IGNACIO CAMACHO – ABC – 01/11/15
· El surfista Rivera se ha subido a la ola buena, la última, la que lleva a la playa. El marianismo no logra despegárselo.
Se trata de aplomo. De todas las virtudes de Albert Rivera, la más sorprendente es la seguridad con que hace surf sobre el oleaje revuelto de la campaña. Domina el vértigo de su propio éxito y despliega una aureola de serena autoconfianza. Aún no ha cometido un error significativo; no ofrece blanco a los reproches. Y además ha cogido la ola buena, la última, la que lleva a la playa; todos los demás emergentes o terceristas, desde UPyD a Podemos, que trataban de crestear el desencanto han acabado volteados por subirse antes de tiempo a la tabla.
El líder de Ciudadanos está aprovechando con inteligencia la crisis catalana. Sabe que el desafío soberanista le otorga a Rajoy una oportunidad de encontrar el liderazgo nacional que había perdido y, lejos de marcar distancias con el presidente como intenta Pedro Sánchez, se le ha pegado a la espalda. Su propuesta de pacto de Estado contra los rupturistas le ha permitido diseñar su propio espacio, hallar el tono con que seguir la música del Gobierno sin perder identidad ni hacer de simple corifeo. Está donde lo quieren sus electores: en la solvencia, en el centrismo moderado. «España no se toca» es la frase simple y clara que ningún socialista ha sabido pronunciar en estos momentos delicados. El marianismo, al que el desafío de secesión ha devuelto la iniciativa política, no logra despegárselo.
Sintiéndose siente el hombre de moda, Rivera no se permite concesiones públicas a su ego. Ha adoptado un gesto maduro de responsabilidad que fortalece su expectativa de crecimiento. Por eso se niega en redondo a adelantar cualquier preferencia de pacto, ni siquiera sobre la lista más votada; no está dispuesto a admitir antes del 20-D un atisbo de inferioridad ni a presentarse como apéndice de nadie. Quiere consolidar el voto que le ha quitado al PP y pescar en el caladero del PSOE aprovechando su indecisión estratégica. Parece lo bastante sensato para no postularse como presidente desde la tercera fila pero no renuncia al segundo puesto que ya le adjudican algunos sondeos. Falto de estructura de partido ha decidido asumir todo el protagonismo para camuflar su principal carencia. La derecha sociológica le pone ojitos y se deja mecer en su melodía.
Las circunstancias le favorecen. La cuestión catalana que le dio impulso en septiembre se ha recrudecido y le permite mostrarse fuerte. Ducho en la comunicación y en la retórica, se ha merendado a Pablo Iglesias y va a por Sánchez. Al PP lo tiene sobrepasado de largo en Cataluña y le puede ganar en Valencia: eso son un montón de escaños que preocupan en La Moncloa, donde inquieta su habilidad para no perder el compás ni el equilibrio. En otra tesitura le podrían echar en cara su inexperiencia pero en esta España cansada de la crisis y de la corrupción también eso es una ventaja: significa carecer de la vulnerabilidad de un pasado.
IGNACIO CAMACHO – ABC – 01/11/15