- La izquierda española está desquiciada ideológicamente y cree que España es un invento de Franco, por lo que todo el que quiera cargársela se convierte en progresista.
Desde mi escaño en el Congreso de los Diputados puedo ver pequeños detalles que suelen escapar a la crónica parlamentaria porque suceden fuera de la tribuna de oradores.
En una ocasión, el diputado de Podemos Diego Cañamero, que dice representar a los jornaleros andaluces, regaló tras su intervención un manojo de espárragos a la entonces presidenta del Congreso Ana Pastor. Posteriormente, el autoproclamado portavoz del campo andaluz se dirigió a su escaño. Su discurso había reivindicado las ayudas a los jornaleros y la dignidad del trabajo en los extensos olivares de Andalucía. El camino a su escaño pasaba cerca de los de ERC. Del suyo se levantó Joan Tardá, portavoz de los independentistas catalanes por aquel entonces, que abrazó al jornalero.
Las filas de Podemos, muy emocionadas con el gesto, aumentaron el volumen de sus aplausos. Pensaban que el abrazo era solidario. Pero eso es porque no saben nada.
El abrazo era de despedida. De mala conciencia, si me aprietan. El abrazo de alguien que basa toda su acción política en denigrar al abrazado. En demostrar que el abrazado es un lastre para el progreso de Cataluña. El abrazo de un independentista a un representante de los jornaleros andaluces. Esos que a ojos del nacionalismo catalán cobran un PER que pagan los catalanes (sic) por no dar un palo al agua.
Pero eso no importaba.
Iglesias no sabe que ERC hunde sus raíces en el racismo decimonónico y que en los años 30 tuvo contactos con el fascismo de Mussolini
El posmodernismo y el relativismo de Podemos admite perfectamente que alguien se diga de izquierdas y quiera al mismo tiempo la secesión –promovida desde su origen por la burguesía catalana– porque ve al nacionalismo como algo exótico: «Es su cultura». Además, el nacionalismo «luchó contra Franco y a favor de la República».
Y esto, a pesar de que los nacionalistas intentaron cargarse la República cada vez que pudieron. Y esto, a pesar de que los postulados de ERC hunden sus raíces en el racismo decimonónico. Y esto a pesar de que en los años 30, ERC tuvo incluso contactos con el fascismo de Mussolini.
Eso no lo cuenta Hessel y por lo tanto no lo saben Iglesias ni el PSOE. Este PSOE que no lee a sus mayores. Se dicen herederos de Indalecio Prieto, pero ignoran lo que este le dijo a Azaña sobre Companys: «Está loco. Pero loco de encerrar en un manicomio». Así lo recoge Azaña en sus diarios.
También denuncia Azaña las traiciones permanentes de los nacionalistas. En especial, las de Esquerra. Pero eso al PSOE también le da igual. La memoria está al servicio del presente, ya lo dijo Adriana Lastra. Su orden de silencio a todo el socialismo se extiende hasta la fundación de un partido cuya longevidad solo le sirve a Lastra para plasmarla en un pin de su solapa.
Otro episodio frecuente es el de los aplausos podemitas al PNV. Es difícil ser más de derechas que el PNV. Sólo Vox puede equipararse a los nacionalistas vascos. Iglesias se deshace con Aitor Esteban. Le mira embelesado durante muchas de sus intervenciones.
En el PNV miran a Podemos cuando estos les aplauden como alguien observa a un mono al que ha lanzado un cacahuete
Iglesias no sabe el desprecio que despierta en un partido profundamente católico y que hunde sus raíces en los conventos jesuitas. Tampoco vio los gestos de Esteban cuando en un alarde pseudoculto –casi un género en el líder de Podemos– Iglesias quiso relacionar la Cruz de Borgoña, la Union Jack y los gudaris.
La Cruz de Borgoña era el símbolo que usaban los requetés, que no se llevaron precisamente bien con los gudaris del PNV. Esteban lo puso a caldo. Pero Iglesias pensó que Esteban se equivocaba. ¿Quién es profesor de Políticas en la Complutense, Esteban o él? ¡Además, la historia es relativa! Lo sabe cualquier posmoderno.
Sobre la facción del PNV que se fue con Franco hablaremos otro día. Y sobre el acuerdo con los italianos para entregar Santander sin resistencia –algo similar ocurrió en Bilbao y parece que con conversaciones igualmente– a cambio de un buen trato por parte de los de Franco, el conocido como Pacto de Santoña, también.
En el PNV miran a Podemos cuando estos les aplauden como alguien observa a un mono al que ha lanzado un cacahuete.
¡Pero es que el PSOE también está embelesado con el PNV! Ahí están los Diarios de Sesiones. Es impresionante ver cómo los incluyen en la mayoría progresista de la investidura y los excluyen del bloque de la derecha.
Que el PNV no sea derecha para el PSOE se debe a un ejercicio de alquimia difícil de comprender. ¿Dejan de ser derecha porque han votado sí a Sánchez? ¿Porque apoyan los Presupuestos a cambio de privilegios territoriales, algo muy igualitario e izquierdista? ¿O sencillamente porque abogan por la ruptura de España?
La izquierda española está desquiciada ideológicamente. Creen que España es un invento de la derecha, de Francisco Franco, por lo que todo el que quiera cargársela es progresista. Esto cabe en otro pin de la solapa de Lastra.
Marx ha sido enmendado. La izquierda ha pasado de la Internacional Socialista a la Internacional Nacionalista
El día que Vox quiera ser de la mayoría progresista sólo tiene que cambiar una parte de su programa: defender exactamente lo mismo que defienden hoy, pero para un ámbito territorial diferente al español. Que se hagan nacionalistas mesetarios. Desde ese momento, Iglesias los considerará comuneros agraviados por Carlos V. Abrazables. Y Sánchez negociará y aprobará con ellos los Presupuestos.
¡Pero si hasta ven a Feijóo como un centrista por ser nacionalista gallego!
Marx escribió que «la nacionalidad del trabajador no es francesa, inglesa o alemana; es el trabajo, la esclavitud en libertad, el tráfico de sí mismo. Su gobierno no es francés, ni inglés, ni alemán; es el capital. El aire que se respira no es el aire francés, ni el inglés, ni el alemán; es el aire de las fábricas».
Pero Marx ha sido enmendado. Si estas frases sentaban las bases para la Internacional Socialista, los que se dicen sus herederos y que priman el suelo sobre la clase social, la lengua sobre la igualdad de oportunidades y el regionalismo sobre la comunidad global, han cambiado de organización. Se han ido a la Internacional Nacionalista.
En una traición de clase sin precedentes, la izquierda española es identitaria antes que solidaria. Usa las lenguas como muros y defiende el privilegio territorial en detrimento de la igualdad. La izquierda española quita títulos nobiliarios por un lado para crear una nobleza nueva. Un nuevo feudalismo donde el derecho de pernada sea sustituido por la pleitesía étnico-lingüística.
Hoy, gran parte de la izquierda mercenaria ha abandonado la defensa de los derechos de los más débiles primando los territorios con el único objetivo de gobernar y ocupar sillones. Hoy, la izquierda pone el acento en la diferencia, y la igualdad vuelve a estar en peligro. No por el caciquismo decimonónico. No por las oligarquías ancestrales, sino por culpa de la mayor corrupción moral que conoce nuestro país: el nacionalismo y sus peajes.
*** Guillermo Díaz es diputado de Ciudadanos por Málaga, abogado y escritor.