Luis Ventoso-ABC
A pesar de que ya se traga con todo, lo de hoy es aberrante
Cuando se enfila la senda del deterioro se corre el riesgo de acabar aceptando como normal aquello que en puridad es aberrante. Y eso empieza a ocurrir en nuestro país. La reunión de la mesa de desguace de España que ha organizado hoy Sánchez en La Moncloa, con la única meta de que los separatistas le sellen sus presupuestos a cualquier precio, es un engendro inaceptable y debe ser denunciada con énfasis. Hace solo dos años, un disparate así, que orilla todo nuestro sistema institucional, habría provocado un enorme escándalo social y mediático. Pero la sociedad española está adormilada, bien mecida por una eficaz propaganda a través del cuasi monopolio televisivo del «progresismo». La ciudadanía vive más atenta a los
concursos de la factoría Vasile y a «las cañitas del finde» que al futuro de su país. Pensamos que «nunca pasa nada». Pero los hilvanes se van descosiendo y no habrá vuelta atrás (por ejemplo, cuando Sánchez entregue las competencias de la Seguridad Social al País Vasco, acercando así un poco más al PNV a su sueño de un Estado vasco, nunca retornarán). Debemos denunciar los abusos de la mesa de hoy:
-La mesa de Sánchez y los separatistas catalanes va a diseñar un nuevo modelo de España, pero se traza al margen de las Cortes Generales, depositarias de la soberanía nacional, cuyo sujeto es el pueblo español. Un organismo de nuevo cuño improvisado por tres partidos -PSOE, ERC y JxC-, y que no ha sido refrendado por voto alguno de los españoles, decidirá por ellos cómo será su país (o mejor dicho, su No País).
-La mesa supone un agravio al resto de las comunidades, porque una sola región, y precisamente aquella en la que anida el mayor germen de deslealtad al proyecto común, les marcará su futuro a todas.
-La mesa ni siquiera representa a Cataluña, pues deja fuera a todos sus votantes que no son separatistas. De entrada, no está allí el partido más votado por los catalanes de carne y hueso en las últimas autonómicas, Ciudadanos.
-La mesa premiará con todo tipo de prebendas a una comunidad cuyo Ejecutivo se ha distinguido por llevar las cuentas autonómicas a la quiebra -sin el paraguas del Estado no podrían colocar deuda- y que dilapida el dinero de los catalanes en un incansable proyecto de propaganda separatista. El dinero y las inversiones extras para la Generalitat se pagarán restando fondos a comunidades cumplidoras.
-La mesa elimina toda alusión al orden constitucional que nos obliga a todos y acepta en su temario debatir una figura que no cabe en nuestra Carta Magna ni en el derecho internacional: la autodeterminación.
-La mesa de Sánchez y los separatistas aspiran a reformar el Código Penal a la medida de una docena de presos sediciosos, que declararon en 2017 la República Catalana y que prometen seguir intentándolo.
Un pueblo que tolera impávido este abuso debería avergonzarse de sí mismo.