Ignacio Camacho-ABC
Sánchez cumplirá con Junqueras porque es selectivo con sus compromisos: sólo quebranta los que estorban sus objetivos
La política española va a registrar en los próximos meses una destacada, casi insólita novedad: Pedro Sánchez se dispone a cumplir su palabra. No la que dio reiteradamente al conjunto de los españoles antes y durante la campaña, y de cuyo olvido o inobservancia da cuenta la nutrida videoteca que circula por las redes y por WhatsApp, sino la que en público y en secreto ha pignorado con Podemos y con los separatistas como base de su alianza. El presidente es un tramposo, sí, pero un tramposo selectivo que sólo quebranta las promesas que estorban sus designios. Y su principal objetivo, el de mantenerse en el poder al margen de cualquier principio, depende de que sea capaz de ejecutar los compromisos adquiridos, en especial el de dar satisfacción a las exigencias del independentismo. Y rápido, que a Junqueras está empezando a pesarle el tiempo de presidio.
El indulto camuflado en la reforma del Código Penal pertenece a las cláusulas ocultas del pacto. El hombre de Podemos en Cataluña, Jaume Assens -al que «el otro» Sánchez describió en el debate electoral como colaborador en la fuga de Puigdemont- llegó a verbalizarlo mencionando incluso al grupo de letrados que estudiaban el encargo. Ahora le corresponde al Gobierno llevarlo a cabo, y a tal efecto la factoría Redondo ha comenzado a elaborar las bases propagandísticas -es decir, mentirosas- del «relato». Las apuntó Pablo Iglesias el sábado, y ayer las asumió la vicepresidenta Calvo: la Justicia europea le ha dado a la española varios varapalos y en consecuencia hay que adaptar un orden normativo superado. Se trata de europeizarnos para que dejemos de ser unos bárbaros apegados a impulsos atávicos como el de condenar un golpe contra el Estado. Exactamente el argumento que los secesionistas esgrimen desde hace años.
Pero más allá de esta operación de ingeniería jurídica existe un diseño genérico de transformación constitucional por vía subrepticia, a través de leyes orgánicas que pueden reformarse por mayoría, eludiendo la masa crítica de tres quintos o dos tercios que cualquier modificación de la Carta Magna necesita. Simplemente se trata de abolir esa antigualla del consenso para imponerle a la mitad del país el modelo que rechaza el otro medio. El bloque de la moción de censura como cimiento de una arquitectura política basada en la autoatribución del pensamiento correcto. La refundación del régimen del 78 que soñaba Podemos aplicada -«de la ley a la ley», como Fernández Miranda- por un PSOE convertido en la antítesis del proyecto con que González reconstruyó el socialismo moderno.
Quienes confían en que Sánchez engañe también a sus socios pueden ir abandonando esa esperanza. Porque no va a olvidar que este mandato se abre y se cierra con una llave prestada por unos tipos bastante duros y escépticos ante su cháchara. Es lo que pasa cuando se hacen tratos con el hampa.