Juan Carlos Viloria-El Correo
Lo más inteligente es alejarse de la propaganda, las encuestas y el pragmatismo
En las últimas elecciones legislativas, Lidia Falcón, matriarca del movimiento feminista y efigie de la izquierda en Cataluña, hizo una intensa campaña en favor de Izquierda Unida/Podemos contra el voto útil. Contra los cantos de sirena de Sánchez que apelaba al voto de toda la izquierda para frenar a «las derechas de Colón». La presidenta del Partido Feminista, una leyenda del movimiento incorporada a los restos del naufragado comunismo hispano, se batió como una jabata para que la izquierda radical/populista no le diera su apoyo útil y gratis al PSOE de Sánchez. Su esfuerzo colaboró decisivamente a impedir que Sánchez/Redondo lograsen su objetivo de aplastar a Podemos con la estrategia del voto útil. La fuerza parlamentaria conservada por Alberto Garzón y Pablo Iglesias, gracias a Falcón y otros resistentes, les ha permitido a ambos asaltar La Moncloa y convertir en realidad su sueño de ser ministros. Pero a la buena de Lidia Falcón le han pagado el esfuerzo expulsándola de Izquierda Unida/PCE porque dicen que no se ajusta a las directrices del neo-feminismo que promueven desde las filas de Unidas Podemos.
Para la legendaria feminista catalana luchar contra el voto útil ha sido inútil. Suele suceder. Muchos votantes del centro derecha vasco con la excusa del voto útil se pasaron en las últimas elecciones autonómicas a engordar las listas del PNV. Con la fuerza de sus seis diputados en Madrid, el partido de Urkullu primero pactó con Mariano Rajoy los Presupuestos generales a cambio de un trato de favor y algunas promesas estatutarias. Pero en el momento crítico el grupo vasco dejó al PP más colgado que un jamón y se pasó con armas y bagajes a apoyar la moción de censura cocinada por Pablo Iglesias y Pedro Sánchez. Otra vez la inutilidad del voto útil.
En teoría, un votante podría concluir que en aquellos territorios donde su partido no tenga ninguna posibilidad de obtener escaño, votar a esa formación sería inútil, pero si los sondeos le dan alguna posibilidad, entonces su voto podría ser útil. Aunque ese ejercicio de pragmatismo requiere tener una fe ciega en las encuestas y en las estadísticas. Porque es imposible, con certeza absoluta, decir si un voto será útil o inútil en una circunscripción concreta. El reparto de los escaños depende de múltiples factores y con el mismo número de votos un partido puede obtener o no escaño dependiendo de cómo se repartan las papeletas entre el resto de las fuerzas políticas. Así que lo más inteligente es alejarse de la propaganda, de las encuestas, del pragmatismo y hacer un ejercicio de coherencia entre la vida real y la llamada de la inteligencia emocional.