La izquierda adolescente

ABC 08/06/17
JOAQUÍN LEGUINA

· El iluso de Platón pretendía que el gobernante perfecto no debía ejercer el poder hasta los 54 años, después de haber demostrado una vida de sabiduría y prudencia. Hoy, un macho alfa del tres al cuarto pretende enseñar al mundo que su corta vida, su escaso esfuerzo intelectual y su mínima experiencia le avalan para echar abajo la Constitución y las leyes y ya tiene un imitador más: Pedro Sánchez


· «El auténtico político no es el que pone su vela al viento de la opinión pública, sino el que es capaz de decirle al pueblo: No tienes razón».

Luis Jiménez de Asúa

SE dice que Catón el Viejo fue el autor de la consigna Delenda

est Cartago, tantas veces repetida en su época, y para dar ejemplo el citado senador romano participó en la última guerra púnica espada en mano; por su parte, Pedro Sánchez no ha llegado a tanto en su lucha sin cuartel contra Rajoy y el PP, mas en cuanto a empecinamiento anticartaginés no ha ido a la zaga de Catón.

Pero, ¿hay algo más que ese odio, repetido como mantra, en la cabeza política del ganador de las primarias socialistas?

A juzgar por sus discursos, uno se llena de dudas: ni una palabra sobre los problemas fiscales que atenazan a los españoles, y qué decir de los saltos en el vacío en torno a uno de los problemas que el sectarismo separatista tiene planteados al resto de los españoles. A este propósito, los seguidores de Sánchez no han tardado ni cinco minutos tras la «victoria» en meter en danza al próximo congreso enmendando la ponencia política proponiendo la reforma de la Constitución para «perfeccionar el reconocimiento del carácter plurinacional del Estado».

Estamos ante un invento que, de ponerse en marcha, echaría por tierra un puñado de artículos de la Constitución española hasta dejarla irreconocible, empezando por el artículo 1 («La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado»), siguiendo por el artículo 2 («la Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles»), el artículo 3 («El castellano es la lengua oficial del Estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho de usarla»), el 14, el 27, el 132, el 138, el 139, el 150, el 155…

Semejante destrozo, que incluye, sin decirlo, el derecho de autodeterminación de esas supuestas «naciones», ¿para qué se propone? Simplemente para darles gusto, en primer lugar, al PSC, luego a Podemos y finalmente a los separatistas catalanes. Un PSC cuya deriva hacia un nacionalismo vergonzante no le ha traído sino pérdida de votos, hasta hacerlo políticamente irrelevante en Cataluña.

Claro que hay una visión más psicoanalítica y quizá más certera de lo que está pasando en la política española. Lo ha escrito Fernando Vallespín: «Vivimos un momento de eso que Freud llamó “el retorno de lo reprimido”, lo soterrado, lo pasional, que se está cobrando su venganza […] y en un momento populista no hace falta que triunfe un partido de ese signo, su dinámica ya lo empapa todo». Por su parte, Antonio Robles (exdiputado de Ciudadanos en el Parlamento de Cataluña) ha señalado el síndrome de la adolescencia como explicación de las simplezas políticas hoy dominantes, pues, según él, «ya tenemos un partido más (PSOE) dirigido por un adolescente». Tres de cuatro: «En la izquierda populista, Pablo Iglesias; en el centro, Albert Rivera (Cs); y en el centro Izquierda plurinacional, Pedro Sánchez (PSOE)».

Hay una etapa de la vida en todo ser humano –continúa Robles– que pasa por la confrontación con sus ascendentes para afirmar su personalidad. La acompañan de aspavientos y desplantes, como si él fuera el primer ser humano en descubrir la luz. Un adanismo que suele acarrear inevitables quebrantos y disgustos a sus mayores, para pasar a reintegrarse más tarde en el regazo familiar. Porque ya se sabe que no se puede estar eternamente en guerra con el mundo.

Por otra parte, estos adolescentes, a menudo consentidos, llevan mal el rigor del esfuerzo y la coherencia. Ellos han venido al mundo sólo a disfrutar y despotricar. Y si hay que girar como una veleta para ponerse al sol que más calienta, pues se gira. Y a este propósito no deja de ser significativo que la inmensa mayoría de estos líderes izquierdistas no hayan dado un solo palo al agua en su vida, fuera, claro está, de las conspiraciones partidarias. Además, ¿quién se acuerda de la destitución de Tomás Gómez manu militari?

Por su parte, Podemos es un partido de adolescentes empeñados en matar al padre. Así Pablo Iglesias es el adolescente en guerra con sus mayores, es decir, el Estado Constitucional surgido de la Transición Política del 78 y encarnado en el poder corrupto del PP. La guerra de los de abajo contra los de arriba, explicación de parvulario salida de una factoría adolescente, formato 140 caracteres.

¿Dónde se muestra esa mentalidad adolescente de la sociedad actual? Alta conciencia a la hora de exigir derechos, y nula predisposición a hacerse cargo de los deberes que los derechos siempre conllevan; sensibilidad enfatizada a la hora de exigir justicia social y muy poca disposición a cooperar con los costes que ello conlleva. Hedonismo extremo y escasa resistencia a la frustración. Rechazo del esfuerzo, desprecio por los argumentos empíricos y las soluciones responsables. Estos políticos adolescentes viven en la inmediatez y el efectismo del éxito mediático.

El iluso de Platón pretendía que el gobernante perfecto no debía ejercer el poder hasta los 54 años (en una época en que la esperanza de vida al nacer no superaba los 25 años), después de haber demostrado una vida de estudio, sabiduría y prudencia. Hoy, un macho alfa del tres al cuarto pretende enseñar al mundo que su corta vida, su escaso esfuerzo intelectual y su mínima experiencia le avalan para echar abajo la Constitución y las leyes y ya tiene un imitador más: Pedro Sánchez y cada uno de los votos de la militancia que se le ha entregado gozosa.