PEDRO GARCÍA CUARTANGO-ABC

  • Las causas de este fracaso remiten al sectarismo y el cainismo que han marcado la historia de España desde el retorno del desdichado Fernando VII

España es hoy un país muy polarizado políticamente. Esto no es ninguna novedad histórica. Ya sucedía en la II República con dos bloques enfrentados en una dinámica que provocó la trágica Guerra Civil. Tras la muerte del general Franco, surgió UCD como un partido de centro que jugó un papel muy importante en la consolidación de la democracia. Pero fue duramente castigado en las urnas y acabó por desaparecer.

Desde el triunfo electoral de Felipe González en 1982, la vida política nacional se transformó en la alternancia en el poder de dos fuerzas políticas: PSOE y PP. Las dos representaban más de las dos terceras partes del electorado y apenas dejaban espacio a otras formaciones.

Este escenario permaneció inalterado durante más de tres décadas hasta la aparición de nuevos partidos como UPyD, Ciudadanos y Podemos. Los dos primeros fueron intentos fallidos de crear un espacio de centro. Albert Rivera estuvo a punto de conseguirlo en las elecciones de 2019 cuando sacó 57 escaños, pero dilapidó su capital político.

Ahora surge Izquierda Española, promovida por antiguos dirigentes de Ciudadanos y algunos disidentes del PSOE, que quieren volver a intentarlo. Según explicó ayer en el programa de Alsina uno de sus fundadores, el partido nace con un ideario socialdemócrata y con la intención de presentarse a las próximas elecciones europeas de junio. Una de sus señas de identidad es la defensa de la igualdad de los ciudadanos y los territorios, lo que les diferencia de un PSOE cada vez más proclive a asumir las exigencias del nacionalismo.

La pregunta es si en una sociedad tan polarizada como la española tiene posibilidades de arraigar un partido de centro, equidistante entre las posiciones de Feijóo y las de Sánchez. El tiempo lo dirá, pero soy pesimista porque en nuestro país nunca han prosperado esas formaciones que huyen de la confrontación entre izquierda y derecha.

Las causas de este fracaso remiten al sectarismo y el cainismo que han marcado la historia de España desde el retorno del desdichado Fernando VII tras su exilio en Francia. Golpes de Estado, guerras civiles, asonadas, regímenes autoritarios y efímeras Constituciones jalonan un pasado en el que proliferan episodios violentos y etapas oscuras. Salvo en la Transición y en otras muy contadas ocasiones, los españoles hemos sido incapaces de llegar a consensos en las cuestiones básicas que afectan a la gobernabilidad del Estado. Y ello ha hecho imposible ese espacio de centro sobre el que parece gravitar una maldición.

Confieso mi afinidad y mi simpatía por el proyecto de Izquierda Española, pero creo que su intento fracasará de nuevo porque fatalmente este país es el fiel reflejo de la pintura negra de Goya en la que aparecen dos tipos que se intentan matar a garrotazos. Seguimos en lo mismo.