Llegó al Congreso con la marmita llena de ingredientes. Con la ayuda militar a Ucrania, la necesidad de invertir más en defensa, el plan de choque para afrontar la crisis de una economía de guerra (aunque a Alemania le parezca un error la intervención de los precios), su giro en la política del Sáhara Occidental, marcándose un Trump ante la presión marroquí, la liquidación de la asignatura de Filosofía de la ESO (que es un bulo, según él). Pedro Sánchez lo mezcló todo ayer en el Parlamento. Y al final la pócima resultó tan explosiva que su plan de choque económico, que ha tomado ya forma de decreto ley, quedó diluido entre tanta crítica de la oposición a su giro con Marruecos.
Ayer era un día muy esperado, sobre todo por el propio presidente, que había levantado muchas expectativas con la ocasión porque iba a dar a sus señorías todo lujo de explicaciones. La guerra de Putin, la OTAN, el Consejo Europeo y su plan económico… Eso dijo después de que trece grupos parlamentarios, trece, hubieran solicitado su comparecencia ante el Congreso. Pero la jornada de ayer pasará a la historia por haber registrado el IPC más elevado en los últimos 37 años. Una inflación desbocada al 9,8%, y con Funcas bajando los humos al Gobierno al decir que su plan de choque solo logrará reducir el encarecimiento en un punto porcentual.
La ocasión merecía un debate en profundidad sobre las consecuencias del plan económico. Con lo interesante que habría sido que sus señorías hubieran bajado al barro de la prohibición del despido, por ejemplo. O el posible cierre de las gasolineras si se ven en apuros a la hora de aplicar la bonificación. Pero no. Había otros charcos. Y Sánchez toreaba las críticas pidiendo unidad con el patriotismo como excusa. Quien le apoye el plan de choque, será un patriota. Quien se oponga, le hará el juego a Putin. Es su forma unilateral de actuar la que logra exasperar a la oposición y sus socios. Si el hemiciclo deambuló por la tormenta del desierto no fue por voluntad de Sánchez, que empleó tan solo 12 minutos y medio de su discurso de hora y veinte minutos a referirse a Marruecos y el Sáhara, sino porque todos los grupos querían escenificar su rechazo.
Después de que intentara justificar su volantazo con Marruecos aferrándose a la defensa del mandato de la ONU y «de acuerdo entre las partes», no había justificación comprensible. ¿Qué partes? ¿Los saharauis están de acuerdo? El Polisario, a cuyo líder enfermo atendió este Gobierno por la puerta de atrás, dice que el presidente ha sucumbido a las presiones de Marruecos. ¿Y Argelia? Ha retirado a su embajador y nos está cambiando por Italia como socio energético. PNV y ERC muy críticos con el humo que vende el presidente. Todos le preguntaban: el giro con Marruecos, ¿a cambio de qué? Y no hubo respuesta.
Sánchez sintió ayer la soledad del poder. Pero solo buscaba la aprobación del decreto ley. Lo demás no le importa si puede seguir cabalgando.