La lenta agonía del PP vasco

LIBERTAD DIGITAL 06/01/15
CAYETANO GONZÁLEZ

El último Euskobarómetro del profesor Francisco Llera, hecho público el pasado 26 de diciembre, confirmaba lo que para algunos era ya desde hace tiempo una realidad: la práctica desaparición del PP del mapa electoral del País Vasco. Concretamente, la predicción demoscópica otorgaba a los populares vascos menos de 100.000 votos (8,1%), lo que le supondría obtener 6 diputados en el Parlamento autonómico, de un total de 75. Con estos resultados el PP sería la quinta fuerza política del País Vasco, muy por detrás del PNV, Podemos, EH-Bildu y PSE.

Para que estas nefastas previsiones electorales puedan ser interpretadas mejor, convendría recordar otros resultados electorales alcanzados por el PP vasco en elecciones autonómicas. En 1998, con Carlos Iturgaiz de candidato a lehendakari, los populares sacaron 252.000 votos (20,1%) y 16 diputados. En 2001, con Jaime Mayor Oreja como aspirante al sillón de Ajuria Enea, el PP obtuvo 327.000 votos (23,1%) y 19 diputados, lo que le aupó a la condición de segunda fuerza política; en 2005 fue María San Gil la candidata a lehendakari, y sus resultados fueron 210.000 votos (17,4%) y 15 diputados. En el 2009, con Antonio Basagoiti, el PP vasco obtuvo 146.000 votos (14,1%) y 13 diputados; en el 2012 repitió Basagoiti, que sacó 130.000 votos (11,73%) y 10 diputados. Al cabo de unos meses, Basagoiti dimitió como presidente del PP vasco, abandonó la política y se fue a vivir y a trabajar a México, dejando al frente de los populares vascos a Arantza Quiroga.

La actual presidenta del PP vasco, que fue elegida para ese puesto en un movido Congreso el pasado mes de marzo, en el que tuvo enfrente a los populares alaveses, liderados por el ministro de Sanidad y sorayo de pro, Alfonso Alonso, ha dicho este domingo en una entrevista en el Diario Vasco: «O el PP vasco renueva su proyecto o iremos a una lenta agonía». No parece que la conclusión a la que ha llegado Quiroga le haga merecedora de un premio a la perspicacia en el análisis político. Basta con ver la evolución electoral descendente descrita anteriormente y fijarse en lo que dicen las encuestas para llegar a esa conclusión.

Tampoco muestra Arantza Quiroga en la citada entrevista ningún atisbo de autocrítica que pudiera explicar el «cómo hemos llegado hasta aquí». Algo que debería hacer, ya que ella formó parte del equipo que en el 2008 –tras la marcha de María San Gil– aupó a Basagoiti a la presidencia de los populares vascos. Equipo del que también fueron piezas destacadas el defenestrado por la propia Quiroga Iñaki Oyarzabal, el inefable Borja Semper, el vizcaíno Antón Damborenea o el ya citado Alfonso Alonso. Eran los tiempos del PP vasco «pop» y «guay», términos ridículos utilizados por sus propios dirigentes, que además proclamaban a los cuatro vientos, sin que se les cayera la cara de vergüenza, que había que sacar al PP vasco de las catacumbas, transmitiendo de esa forma una especie de mala conciencia del pasado reciente de los populares vascos, un pasado brillante que estuvo marcado por la resistencia heroica ante el terrorismo de ETA y ante el nacionalismo obligatorio impuesto por el PNV.

Para justificar los cambios de caras que pretende introducir en las candidaturas para las elecciones municipales y forales de mayo, Quiroga argumenta: «La situación política ha cambiado, el futuro va a ser diferente y el PP tiene que adaptarse para ser útil a la sociedad». Dicho de otra manera: como ETA ya no mata, el PP no puede seguir siendo el partido con un discurso «incómodo» y «antipático» para muchos vascos, que denuncie, por ejemplo, que el brazo político de ETA ha vuelto y está en las instituciones. Aunque, bien pensado, me imagino que la presidenta del PP vasco no quiere caer en la esquizofrenia de denunciar eso cuando el presidente del Gobierno y de su partido, Mariano Rajoy, no ha hecho nada para evitarlo.

El problema que tienen Quiroga y, con ella, los demás dirigentes del PP vasco es que, desde hace tiempo –concretamente desde el 2008, cuando María San Gil decidió dimitir e irse a su casa, ante la deriva que vio en la política de Rajoy frente a ETA y a los nacionalismos–, los populares vascos han dejado de ser un referente de nada y de nadie. Han perdido, porque se han empeñado en ello, su razón de ser, que en una parte de España tan castigada por el terrorismo y tan dominada por el nacionalismo como es el País Vasco no puede ser otra que defender la libertad, la democracia y la Constitución.

Eso es lo que durante muchos años hizo grande al PP vasco y lo que provocó que fuera admirado, respetado y querido por muchos españoles y votado por un gran número de vascos. Sin embargo, y eso es lo que Quiroga y el resto de dirigentes del PP vasco no quieren ver, cuando te haces irreconocible, como le ha sucedido al PP vasco en los últimos años, ni te votan, ni te respetan, ni te quieren ya ni los tuyos. En esa situación, todo se reduce a una serie de quitas internas, a personalismos, a mediocridades; en suma, que en el fondo son una ofensa para todos los que a lo largo de estos años dieron literalmente su vida o dejaron los mejores años de ella por defender los valores de la libertad y de la paz.

Por eso, sí, tiene razón Arantza Quiroga: el PP vasco seguirá su lenta agonía, porque ni su actual presidenta ni ninguno de los otros dirigentes han dado muestras de entender nada de por qué han llegado a esa situación y por lo tanto serán incapaces de darle la vuelta a la misma. Añádase a esto que a Rajoy no parece importarle en exceso la debilidad extrema de su partido en comunidades como Cataluña y el País Vasco. Su idea ha sido y seguirá siendo entenderse con el PNV y con CiU desdeñando a su propio partido, por lo que la conclusión es evidente: entre el original y la fotocopia, la gente siempre elige lo primero.