VICTORIA PREGO – EL MUNDO – 03/03/16
· El debate de no investidura terminó para Pedro Sánchez peor de lo que él esperaba. En el artículo publicado ayer en este periódico yo había supuesto que la sesión se iba a convertir en una inmisericorde moción de censura al todavía presidente del Gobierno. Pero no fue así o, al menos, no formalmente.
La intervención inicial de Mariano Rajoy resultó de una contundencia y de una crueldad extremas con el candidato, tan sólo atemperadas por una sorna punzante que hacía algo más digeribles los hachazos dirigidos a su adversario. Pero una vez hubo intervenido y dejado claro de quién es la responsabilidad última de que él no haya podido presentarse a una sesión de investidura, el resto de los portavoces, salvo Albert Rivera, dejaron a un lado al presidente y se volcaron en el candidato. Y ahí se vio cómo Pedro Sánchez iba perdiendo, no ya los apoyos para esta sesión, sino la esperanza de obtenerlos en un futuro inmediato. Su encuentro parlamentario con Pablo Iglesias fue mucho más áspero y más bronco que el que el líder socialista había tenido con el propio Rajoy, el hombre cuya expulsión del Gobierno constituye la mayor obsesión y la única encomienda que Sánchez se ha impuesto como misión política.
Fue en el lado de la izquierda donde el hueco de la soledad de Sánchez se hizo más hondo. Pareció que él había esperado de sus interlocutores de Podemos, Compromís o En Marea unas posiciones críticas por su acuerdo con C’s, pero una consideración más abierta sobre el contenido de lo acordado y una cierta hospitalidad hacia sus promesas de ir ampliando, con el partido morado y sus acompañantes, nuevos pactos en conversaciones futuras.
Lo que se vio es que Pedro Sánchez había seguido pensando hasta ayer por la tarde que podría lograr lo que se había propuesto con una ingenuidad impropia de su lugar en la política española: pactar a la derecha y a la izquierda del PSOE, catalizar en torno a sí lo que él ha llamado con un eufemismo deliberado «las fuerzas del cambio». Pero el comportamiento de sus posibles socios durante el pleno de ayer le dejó muy claro lo que ya le habían advertido cuando el pacto con Rivera no estaba aún cerrado: «O con Ciudadanos o con nosotros. Con los dos al mismo tiempo, no». Y vaya si lo cumplieron.
Pablo Iglesias le había llegado incluso a sugerir que, en caso de cerrar un pacto de izquierdas, los partidos independentistas podrían abstenerse, cosa que también le insinuaron ayer desde Convergència. Pero ya era demasiado tarde: la intervención de Joan Tardà, que embistió en el Hemiciclo con una intervención de la máxima beligerancia y nula inclinación a la aproximación y mucho menos al acuerdo, había cerrado cualquier escapatoria que se le hubiera podido ofrecer a un hombre que ya había perdido de antemano cualquier vinculación amigable, o al menos cortés, con el líder de Podemos después de que éste se atreviera a ofender a uno de los budas sagrados de los socialistas. Así que, al final, y después de un mes de innumerables actuaciones en múltiples pistas, Pedro Sánchez «fuese y no hubo nada».
VICTORIA PREGO – EL MUNDO – 03/03/16