ABC-LUIS VENTOSO
JUERGA EN EL GALLINERO
EN política, cuando nos ponemos a ello, los españoles somos capaces de darles un repaso a Pericles, Maquiavelo y Bismarck juntos. Pueblo sereno y de mirada preclara, hace cuatro años nos caímos del guindo y nos dimos cuenta de que el bipartidismo era más camp que el Simca 100, los casetes de Los Chichos y la tortilla de patatas en fiambrera. Eso de que un partido conservador y otro socialdemócrata fuesen alternando con mayorías estables y Gobiernos sólidos era una antigualla, un atraso «viejuno y casposo». Sin duda España funcionaría mucho mejor con una ensaladilla de partidos débiles, con líderes guapos, jóvenes, chaqueteros y sin experiencia laboral alguna, y con un retorno exprés al revanchismo ideológico más cainita y estéril, que la Transición había dejado atrás en 1978. Así que nos pusimos a ello y podemos concluir con orgullo que hemos triunfado por todo lo alto.
La Nueva Política está que se sale. Sánchez firmó el domingo la victoria electoral más pírrica de la historia de nuestra democracia, la de menos escaños. Pero es jaleada por su tele afín –que es casi toda– como una gesta equiparable a la de Escipión el Africano sobre Aníbal en la Batalla de Zama. Con 14 escaños más de lo que tiene ahora Sánchez, el triunfo de Rajoy en 2016 se consideró pelado, «muy corto», y de hecho sudó tinta para gobernar. Pero Sánchez proclama que lo hará en solitario, porque le apetece, y se da por hecho que así será, aunque Iglesias ya le exige ministerios para apoyarlo y los separatistas no tardarán tres tardes en acogotarlo con otro ultimátum en forma de referéndum.
Casado, que dos días antes de los comicios le ofrecía a Vox entrar en su Gobierno, lo tacha ahora de «ultraderecha» y acusa a Abascal de «cobrar de fundaciones, chiringuitos y mamandurrias» (lo cual es cierto, porque Don Pelayo no ha tenido jamás una nómina fuera del PP, que le diseñó hasta un empleo a la carta). Vox, que se ha aburrido de insultar a todo lo que se mueve, se pone entonces estupendo. Muy ofendido, exige disculpas y amenaza al PP con cargarse el Gobierno de la Junta de Andalucía torpedeando sus presupuestos. Rivera, que ha perdido tres elecciones generales consecutivas y ha quedado de tercero, levita por la Villa y Corte y va diciendo que ahora él es el jefe de la oposición (cuando ha logrado 28 diputados menos de los que tenía Sánchez tras despeñarse en 2016). Junqueras enfría el cava en su nevera portátil del hostal del Estado, porque observa que la política española ha derivado en un gallinero y sabe que el desorden le dará alas. Cayetana y Teodoro continúan con su altivo porte olímpico, incapaces de entender que la arrogancia displicente no vende un peine en las urnas. Otegui, un terrorista convicto, es un hombre de Estado, y el PNV se apresta a pasar el cepillo perdonándonos la vida y a trincar como siempre (o más). Por lo demás, ya hay algunas conquistas claras: nos van a abrasar a impuestos, a consignas cursis y a intromisiones regulatorias en nuestra privacidad. Ha llegado la Nueva Política. ¡Preparen el airbag!