Martín Alonso Zarza y Eduardo Mateos Santamaría-El Correo
- El miedo, la autocensura y los hechos alternativos aseguran en Francia el eclipse total de los afectados por la banda terrorista
El terrorismo de ETA se diferencia del conjunto de los nacidos en la tercera ola por su longevidad, que remite a su componente nacionalista, pero hay otros rasgos diferenciales. El organicismo -la caracterización del cuerpo político como un todo compacto y homogéneo- es fundamental en los credos nacionalistas. Para en el caso del nacionalismo vasco, aunque nominalmente abarca al conjunto del territorio a ambos lados de los Pirineos, en la práctica el tratamiento analítico y las reivindicaciones nacionalistas se circunscriben muy mayoritariamente solo a España (ocurre lo mismo con el catalanismo). Puesto que las reivindicaciones del nacionalismo vasco radical tienen que ver con el reconocimiento de sus particularidades en cuanto minoría nacional, habría que esperar que las expresiones de agravio y descontento, incluida la más extrema de la violencia, guardaran alguna relación con los grados de reconocimiento identitario.
Sin embargo, «el conflicto más antiguo de Europa», el nudo del «empate infinito», a) no se expresa como terrorismo, sino en la mitad del territorio: ETA no atentó en Francia ni permitió que lo hiciera Iparretarrak (contra el organicismo de la unidad y la homogeneidad); b) lo hace en una abrumadora proporción en un régimen de libertades, no durante el franquismo (contra el persistente uso del epíteto democrático para las propuestas del nacionalismo vasco radical); c) en el espacio que goza de mayor reconocimiento nacional -autogobierno, estatus de la lengua, Policía, tratamiento fiscal, gestión de prisiones, etétera- (contra la tesis de la opresión colonial), d) donde es mayor el nivel de bienestar (contra las premisas izquierdistas); y e) no suscita ninguna pregunta a los defensores franceses de la causa vasca sobre el balance en su propio país: ¿cuál es su lehendakari, su Policía autonómica, su nación foral…?
En la división territorial del trabajo, la persistencia de ETA se explica tanto por una amplia base de apoyo en Euskadi y Navarra, en razón de su imprimación nacionalista, como por la existencia durante mucho tiempo de una retaguardia segura que servía de refugio para los terroristas guiados por los mugalaris y de negociado de cobro de la extorsión. Acabada la etapa de ‘santuario’ y desaparecidos los GAL, la suerte de ETA estaba echada. Sin embargo, las redes de acogida siguieron prestando apoyo a prófugos y presos (el núcleo del aparato de subsistencia de ETA fue detenido en Francia en mayo de 2013 y ‘Josu Ternera’ disfruta hoy de una generosa hospitalidad).
Vencida ETA, se pone en marcha en la parte francesa una serie de iniciativas, encabezadas por ‘artesanos de la paz’, dirigidas a establecer un relato edulcorado del pasado reciente. Ese activismo se expresó en diversas dramaturgias, como el llamado desarme o la instalación en Bayona de un hacha arborescente, una escultura apologética de ETA y epítome del camuflaje del programa del nacionalismo vasco radical en el molde semántico de la paz, el diálogo, la convivencia y los derechos humanos.
Lo particular de este colectivo, como de muchos medios, es que en su radar no cabe el terrorismo y, por tanto, no se conoce ninguna petición suya a los asesinos de enmienda o empatía hacía las víctimas (heridas, extorsionadas, perseguidas, exiliadas, traumatizadas…) y las familias (de las asesinadas). Su empeño se agota en «pasar página» y establecer «una nueva historia» que presente a ETA como una organización sedienta de paz y libertad y a sus líderes como réplicas de Mandela o Gandhi.
Esta disonancia territorial se resume en que las víctimas de ETA no existen -por tanto, carecen de voz, al norte del Bidasoa-, una afonía que contrasta con la megafonía y cobertura de los publicistas de los exterroristas inconfesos (no de los arrepentidos), incluidos sus padrinos siempre ‘internacionales’ (mediadores, observadores, verificadores, facilitadores…). El Bidasoa es la metáfora de un muro infranqueable para la memoria de las víctimas, y no solo de ellas: ni el Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo ni publicaciones de referencia como el Informe Foronda forman parte del paisaje.
Por eso es tan valiosa la iniciativa de desafiar el tabú que representó la reciente celebración en Biarritz de una jornada organizada por la Fundación Fernando Buesa con la colaboración de Covite y Gogoan, con participación de víctimas (de ETA y los GAL) y analistas, titulada ‘La voz de las víctimas del terrorismo y la construcción de su memoria’. Ninguna cobertura de los medios franceses y apenas testimonial de los políticos. La des-cobertura y una cierta atmósfera muestran la vigencia del tabú. Uno de los asistentes, tras dar cuenta de sus empeños para contrarrestar el discurso revisionista dominante, pidió que se eliminara su comentario de la grabación. El miedo, la autocensura y la espiral de silencio; la artesanía de la posverdad y los hechos alternativos, aseguran el eclipse total de las víctimas de ETA en la ribera gala del Bidasoa. En tiempos de memoria.