EL CORREO 12/03/13
FLORENCIO DOMÍNGUEZ
Hugo Chávez Frías dejó de ser un desconocido comandante del Ejército de Venezuela el 4 de enero de 1992 cuando lideró un fracasado golpe de Estado que dejó decenas de muertos, entre ellos un joven estudiante universitario llamado Gaizka Etxearte, hijo del presidente del PNV en aquel país. Años más tarde, el 6 de diciembre de 1998, el exmilitar golpista ganó unas elecciones que le llevaron a la presidencia.
En vísperas de esos comicios una delegación de HB visitó Venezuela y envió a ETA un informe con las conclusiones del viaje: «El panorama político puede cambiar totalmente tras las elecciones de diciembre si se confirma la irrupción de Hugo Chávez y el Movimiento Bolivariano». La victoria de chavista ilusionó a la izquierda abertzale. Jone Goirizelaia, exdirigente de HB, declaraba en septiembre de 2001 que Venezuela se había convertido en «un claro referente para Euskal Herria».
Venezuela había sido históricamente país de acogida de miembros de ETA. Con Chávez esa situación continuó, pero además se convirtió en base operativa que permitió a ETA mantener una relación regular con las FARC y los «boliches» (FBL), entrenar en sus campamentos y ensayar artefactos explosivos.
ETA y su mundo vieron en Venezuela, primero, y luego en Bolivia un modelo ideológico y político. En los documentos del debate interno celebrado por ETA entre 2007 y 2008 los etarras buscaron modelos en el ámbito internacional y se fijaron en dos focos diferentes: por un lado en los países que se independizaron en Europa tras la caída del muro de Berlín y, por otro, en las revoluciones latinoamericanas. Los casos de los movimientos encabezados por Hugo Chávez y Evo Morales se presentaron como ejemplos.
La emoción por lo bolivariano va acompañada en ETA de una crítica al modelo de democracia liberal: «No debemos dar por bueno un sistema que se asiente en partidos políticos», escribe un etarra que defiende formas autogestionarias «asentadas en el poder popular y sin partidos políticos. Ahí tenemos la trayectoria que llevan Venezuela y Bolivia, así como el modelo cubano». Hay etarras que contraponen el capitalismo con lo que llaman «el modelo de vida vasco». «Nada de individualismo, colectividad, la de los barrios, organización asamblearia, y entre las claves añadiríamos otras dos. Las que son muy propias de Euskal Herria, surgidas con naturalidad, la organización de cuadrillas y las asociaciones de vecinos», apuntan los miembros de una ETA, jerárquica y escasamente participativa.
Otra consecuencia de la influencia de Chávez y Morales fue la aparición de un sesgo indigenista en la izquierda abertzale, al menos en su tarjeta de visita para América Latina. «El pueblo vasco tiene distintas coincidencias con los pueblos originarios –explicaba un miembro de Askapena durante un acto celebrado en territorio argentino acompañado de representantes mapuches en julio de 2007–. Fuimos conquistados por España en 1512 y por Francia en 1700, fuimos desposeídos de nuestras instituciones originales propias, de nuestras leyes, de nuestra cultura basada en la Ama Lurra, la Madre Tierra».
La muerte de Chávez deja a ETA sin el referente ideológico más relevante de los últimos años, aunque, seguramente, no les dejará sin el refugio de Venezuela, donde se estima que reside medio centenar de miembros o exmiembros del grupo terrorista.