Bajo la sombra del silencio de ETA a los reiterados llamamientos de la izquierda abertzale para que declare una tregua «permanente y verificable» como demostración de su voluntad de abandonar las armas, decenas de miles de personas recorrieron ayer el centro de Bilbao para pedir el fin de la dispersión y el acercamiento de los presos de la banda al País Vasco.
La marcha, autorizada el viernes por el juez de la Audiencia Nacional Santiago Pedraz con la condición de que no sirviese para enaltecer el terrorismo, se desarrolló sin incidentes y sin alusiones explícitas a ETA.
La manifestación fue muy parecida a la que todos los años por estas mismas fechas organiza Etxerat para denunciar la política penitenciaria. De hecho, la escenografía fue muy similar, con una enorme bandera en la que se reclamaba el traslado de los reclusos encabezando el paso. La diferencia era que quien la había convocado no había sido el grupo de familiares, sino un heterogéneo colectivo integrado por representantes de la cultura, la sociedad y la política. Entre ellos, el exsecretario general de Eusko Alkartasuna, Unai Ziarreta. Un matiz que Pedraz había considerado relevante para conceder la autorización judicial y desoír los argumentos planteados por diversas asociaciones de víctimas.
La respuesta fue masiva. En cierta medida, una exhibición de fuerza. Hubo momentos en que la calle Autonomía quedó colapsada. A duras penas la cabecera conseguía avanzar y hacerse un hueco entre la multitud que abarrotaba las aceras. Sólo al desembocar en Hurtado de Amezaga llegó el desahogo. Después de la bandera inicial y varias columnas formadas por familiares de presos, circuló la pancarta con el lema oficial ‘Con todos sus derechos, los presos políticos vascos al País Vasco. Demos un paso adelante’. Tras ella, los responsables políticos y sindicales que la habían secundado.
Por la izquierda abertzale se pudo ver, entre otros, a Rufi Etxeberria, Jone Goirizelaia, Tasio Erkizia y Txelui Moreno; por Aralar, a Patxi Zabaleta, Jon Abril y Oxel Erostarbe; por Eusko Alkartasuna, a Pello Urizar y Unai Ziarreta; por Alternatiba, a Oskar Matute; por ELA, a Adolfo Muñoz; y por LAB, a Ainhoa Etxaide.
Todas estas formaciones y sindicatos firmaron en septiembre la Declaración de Gernika, un texto en el que pedían a ETA un alto el fuego «permanente, unilateral y verificable». La banda respondió ese mismo día, pero de forma más que ambigua: se limitó a asegurar que podía «ir más lejos» en la tregua decretada unos días antes «si se creaban las condiciones para ello».
Desde entonces un silencio que comienza a generar desconfianza entre quienes pensaban que la banda demostraría de manera fehaciente su voluntad de dejar las armas antes de que terminase 2010. Las expectativas se están rebajando a medida que pasan los días y empieza a cundir la sensación de que un próximo comunicado de la organización terrorista quedará muy lejos de lo planteado en Gernika.
En teoría, la manifestación de ayer se había planteado como el punto culminante de ese proceso. Con una tregua permanente sobre la mesa, la izquierda abertzale, Aralar y EA pensaban tener argumentos más sólidos para forzar al Gobierno a flexibilizar la política penitenciaria.
Aunque para cuando arrancó la marcha el comunicado seguía sin llegar, los participantes no variaron el guión inicial y reclamaron el fin de la dispersión, la liberación de los presos enfermos y de los que están en prisión preventiva, así como el fin del aislamiento. «Hoy hemos dado un paso importante, ahora tenemos todo un camino por recorrer», afirmaron los convocantes en el manifiesto leído en el Ayuntamiento de Bilbao al concluir el recorrido. Los encargados de hacerlo público fueron Marifeli Etxeandia, hermana del preso José Miguel Etxeandia, y el periodista Iñaki Olasolo.
Además de denunciar la situación de los internos, los portavoces de la manifestación dejaron claro que uno de sus objetivos era reactivar el movimiento de apoyo a los presos. «Extendamos esta movilización a pueblos y barrios de manera constante», apuntaron en un discurso en el que se pidió que cada último viernes de mes los vascos «tomen las calles» para arropar a los reclusos. «Que nunca más sea un acto de los allegados, sino un compromiso constante de la ciudadanía de Euskal Herria, que sea la expresión continua de una marea solidaria imparable», recalcaron.
En este contexto, solicitaron a los presentes que llenen los balcones del País Vasco con las banderas en las que se reclama el traslado de los presos de ETA a Euskadi.
A su juicio, la modificación de la política penitenciaria es fundamental para poder «ofrecer una solución democrática al conflicto político» y superar «las consecuencias que ha acarreado». Aun así, los encargados de leer el manifiesto dejaron claro que la situación de los miembros de ETA encarcelados en España y Francia no se solucionará con «una varita mágica».
EL CORREO, 9/1/2011