líder del PP pareciera mediáticamente alejado de todo lo que rodea el 14-F y el lío jurídico por la fecha de las elecciones. En comparación, la notoriedad de Casado se ha multiplicado exponencialmente por la dimisión del consejero de Murcia, Manuel Villegas, ante la polémica de las vacunas a políticos. La derecha va a las elecciones asumiendo así, ‘de facto’, que la batalla se juega entre un nuevo Tripartit de formas diversas o en la perpetuación del mantra del 1-0. De hecho, esos relatos convergirán tarde o temprano en un careo explícito entre el PSC y JxCat, con una ERC en el medio sufriendo el sándwich de la sociovergencia.

Para todo lo demás, el único golpe de efecto del PP catalán fue el fichaje de Lorena Roldán de las filas de Ciudadanos. Es decir, una forma de devolverle a la formación naranja el manotazo que Rivera profirió al PP en el año 2019. Entonces, los naranjas lanzaron un claro mensaje al electorado, fichando a varias espadas populares: el derrumbe del PP, en fuga de votos hacia Cs. Ahora el márquetin juega en sentido contrario.

De hecho, la idea de Casado parece ahora querer construir un PP de base catalanista aglutinando un sentir liberal-conservador pro unidad de España. Quizás será la enmienda sutil al uso que el PP solía dar a Cataluña, como un apéndice de sus estrategias electorales (el clásico intercambio de cromos de CiU con el PP entre el Parlament y el Congreso), sin entender la idiosincrasia del territorio en sí mismo. De ahí la opa hostil a Ciudadanos e incluso el fichaje de Eva Parera, antes ligada a la vieja CiU, desde Unió Democrática de Cataluña y habiendo formado parte de la plataforma de Manuel Valls junto a Cs en 2019.

Con todo, la única contribución posible del PP para romper el ‘procés’ pasaría por apoyar eventualmente a Illa. Ahora bien, hay varios elementos que hacen de ese escenario una quimera. No está escrito en ningún sitio que el PSC vaya a ganar, ya que la batalla sigue siendo muy ajustada entre los socialistas, ERC y JxCat. Tampoco está claro que el PSC y el «constitucionalismo» sumaran suficientes apoyos –Arrimadas no lo logró en 2017. Si bien, de darse ese caso, la derecha se vería abocada a ese debate interno sobre si apoyar un Govern de izquierdas como el de Moncloa. Pero, ¿acaso podrían el PP o Vox asumir la existencia de un Ejecutivo PSC-Comunes, que no apoyaron en el Congreso, cuando Sánchez ha puesto ya los indultos a los independentistas encima de la mesa?

Hasta un partido nuevo puede poner en evidencia la i(relevancia) de Casado en Cataluña

Por contra, sería poco realista que Sánchez pensara que Esquerra hará presidente a Illa, aunque el Gobierno intentara presionarlos con no dar los indultos a los presos –como expliqué, los indultos pueden ser una posible herramienta de Moncloa para condicionar los escenarios postelectorales. Los republicanos no son hábiles negociadores, pero el independentismo raramente perdonaría esa jugada a Oriol Junqueras. Más cómodo sería para ERC la de gobernar con Comunes, apoyados desde fuera por PSC. La jugada de acabar con el bucle independentista saltaría por los aires de forma nítida si gana JxCat y suma con ERC-CUP.

A la postre, el partido de Santiago Abascal ha sido el primero en poner encima de la mesa el dilema de que ellos no elegirían al «golpismo», si la única elección es o Illa o los independentistas para gobernar. Es decir, que podrían dar vía libre a los socialistas. Como estrategia electoral, Vox hace combo: primero, un flaco favor al PSC; segundo, araña votos al PP en utilidad política para la derecha; y tercero, deja al Rivera de 2019 noqueado en lo que a «patriotismo» respecta. E Incluso constata que hasta un partido nuevo puede poner en evidencia la i(relevancia) de Casado en Cataluña y tomarle la delantera en lo que respecta a acabar con el ‘procés’ este previsible 14-F.