IGNACIO CAMACHO-ABC

  • Andalucía tiene la clave del cambio. A Sánchez no lo tumbará la crispación sino un modelo político ecléctico y sosegado

La noche de las próximas elecciones locales, el mapa de los municipios andaluces será la fuente más fiable para conocer el futuro de Pedro Sánchez. Hasta hoy, el PSOE controla seis de las ocho diputaciones, cuatro capitales de provincia y más de dos tercios de los ayuntamientos; sólo con que esa ventaja se equilibre a un 50/50, el presidente del Gobierno pasará los últimos meses de su mandato más fuera que dentro. No parece un objetivo remoto tras la mayoría absoluta de Juanma Moreno, que celebra hoy la fiesta autonómica del 28 de febrero encaramado con comodidad en lo alto de los sondeos. Por mucho que los socialistas puedan avanzar en Cataluña les resultaría imposible remontar un retroceso sensible en su antiguo feudo. Es en Andalucía, no en mociones-sainete ni en golpes de efecto, donde está la llave del vuelco. En el método ecléctico que ha cambiado su percepción como patio trasero del bipartidismo para transformarla ante el resto de España en un modelo de éxito.

Los datos macroeconómicos aún no permiten lanzar ninguna campana al vuelo porque la región no termina de compensar sus desniveles de renta, productividad y (des)empleo. Sin embargo, la sensación de despegue se ha impuesto con aceptación notable. Málaga y el arco mediterráneo viven un momento de expansión brillante. La Junta ha dinamizado la inversión privada con medidas liberalizadoras y está impulsando políticas de desarrollo eficaces en los sectores turísticos, tecnológicos y medioambientales. El mantenimiento (y refuerzo) de las estructuras de bienestar ha disipado los recelos sociales y desarmado a la izquierda de sus herramientas clientelares. Y Moreno aparece ante la opinión pública con el perfil amable de un líder moderado, tranquilo, sensato y dialogante, sin que la oposición haya podido encontrar un flanco débil por el que causarle desgaste. Eso llegará, sin duda, pero probablemente tarde para frenar el actual ciclo expansivo de los populares.

El aire de cambio ha cuajado, y ha pillado al sanchismo en pleno declive nacional y falto de un liderazgo territorial compacto que sepa cohesionar a una formación desmotivada tras dos sucesivos batacazos. Conserva un fuerte poder local pero su músculo electoral está anquilosado y el desprestigio creciente de Sánchez no contribuye a activarlo: resta más que suma a las posibilidades de sus candidatos. El resto de la izquierda es un caos, y Vox carece de implantación suficiente además de estar tocado por el reciente fiasco del ‘olonazo’. La derecha no sólo ha dejado de inspirar miedo sino que muchos votantes empiezan a encontrar cobijo en ese estilo sosegado, flexible, refractario al ruido de una escena pública agitada por los extremismos. El gran problema del otrora hegemónico PSOE andaluz es que le ha quitado el sitio un partido que explota sus mismos instrumentos políticos sin caer –todavía– en idénticos vicios.