Francesc de Carreras-El Confidencial
- Los aniversarios sirven para honrar a quienes han contribuido con su grano de arena, de la dimensión que sea, a construir nuestro país
Hace un mes se cumplió el centenario del atentado terrorista que costó la vida aEduardo Dato. Dada la creciente ignorancia de la historia, debida a la cada vez más escasa atención que se le presta en los planes de estudio de las enseñanzas primaria y secundaria, muchos se preguntarán de quién se trata, qué hizo para que le recordemos y cuál es su importancia y significación en la historia de la España contemporánea.
Los aniversarios sirven para honrar a quienes han contribuido con su grano de arena, de la dimensión que sea, a construir nuestro país. En este caso, la repercusión de esta figura histórica ha estado casi ausente de los medios de comunicación. Resulta meritorio, por tanto, que sea el Gobierno quien se haya preocupado en honrarle.
Más o menos, un español de cultura media, tiene una vaga idea de quienes son Cánovas del Castillo y Sagasta, Maura y Canalejas, para citar personajes políticos de la Restauración de la monarquía, este período de la historia de España que abarca desde 1874 a 1923. Pero no va más allá. Quizás el conde de Romanones, por ser un personaje popular, o Francisco Cambó por ser el principal líder catalanista de ámbito nacional. Pero difícilmente sabrá ubicar, con un cierto conocimiento, a Francisco Silvela, Manuel Alonso Martínez o Raimundo Fernández Villaverde, a pesar de ser recordados en calles y plazas de Madrid y de otras ciudades, o en dar nombre a estaciones de metro de la capital. Así también Eduardo Dato.
Sin embargo, lo significativo es que en el aniversario de su trágica muerte ha sido recordado dentro del ámbito de lo que se denomina memoria histórica, hoy memoria democrática, competencia de la vicepresidencia primera del Gobierno. Y este es un punto importante a destacar porque este discutible y discutido término, el de memoria histórica, ha sido utilizado en los últimos años más para dividir a los españoles en buenos y malos, según se alineen a izquierda o derecha, que en recordar los hechos históricos con la mayor objetividad posible. Saber historia es, a mi parecer, la base fundamental para entender la política.
Pues bien, quizás con este aniversario las cosas estén clarificándose. En efecto, el Gobierno decidió conmemorar la muerte de Dato en dos sesiones de estudio de su figura celebradas en la Real Academia de Ciencia Morales y Políticas, que actualmente preside don Miguel Herrero de Miñón y que fueron inauguradas por la vicepresidenta primera doña Carmen Calvo, la cual pronunció un breve, pero sustancioso e innovador discurso. Tanto este como las intervenciones íntegras de los ponentes pueden verse en la web de dicha Academia.
«El presente no te sorprende cuando se conoce la historia de España», fue la frase con la que inició su intervención Carmen Calvo
Contrariamente a lo que se ha entendido hasta ahora por parte de muchos intrigantes de la historia, la vicepresidenta precisó lo que debe entenderse por memoria democrática. No debe circunscribirse, dijo, al recuerdo de un episodio tan trágico como es la Guerra Civil sino a la larga lucha por la democracia desde la Constitución de Cádiz hasta hoy. Es una memoria, dijo, «para reencontrarnos entre todos, conscientes del gran país que somos y de la historia que tenemos (…), con la que nos podemos identificar más y con la que nos podemos identificar menos» pero en todo caso debe abarcar «el conjunto de esta historia (…) para conocer nuestras fortalezas y debilidades».
Además, de su reflexión se desprende implícitamente que la memoria no es algo distinto a la historia: «Todos tenemos que estudiar historia». Y añadió, especialmente los niños y los jóvenes, quizás como una advertencia crítica a los actuales planes de estudio. «El presente no te sorprende cuando se conoce la historia de España», fue la frase con la que inició su intervención y resume bien su objetivo.
Y como ejemplo de que estas palabras no son vanas, no se las llevará el viento, tenemos como ejemplo esta iniciativa de la vicepresidencia primera de conmemorar la vida y obra de Eduardo Dato, un político del partido conservador que en su dilatada ejecutoria – ministro en diversas ocasiones, tres veces presidente del Gobierno, presidente del Congreso y alcalde de Madrid – fue persona de talante conciliador, para nada extremista, que pese a sus firmes convicciones en línea con la manera de pensar de su partido fue persona que se preocupó por las cuestiones sociales, propuso iniciativas parlamentarias para aprobar leyes sobre accidentes de trabajo, regular las condiciones laborales de mujeres y niños, crear el Instituto Nacional de Previsión y más tarde el primer Ministerio de Trabajo.
Además, continuando la labor iniciada por Canalejas – este del partido liberal, también asesinado por grupos anarquistas – creó la Mancomunidad de Cataluña – ¿le ha rendido homenaje la Generalitat? – y evitó que España participase en la guerra europea. En su debe, quizás, está la equivocada manera de afrontar la grave crisis militar, social y parlamentaria de 1917, así como su derivada, el inicio de la violencia en Cataluña que dio lugar finalmente al golpe de Estado de Primo de Rivera.
Sin embargo, en conclusión, tal como sostuvo Miguel Herrero en la inauguración de estas sesiones académicas, Dato contribuyó al progreso de la democracia porque vio claro que esta no consistía únicamente en la suma de votos, sino que su finalidad era la integración política y este recuerdo de Eduardo Dato era un homenaje a la voluntad de los españoles de vivir juntos, sin importar las distintas ideologías y procedencias.
Si entendemos así la memoria, como historia de la democracia sin discriminación de ideas sino como una larga marcha hacia la libertad y la igualdad entre ciudadanos, habremos contribuido a la concordia entre los españoles.