El Mundo 26/11/12
Santiago González
Es lo malo de las elecciones plebiscitarias: que datos relevantes, como el desplome ma non troppo del PSC, el crecimiento de ERC y la espectacular subida de C’s, pierden atractivo ante el único asunto de interés: el fracaso de Artur Mas, que buscaba la absoluta y se hunde muy por debajo de sus resultados de 2010. Estaba escrito aquí que con la Diada, Mas «ha resucitado a la mortecina Esquerra» (14-9-12).
Mas ha seguido el camino emprendido por Ibarretxe, un Juan Josué, entre 2002 y 2005 para llevar al pueblo vasco a la Tierra Prometida, que para Moi Mas es la Polonia de Alfred Jarry, tan soberbiamente adaptada por Boadella para Els Joglars: ninguna parte.
Artur nos ha dado momentos gloriosos. El fetichismo onomástico de los nacionalistas. Allá donde se dicen palabras como libertad, independencia, autodeterminación y afines, levantan la mano en la subasta y gritan: «¡Mía!». Los vascos han invocado seriamente el precedente de la autodeterminación alemana de 1990. Que aquel acuerdo de los parlamentos (no hubo referéndum) fuera para unir lo que estaba separado, ¿qué más da?
Así, los modelos de Ibarretxe, el Estado Libre Asociado de Puerto Rico y el Estado Libre de Baviera, son también los de Mas. Los portorriqueños acaban de manifestar su deseo de ser unos estadounidenses cualesquiera y Baviera es un land exactamente igual que los otros desde Bismarck. Luego está la doctrina. Donde Ibarretxe había dicho «no hay diques ni cauces que puedan contener la voluntad de este pueblo», Mas ha sentenciado que «la fuerza de la democracia y el civismo no la podrá frenar nadie, ni los tribunales ni las constituciones ni todo lo que ponen delante». Los dos son almas simples, pero Ibarretxe tiene a su favor el lenguaje pastoril de la parábola, mientras Mas se expresa en la prosa mazorral del viajante de comercio.
Ambos ponen al pueblo y la democracia por delante de la Ley. ¡Qué disparate! A punto de tirarse al vacío invocan la libertad de movimientos, sin darse cuenta de que su libertad está sometida a la ley. De la gravedad, concretamente.
Los ciudadanos de Cataluña han sancionado estos dos años de mala gestión, legislatura fallida, irresponsabilidad, recortes y mentiras. Su fuga de la realidad ha hecho perder a CiU 12 escaños. «España nos roba» ha sido el grito de campaña. En los últimos 10 años el PIB de Cataluña ha crecido 1,06 puntos más que el español. Nuestra legendaria capacidad de iniciativa económica. Siempre se ha dicho que «los catalanes de las piedras hacen panes». De menos han hecho un president, si bien se fijan. Si hubiera sido 1,06 puntos inferior sería prueba evidente de que España nos castiga con las inversiones.
Ahora, CiU ni siquiera puede seguir la tradición (qué nos vais a dar a cambio), pero también han tasado mal el plan B. Incluso admitiendo la predisposición de Rajoy a pactar con ellos, no podrá satisfacerles. Un concierto y cupo con el privilegio financiero del vasco llevaría a la quiebra la economía española. Mas va a empezar a ser transparente para sus compañeros; puede pedirle asesoría a Zapatero. La independencia tendrá que esperar. La mayoría soberanista ha perdido siete escaños respecto a 2010. Si lo que preocupa a CiU es la jurisdicción penal, aún hay plazo para blanquear dineros negros, acogiéndose a la generosa amnistía fiscal del PP. Adéu, senyor Mas. Passi-ho bé.