EL CORREO 12/12/12
Tonia Etxarri
A Patxi López le hubiera gustado irse del Gobierno vasco dejando una estela que lo identificara con Santa Claus (o con el Olentzero o los Reyes Magos, no vamos a pelearnos por eso) dejando la paga navideña en las chimeneas y ventanas de los 67.000 funcionarios de la comunidad autónoma. Esos ciudadanos que le recordarían, agradecidos aunque no sean sus votantes, como el lehendakari que quiso romper la unidad de la medida del Gobierno central por defender «las cosas de comer», que es por donde se le gana al sufrido contribuyente.
Pero como el Tribunal Constitucional, con una diligencia inhabitual en su trayectoria, se ha apresurado a admitir a trámite el recurso planteado por el Ejecutivo de Mariano Rajoy, los más de 200 millones que la Administración vasca –que ha acatado la resolución– había dado orden de desembolsar quedarán paralizados hasta que se resuelva el contencioso. Por muy rápido que vaya el proceso entre impugnaciones, ratificaciones y revisiones, les habrán dado las uvas, seguramente, y el regalo se quedará en la casa de Urkullu, que es la nuestra. Independientemente de que unos 2.500 afectados hayan recibido ya ese adelanto, el cobro de la paga queda bloqueado, tal como se temían los consejeros
del área económica del gabinete de Patxi López que, en su momento y cuando tuvieron oportunidad de expresarse, no ocultaron sus reservas.
Y Urkullu, en cuanto resulte elegido lehendakari en el Parlamento vasco, mañana jueves en segunda vuelta por mayoría simple, aplicará el correctivo al que se habían apuntado ya las Juntas Generales de Bizkaia, emulando la primera idea de la comunidad foral de Navarra. Un correctivo que no deja de ser una trampa en el calendario (adelantar a enero y junio las pagas del 2013) para amortiguar el golpe económico de la suspensión del ingreso navideño. Una situación que aliviará, sin duda, a los funcionarios vascos, a los que se mirará, sin embargo, desde el resto de comunidades autónomas donde los trabajadores de la misma condición se van a ver privados de esos emolumentos, con cierto resquemor por considerar que una aplicación tan arbitraria de la medida genera agravios comparativos y fomenta la insolidaridad.
Cuando se estrene Iñigo Urkullu como lehendakari, a partir de mañana, jueves, sus primeros quebraderos de cabeza van a ser económicos. En cuanto comunique, si así lo decide, que los funcionarios van a recibir esos más de 200 millones de euros en concepto de adelanto, le aplaudirán los afectados, pero verá esfumarse la primera cantidad que el nuevo Gobierno se habría podido ahorrar en la legislatura que le toca presidir. Por mucho que el consejero de Economía del Gobierno saliente, Carlos Aguirre, haya dicho que deja «la caja» con casi 800 millones de euros, la situación no va a estar desahogada.
Y si Iñigo Urkullu pretende una estabilidad presupuestaria en toda la comunidad, sabe que tiene que abrir el tablero de ajedrez para mover las piezas con varios contrincantes a la vez. Como en los grandes certámenes. Se tendrá que medir no sólo con la oposición en el Parlamento de Vitoria sino con las tres diputaciones. Que sus opositores le faciliten la jugada, o no, dependerá del resultado del intercambio de impresiones que el PNV está manteniendo con todos durante las últimas semanas.