La paranoia de la ocupación

IGNACIO CAMACHO – ABC – 19/08/15

Ignacio Camacho
Ignacio Camacho

· La propaganda soberanista ha instalado el delirio de la ocupación militar como parte del imaginario de resistencia.

Por extravagante que la idea pueda resultar a la inmensa mayoría de los españoles siquiera medianamente equilibrados, existe una amplia porción de ciudadanos catalanes convencidos de que el conflicto soberanista es susceptible de desembocar en una invasión militar o una guerra. Los años de adoctrinamiento nacionalista en la escuela y en la opinión pública han extendido en la conciencia de ciertas capas de población el concepto de dominación forzosa bajo intimidación bélica, complemento imprescindible del imaginario artificial que rodea a la tentativa de secesión de un aura de resistencia mitológica.

Es conocida al respecto la célebre moción presentada en el Parlamento de Bruselas por el actual cabeza (rapada) de la candidatura separatista, Raúl Romeva, en la que entonces eurodiputado denunciaba el vuelo de unos cazas en maniobras como una presunta coacción armada sobre las ansias de libertad del pueblo de Cataluña. La paranoia de la ocupación permanece instalada en la mentalidad secesionista con la potencia icónica de una plástica amenaza fantasma: la de los tanques españoles entrando por la Diagonal para abortar la independencia a cañonazos. Como hizo por cierto el Gobierno del catalán Lerroux en la Segunda República.

Fue el propio Romeva, flamante minerva recién descubierta como supuesta revelación política, el que por la misma época solicitó a la Eurocámara que tomase medidas punitivas contra el futbolista Pepe por haber propinado un pisotón en la mano a Messi durante un partido entre el Real Madrid y el Barça. La delirante petición formaba parte de la misma imaginería fantasiosa de la opresión, metaforizada a través de los equipos de fútbol como simbólicos ejércitos enfrentados en una secuencia tardía de la guerra borbónica de 1714. La mano aplastada de Messi era el emblema del sometimiento a la violencia de un Estado tan capaz de hacer sobrevolar aviones de combate sobre el Tibidabo como de enviar a un ejecutor mercenario a atentar contra la integridad física del ídolo del pueblo oprimido.

Esta misma semana, el reputado cocinero Albert Adriá, al que se le supone cierto cosmopolitismo viajero, expresaba a ABC su sincera preocupación por no tener que vivir una guerra como consecuencia del desafío independentista. La propaganda del nacionalismo ha permeabilizado a parte de la sociedad catalana con un medroso marco mental que identifica cualquier alusión al mantenimiento de la legalidad constitucional con el envío de tropas a las Ramblas y la conversión de Barcelona en una especie de Belfast mediterránea. En ese contexto de alarma persecutoria rayana en la alucinación colectiva, capaz de hacer de Messi la víctima propiciatoria del expansionismo castellano, el cimarrón Piqué bien podría encarnar al nuevo Rafael Casanova, rebelde icono del destino manifiesto al que construir una estatua votiva en el frontispicio del futuro estado soberano.

IGNACIO CAMACHO – ABC – 19/08/15