La leyenda contra la Ley

JAVIER REDONDO – EL MUNDO – 25/03/17

· En su Historia de los pueblos de habla inglesa, Churchill no cita ni una sola vez a Cataluña. Porque Cataluña jamás ha pertenecido a Gran Bretaña ni ha tenido la más mínima relación en calidad de nación con ella. De ningún modo por tanto se le pueden aplicar los instrumentos jurídicos ni los recursos históricos que sirven para explicar el caso de Escocia.

Tampoco tiene el separatismo catalán a su Braveheart, ni siquiera plumas exquisitas de prosa arrebatadora que atrapen a los biempensantes, inclinados siempre al diálogo-ficción. Cataluña tiene y ha tenido notables escritores que, pese a su contribución a la cultura regional, carecen del sello de calidad de «buenos catalanes». El nacionalismo, entre otras cosas, provoca decadencia intelectual.

El caso es que Jacobo I, hijo de María Estuardo, rey de Escocia y primero de su dinastía en Inglaterra, asumió el título de rey de Gran Bretaña porque, de facto, su coronación en 1603 supuso la unión de los dos pueblos. El torpe Carlos I no tuvo la sensibilidad de su padre y pretendió someter a los escoceses por las bravas. En 1638, los notables de Escocia presentaron una Petición de Pacto con la Corona. La plebe lo asumió con desmedido frenesí: algunos, a falta de tinta, se hirieron para signarlo con sangre.

El pergamino incluía la convocatoria de una Asamblea General –cuasi constituyente–. Carlos I la disolvió. Medio siglo después y tras una tensa relación, Inglaterra decidió ser «financieramente generosa» con Escocia para facilitar la adhesión. La reina Ana firmó el Acta de Unión en 1707. Churchill, Nobel de Literatura, mide bien sus palabras: Escocia es un pueblo de habla inglesa, no una nación. La nación, que es Gran Bretaña, se construyó mediante la incorporación de pueblos a la Corona británica, supeditada desde la Gloriosa al Parlamento de Westminster.

Todo esto para insistir sobre lo forzado y estrambótico de ciertos paralelismos. Y al mismo tiempo, para recordar que cuando las instituciones, y en este caso concreto la Fiscalía, se ponen a funcionar en Cataluña es para evitar el secuestro del Estado de Derecho. Los independentistas toparon primero con Rajoy y luego con la Ley. Rajoy no puso precio al apaciguamiento. El separatismo, que venía con el impulso estatutario tomado, se pasó de frenada. Se metió en un bucle endiablado y quimérico.

Si el Gobierno de España se mantiene impertérrito y no negocia sobre lo innegociable, los independentistas, que solicitan un balón de oxígeno, tendrán que tomar la decisión definitiva: o golpistas o pusilánimes. El empuje febril de la leyenda mengua frente al avance inexorable de la Ley. Las sentencias de mínimos aplicadas a Mas, Homs y compañía son avisos.

El Estado es condescendiente pero rocoso. Mostrará que el nacionalismo es un híbrido transversal de intereses mundanos y crematísticos. Junqueras quiere elecciones; Puigdemont duda entre referéndum con visita a los juzgados o retirada sin honores; la CUP mete ruido y pone el folclore, y Mas necesita tiempo. Al final, la Ley muestra las miserias y debilidades humanas y suaviza la megalomanía.

JAVIER REDONDO – EL MUNDO – 25/03/17