La imagen del etarra pidiendo el voto para Bildu, con la provocación añadida de la utilización de una grafía que destaca la conjunción eta (que significa y), puede resultar irritante para muchas personas; pero en absoluto es prueba de una sumisión a ETA que justificase su ilegalización.
Un preso de ETA sale tras 25 años en prisión y exhibe a las puertas de la cárcel de Herrera de la Mancha una pancarta en la que se pide el voto para la coalición Bildu y en la que también se lee la consigna Independentzia eta sozialismoa. Portavoces de los principales partidos consideran gravísimo ese hecho y sus reacciones van de la posibilidad de acciones legales por parte de la Abogacía del Estado, que depende del Gobierno, hasta la propuesta de rectificar la reciente legalización de esa coalición, planteada por el PP con el argumento de que la imagen constituye una prueba irrefutable de la conexión de Bildu con ETA.
¿No hay una fuerte desproporción entre el hecho y esas reacciones? La hay, por más que la fuerza de las imágenes, siempre más seguidas que cualquier razonamiento, y el fuerte recalentamiento político provocado por esta infame campaña electoral, haya provocado una alta receptividad de la opinión pública hacia las expresiones más rotundas o demagógicas. Pero las personas responsables no deberían dejarse arrastrar por esa ola. ¿No habíamos quedado en que la alternativa para el mundo etarra era elegir entre bombas o votos (o entre pistolas y urnas, en la formulación de Zapatero)? Que un etarra salga de la cárcel pidiendo el voto (incluso si lo hace con restricción mental) para una formación que condena la violencia, no deja de ser un síntoma de los cambios en curso en la izquierda abertzale.
Lo característico de esa corriente no ha sido tanto el radicalismo independentista (compartido por otras formaciones) como la aceptación como legítimo del recurso a los medios violentos, principal factor de autoidentificación del entorno de ETA; y eso es lo que está cambiando, aunque sea de una manera vacilante.
Tan vacilante que, conscientes de la insuficiencia de su desmarque, y sobre todo de la dificultad de resultar creíbles mientras permanezca ETA, han renunciado a reconocer que, efectivamente, los llamados independientes de Bildu son miembros de Batasuna, pero de una nueva Batasuna en ruptura con la estrategia que ha compartido con ETA. Han preferido poner el acento en la falta de continuidad personal, reclutando candidatos desconocidos, antes que en el cambio con su pasado.
Alguno de los candidatos de ese sector de Bildu anunció ayer la presentación de un recurso ante la Junta Electoral por injurias, al habérsele vinculado con ETA. Está en su derecho, aunque su denuncia tendría más credibilidad si, dado que la representación corrió a cargo de un expreso, fuera acompañada de una declaración de solidaridad con los presos disidentes que rechazan la violencia y de un compromiso de no participar en los recibimientos hagiográficos de los etarras excarcelados.
La imagen del etarra pidiendo el voto para Bildu, con la provocación añadida de la utilización de una grafía que destaca la conjunción eta (que significa y), puede resultar irritante para muchas personas; pero en absoluto es prueba de una sumisión a ETA que justificase su ilegalización.
Editorial en EL PAÍS, 12/5/2011