La mordaza real

ABC 18/04/17
HERMANN TERTSCH

· Unos, patente de corso. Otros, amenaza de muerte civil

UNO de los éxitos propagandísticos más sonados de la izquierda en España estos pasados años ha sido su lucha contra la Ley de Seguridad Ciudadana que aprobó el Congreso hace unos años con la mayoría absoluta y solitaria del PP. Una reforma razonable y necesaria, aprobada por el PP con su habitual falta de tacto, comunicación y trabajo político, acabó convertida, mediante la agitación, en avieso instrumento con fines dictatoriales. La demonización de esta reforma como «Ley mordaza» fue llevada hasta niveles grotescos y ridículos por las televisiones del duopolio y asumida por todos los coros de la corrección política en los medios. Por lo que acabaron hablando de «Ley mordaza» no solo los agentes y palanganeros de regímenes como los de Caracas y Teherán donde rigen «leyes mordaza» de verdad. De las que te llevan al patíbulo o a la sala de tortura. Acabó hablando de «ley mordaza» toda la oposición en bloque en absoluto desafío al sentido común. Y pronto hasta los mismísimos trovadores habituales del gobierno tertulianeaban sobre la «Ley mordaza». Que en realidad era un intento razonable, discutible como todos, de cerrar unos huecos legales para evitar la impunidad en nuevas formas de agresión a instituciones democráticas y fuerzas del orden.

El caso es que al final todos hablaban de la «Ley mordaza». Y no había quien la defendiera. Como con la Ley de Educación o la Ley del Aborto, después de perderse la batalla de la propaganda, la consigna es evitar líos. La prioridad es que el Gobierno siga donde está y a lo que está. Que no es otra cosa que al estar. El pensamiento puré es contagioso y los conceptos de la cocina del lenguaje de la izquierda siempre encuentran en la tierna derecha ultracentrista a sus más entregados divulgadores. La ya célebre «Ley mordaza» desaparecerá. ¡Ay, si defendieran la mitad de bien las leyes necesarias que las miserables leyes heredadas de Rodríguez Zapatero, que la decencia exigía derogar en 2011, véase la inconstitucional, brutal y contraproducente Ley de Violencia de Género o la infame Ley de Memoria Histórica.

Precisamente la Ley de Memoria Histórica es una «ley mordaza» de verdad con la que se calla a todo el que quiera recordar las verdades de nuestro pasado y se niegue a comulgar con las mentirosas ruedas de molino de la izquierda y el separatismo. Está permitido difamar a cualquiera que no sea del bando correcto. Pero no recordar crímenes documentados de los otros. Se ponen cada vez más calles y monumentos a asesinos y golpistas, pero siempre del signo político correcto. La mordaza se extiende pero nadie levante la voz entre los políticos. No le vayan a llamar fascista y a montarle una campaña de acoso y muerte civil. En cadenas ultraizquierdistas del duopolio creado y protegido por el Gobierno del PP. A las que tanto gusta ir. Ahí tienen a Podemos con un autobús que difama a personas honradas a las que mezclan con sospechosos o delincuentes. Y hablan de trama los chicos de Maduro. Ayer los únicos que habían protestado, con razón, eran dirigentes socialistas indignados por la inclusión de Felipe González. No se oyó nada parecido de dirigentes del PP por la de Aznar y Aguirre. No se oyó a Cifuentes horrorizada como con el autobús de Hazte Oír. Cierto, la mordaza está sobre todos en la educación, en la universidad y en los medios, donde solo habla quien tenga beneplácito de la secta de la corrección. La mordaza real se debe a la servidumbre a la conveniencia de los políticos y tantos otros en una sociedad cobarde. Al desprecio a una libertad que no conocen.