Ignacio Varela-El Confidencial
La estimación del CIS viene aliñada para inflar artificialmente la expectativa electoral de Vox en perjuicio de las del PP y Ciudadanos
El actual director del CIS ha descalificado repetidamente a la comunidad sociológica del país, incluidos sus antecesores en el cargo, con el argumento de que las llamadas ‘estimaciones de voto‘ (que consisten en corregir metódicamente sesgos y desviaciones para ofrecer una imagen más ajustada a la realidad) no son ciencia sino brujería, manipulaciones malignas al servicio de intereses inconfesables. Su autoasignada misión era restablecer el canon de la pureza científica, expulsando del templo a los mercaderes de las encuestas que engañaban al honrado pueblo con manejos y gatuperios.
Ello no le impidió alterar desahogadamente el método a su conveniencia: hasta en cinco ocasiones ha modificado el criterio y la forma de presentar los resultados. Cada cambio ha ido acompañado de notas metodológicas cada vez más largas y abstrusas; y, por supuesto, de más declaraciones pontificales reivindicando para sí el monopolio de la verdad científica frente a la ignorancia supina de quienes osan cuestionarle.
Su momento estelar ha llegado con la encuesta preelectoral que hizo pública ayer. Esta vez, la nota metodológica de marras ocupa 21 páginas cargadas de verborrea profusa, difusa y deliberadamente confusa, plagadas de gráficos y fórmulas matemáticas, que se resumen en algo bien simple: para esta ocasión, Tezanos ha regresado a la cocina de toda la vida. La que practicó el propio CIS durante cuatro décadas. La que siguen practicando todos los profesionales del sector. Aquella que él anatemizó como herejía abominable.
Deberíamos celebrarlo si ello garantizara algo para el futuro. Y, sobre todo, si el aparente regreso a la normalidad no tuviera truco. Pero lo tiene. Esta vez no ha sido para inyectar vitaminas a su caballo, que va sobrado de ellas, sino para dopar al quinto pasajero que acaba de incorporarse a la comitiva. La estimación del CIS viene aliñada para inflar artificialmente la expectativa electoral de Vox en perjuicio de las del PP y Ciudadanos.
En la tabla, podemos comparar tres resultados de la encuesta. Primero, el que se habría publicado con la doctrina tezánica de los datos crudos. Segundo, el que debió publicarse si se hubiera aplicado honradamente el modelo de estimación. El tercero es el que realmente se publicó ayer.
Datos sin estimación | Modelos de estimación CIS | Estimación publicada | |
PSOE | 34,2 | 29,3 | 30,2 |
PP | 16,1 | 20,1 | 17,2 |
Cs | 14,6 | 15,9 | 13,6 |
UP | 12,3 | 13,5 | 12,9 |
Vox | 6,1 | 7,0 | 11,9 |
La primera resultaría claramente inconveniente para la campaña del PSOE. Demasiado abultada esa victoria, los nuestros podrían confiarse. La segunda es la que habría difundido cualquiera de los anteriores responsables del CIS, respetuosa con el método habitual de tratamiento de los datos. La tercera es simplemente un apaño.
La diferencia sustantiva entre la estimación legítima y la trucada está en el reparto del voto de la derecha. La cirugía ha consistido en elevar artificialmente en cinco puntos el resultado de Vox, llevándolo del 7% al 11,9%. Y detraer esos mismos cinco puntos del PP y de Ciudadanos. También se arañan unas décimas más de los partidos menores para que el PSOE supere la barrera psicológica del 30%, pero a estas alturas esa maña ya parece venial.
Puede decirse que un 7% para Vox es poco. A mí también me lo parece. Pero es lo que sale de la encuesta, y no hay en ella ningún indicador que permita sostener lo contrario. Además, es congruente con lo que el propio CIS ha venido ofreciendo: el barómetro de enero daba a Vox un 4,5% y el de febrero, un 5,9%. ¿Qué ha pasado en un mes para hacerle saltar siete puntos? No ha pasado nada. Mejor dicho, ha tenido que ocurrir una de estas dos cosas: o Tezanos no cree sus propios datos y ha decidido alterarlos ‘manu militari’, o ha recibido una indicación de la superioridad.
El problema viene cuando se asignan escaños por provincias y se ofrecen los resultados de la encuesta en las comunidades autónomas. Porque es entonces cuando la chapuza salta a la vista.
Con esta encuesta en la mano, en Castilla-La Mancha, el PP aventajaría a Vox en 14 puntos y a Ciudadanos en nueve. Sin embargo, a Vox se le atribuyen cuatro escaños y a Cs solo tres. Con esos votos, se pretenden cosas tan peregrinas como que los tres escaños de Guadalajara se los repartirían el PSOE y Vox, dejando fuera al PP y a Cs. O que en Cuenca Vox alcanzaría el tercer escaño, superando al partido de Rivera.
En Castilla y León, parecido panorama: Vox estaría 20 puntos por detrás del PP y 10 puntos por detrás de Ciudadanos. Lo que quiere hacerse compatible con que los de Abascal superen a los de Rivera en Salamanca —una de sus plazas fuertes—, conquistando el cuarto escaño; o con que suceda lo mismo en León y, posiblemente, en Palencia.
Tercer ejemplo: según los datos de la encuesta, en Cataluña, Ciudadanos triplicaría en votos a Vox y el PP lo duplicaría. Pero en el reparto de escaños, en Barcelona (que supone el 75% de Cataluña), abracadabra, se asignan tres escaños a Cs, otros tres a Vox y solo uno al PP. ¿Es posible? No, no lo es.
Hay una desconexión manifiesta entre los datos de voto en los territorios y la asignación de escaños; y milagrosamente, siempre opera a favor de Vox, que, con porcentajes regionales muy modestos, conquista, cual Cid Campeador, plazas decisivas. Y es que a los cocineros del CIS se les ha olvidado que, para que los ingredientes liguen, no solo hay que apañar la estimación a nivel nacional; también hay que tocar los regionales. O, en su defecto, no darlos.
Esto es algo mucho más grave que un juego estadístico o una polémica corporativa. Es el instituto público manipulando su propia encuesta a dos semanas de las elecciones. Y no para favorecer al partido del Gobierno —que ya estaría mal— sino para impulsar a la extrema derecha y deprimir a los partidos de la oposición constitucional. Es obvio que se trata de abonar el terreno para el discurso polarizador que atemorice a la clientela de Sánchez con el peligro de Vox. Y, de paso, desactivar la campaña de voto útil de Casado y la movilizadora de Rivera. ¿Qué voto útil puede pedirse desde la profundidad del 17%?
Este es el único país europeo en que un Gobierno que se dice socialdemócrata suministra vitaminas demoscópicas adulteradas a la extrema derecha emergente. ¿Por qué lo llaman ciencia cuando quieren decir magia?