EL CORREO 14/07/13
Sólo uno de cada tres ayuntamientos vascos donde ha habido atentados se suma al mapa de la memoria
Se trata de colocar un monolito, una placa o una escultura en aquellos municipios vascos que se han visto golpeados por el terrorismo en las últimas décadas con el simple propósito de recordar a sus víctimas. Pero la iniciativa, puesta en marcha hace cuatro años por el Gobierno de López y a la que el Ejecutivo de Urkullu tiene intención de dar continuidad, ha encontrado poca sensibilidad en muchos de los ayuntamientos afectados. Apenas uno de cada tres municipios donde hubo un atentado ha querido honrar a los muertos: en total, han sido 31 los pueblos que se han sumado al mapa de la memoria de los 91 que vieron sus calles ensangrentadas. Sorprende el caso de Gernika, que no participa a pesar de su simbolismo y proyección internacional como ciudad de la paz. En tiempo de paz es mucha la memoria pendiente. Sobre todo cuando uno mira de cerca la huella del terrorismo en Euskadi y el olvido al que se ha relegado a las víctimas en buena parte de sus municipios. Hace cuatro años que el Gobierno vasco, entonces en manos del PSE, anunció su apuesta por crear un «mapa de la memoria», cuyo objetivo sería extender el recuerdo de los damnificados por todas y cada una de las localidades en las que se cometió un atentado. A día de hoy, queda un gran trabajo por hacer. Tan sólo uno de cada tres municipios vascos en los que el terrorismo ha acabado con alguna vida inocente se ha sumado a esta iniciativa.
Los datos son desoladores. Desde 1960, han sido 614 las personas asesinadas en Euskadi por la sinrazón de los violentos –Bizkaia, 224; Álava, 47; y Gipuzkoa, 343–. El 75% de los atentados fueron perpetrados por ETA; y el resto por los GAL, los GRAPO y otros grupos de extrema derecha e izquierda, como el Batallón Vasco Español o la Triple A. El número de víctimas se extiende por nada menos que 91 de los 251 municipios vascos. No así el reconocimiento. Hasta ahora han sido 31 los ayuntamientos que se han incorporado al mapa de la memoria, un proyecto que consiste en que cada localidad coloque un monolito, una placa o una escultura en recuerdo de las víctimas. Y los últimos se sumaron hace ya más de un año. Se trata de Erandio, Getxo, Markina, Elburgo, Beasain, Orio, Zumaia y Zumarraga, según los datos que maneja el Gobierno vasco.
A modo de aspecto positivo, cabe señalar que si se atiende al número de afectados a quienes fueron destinados los actos que organizó la treintena de municipios –421 de 614 personas–, el porcentaje de víctimas homenajeadas representa casi el 69% del total. Las tres capitales absorben por sí solas un tercio de los atentados mortales registrados en Euskadi.
La mayoría de los tributos se materializaron en la última década –el Parlamento vasco instaló en su entrada la escultura por las víctimas en 2008–, si bien los primeros actos de estas características se retrotraen a principios de los noventa. El monolito en la academia de la Ertzaintza en Arkaute, inaugurado en 1993, y la calle que San Sebastián dedicó en 1995 al dirigente del PP Gregorio Ordóñez fueron algunos de los gestos que empezaron a forjar lo que ahora se conoce como el mapa de la memoria. Bilbao haría lo propio dos años después, al dar el nombre de una plaza situada junto al Guggenheim al ertzaina José María Aguirre. El agente custodiaba, junto a otros compañeros, el museo los días antes de su inauguración. Estaba previsto que asistieran a la apertura el entonces lehendakari, José Antonio Ardanza, y el presidente del Gobierno central, José María Aznar, lo que convirtió la cita en objetivo de ETA. Aguirre frustró un atentado de la banda terrorista –quería colocar una bomba a la entrada del edificio–, pero lo pagó con su vida.
El listado de víctimas es, sin embargo, bastante más amplio, como también lo es el número de localidades que todavía no han dado un paso en favor de su reconocimiento, tanto institucional como social. Cabe recordar que muchas familias se han visto obligadas a ocultar su dolor en sus respectivos pueblos por la presión de los radicales. Entre los municipios que sí forman parte del mapa de la memoria figuran las tres capitales, así como varias de las localidades más pobladas de Euskadi; por ejemplo, Santurtzi, Ermua, Zarautz o Andoain. Gipuzkoa es, con diferencia, el territorio histórico más castigado por la lacra del terrorismo. Mientras que por localidades, Irún, Rentería, Tolosa, Barakaldo y Portugalete son los que más han sufrido el azote de la violencia. Algunos han sido testigos de hasta una veintena de asesinatos.
Por unanimidad
Entre los actos más simbólicos que se han llevado a cabo destaca el impulsado por el Ayuntamiento tolosarra en 2009, entonces en manos del jeltzale Jokin Bildarratz. El homenaje, dirigido a 26 personas asesinadas en la localidad o nacidas en la misma –como el marido de Maixabel Lasa, el ex gobernador civil de Guipúzcoa Juan María Jáuregui–, sirvió para unir a familiares de víctimas de ETA y de los GAL bajo un mismo mensaje: por la paz y frente al terrorismo. Bildarratz, que también era en aquel momento el presidente de la Asociación de Municipios Vascos, Eudel, ofreció la ayuda del colectivo a los consistorios –sobre todo a los más pequeños– que quisieran honrar a los damnificados por el terrorismo y no supieran por dónde empezar. Las puertas de Eudel siguen abiertas, así lo aseguran desde la agrupación, si bien reconocen que hasta la fecha ningún ayuntamiento ha pedido su ayuda para un homenaje de estas características.
Los municipios suelen actuar en base a su autonomía local o contactan con el Gobierno vasco. Pero la organización de este tipo de actos no es sencilla. Está supeditada a dos factores concretos, que no sólo se escapan del control del Ejecutivo de Vitoria, sino que, como ha ocurrido en diferentes ocasiones, pueden llegar a imposibilitar cualquier iniciativa. En primer lugar, debe respetarse en todo momento la voluntad de los allegados de las víctimas a quienes va dirigido el homenaje en cuestión. Hay casos en los que se han negado a que se celebrara conmemoración alguna, ya sea porque habían pasado página o porque preferían que el caso no trascendiera. Esto ha ocurrido, por ejemplo, en Sestao y Ordizia, donde fueron asesinadas cuatro y ocho personas, respectivamente.El segundo requisito responde a la necesidad de alumbrar un acuerdo entre los diferentes grupos políticos con representación en los ayuntamientos, en cuyos hombros recae la organización del evento. Un paso que resulta especialmente complicado en los feudos gobernados por Bildu. Es el caso, por ejemplo, de localidades como Mondragón, Hernani o Azpeitia, en las que se han producido una decena de asesinatos, respectivamente. En esta última localidad guipuzcoana se produjo uno de los últimos atentados de ETA, el que acabó con la vida del empresario Inaxio Uria en diciembre de 2008. Los ocho últimos municipios en sumarse al mapa de la memoria están en manos del PNV o el PSE.