La jerga del mangazo

Ignacio Camacho-ABC

  • El desahogado diálogo de ‘Geri’ y ‘Rubi’ pasará al exuberante archivo semántico de la ‘cultura del pelotazo’

En casi todos los escándalos de corrupción suele haber grabaciones, por lo general procedentes de escuchas o filtraciones telefónicas, que retratan la catadura de sus protagonistas a través del lenguaje. Frases mostrencas, metáforas de madera, alusiones chabacanas, desahogados términos de germanía que han ido componiendo el exuberante archivo verbal de la venalidad política o empresarial, el repertorio semántico de la codicia y el agio. Es la jerga del mangazo. Desde el «de ésta nos quitamos las legañas» del remoto caso Ollero a los «billetes para asar una vaca» del conseguidor de los ERE. Desde el «yo he venido a la política para forrarme» del sumario Naseiro hasta el «hay que celebrarlo con un volquete de putas» de cierto viceconsejero madrileño.

«Otro cacahuete para el mono», soltaba -en declaración judicial- un personaje de la Gürtel apodado El Bigotes. «Vienen a quitarnos la manteca», exclamaba ante la operación Malaya una pintoresca alcaldesa de Marbella. «A ese alcalde le gusta el cazo», se oía decir a un sobornador de Almería. A Jesús Gil le encantaba repetir que «de la cárcel se sale, de pobre no». «Pa la saca», anotaban Luis Medina y su amigo tras dar el megasablazo de las mascarillas. Y en el citado asunto de los ERE andaluces, cuando un hotelero preguntaba con cargo a qué programa presupuestario iba a recibir la ayuda, el alto cargo de la Junta respondía: «Pormisco». Y ante la estupefacción del otro aclaraba: «Que te la van a dar por mis cojones, ¿entendido?».

La lista de perlas es larga y variada. Y más que saldrán. Fulanos de (casi) todos los partidos ponían patas arriba en privado el reverso procaz de la neolengua oficial, tan abstracta, correcta e inclusiva. Ahora se acaban de incorporar al catálogo Piqué y Rubiales, ‘Geri’ y ‘Rubi’, tratando sobre comisiones millonarias para llevar la Supercopa de Fútbol a Arabia. Del carácter delictivo -dudoso- o de conflicto de intereses -manifiesto- de ese negocio habrá de pronunciarse, si ha lugar, la Justicia ordinaria o deportiva. Pero la frase «les sacamos un palo o dos palos más» aporta un contexto demoledor a la polémica sobre el traslado de una competición oficial a un país donde no rigen elementales derechos humanos. Y pasa por mérito propio al inventario de lo que en los años noventa se llamó ‘la cultura del pelotazo’. La del tráfico de influencias, el amiguismo, el lucro fácil y rápido. Acaso en este mismo momento unos tipos de apariencia respetable estén planeando la forma de poner otro ‘cazo’. Una subvención amañada, un contrato de obra pública, una recalificación urbana, una campaña publicitaria. Quizás unas partidas de fondos europeos, el moderno maná que el Gobierno administra con plena discrecionalidad de procedimiento. Y nuevas expresiones lapidarias enriquecerán el peculiar dialecto que se ha convertido en rasero léxico de la altura moral de este tiempo.