GABRIEL ALBIAC-EL DEBATE

  • Sin fecha negociada para un referéndum de independencia en Cataluña, no habrá gobierno en España
La política es arte de mercaderes. Y, en España, de traficantes. El comercio de los primeros se asienta sobre reglas de mercado claramente reguladas y sus ganancias están sometidas al control de convencionales árbitros y jueces. El arte de los segundos está en parasitar galerías tenebrosas que pueblan los sin-ley, los forajidos: esas galerías que los hombres de mayor confianza en los gobiernos de Felipe González llamaban «alcantarillas del Estado». Ésas que, con demasiada frecuencia, acabaron atascándoseles por exceso de cadáveres y de maletines.
No están pobladas de desguazados cadáveres ahora las fosas sépticas del Estado. De momento. Las galerías malolientes tienen un uso menos cruel: lugar de trueques oscuros. Al asesinato lo ha desplazado el robo. Y, como palanca del robo, la paciente gestión de un segundo golpe de Estado en Cataluña, que eluda las arrogantes chapuzas del año 2017.
ERC ha entendido, en este juego, hasta qué punto es peligroso su retraso. La huida del pícaro delincuente Puigdemont, tras el fracaso de su golpe de butifarra y barretina, hubiera debido colocar a los «heroicos» presos, que encabezaba Junqueras, en una posición de sentimental admiración ante su clientela catalana. Y hundir en la vergüenza al presidente catalán que fue incapaz de correr con el coste de cárcel que hacía pagar, en nombre suyo, a los más bobos de sus subordinados. Eso pensaban.
Pero, para asombro suyo y de todos, vino a suceder exactamente lo contrario: el bribón fuguista fue consagrado listo nacional; se le rindió culto. Los que pasaron por la cárcel –aunque fuera tan sólo una temporadilla ridícula en comparación al crimen cometido–, aparecieron como una banda de pardillos, incapaces de levantarle solventemente la cartera a nadie. Y si, al final, han sido liberados por Sánchez y van a ser muy pronto por Sánchez amnistiados, es porque el privado interés de Puigdemont así lo impuso a ese lacayo suyo que habita en la Moncloa. Bajo fórmula sencilla: o amnistías o te desalojo del chaletito.
Lanza ahora Esquerra su propio envite. Aunque sea demasiado tarde en este enguarrado juego de tahúres. De no salirle bien esta vez, sus oportunidades de conservar la presidencia de la comunidad autónoma catalana se habrán resuelto en cero.
Raquel Sans, anteayer. La portavoz de ERC explicita su diktat al presidente Sánchez: sin fecha negociada para un referéndum de independencia en Cataluña, no habrá gobierno en España. Declaraciones de Sans a la Agencia EFE: Esquerra se ocupará de tumbarlo. «Lo que entendemos es que, si el PSOE quiere gobernar en el Estado, ha de cumplir los pactos con ERC». Y, de un modo muy preciso, «abrir la segunda fase de resolución del conflicto político». En esa fase, ERC se erigirá en paladín de la patria catalana y «pondrá sobre la mesa el referéndum, porque es la propuesta más democrática y más inclusiva».
¿A quién va destinado el bofetón de doña Raquel Sanz de Esquerra? ¿A Puigdemont o a Sánchez? Da lo mismo: porque los tres son de la misma especie. El bofetón se estrellará en cada uno de nuestros rostros: los de quienes pagaremos su coste. En dignidad y en dinero. Cuando dos bandas de políticos se tirotean, son otros los que caen heridos. Tal vez no mueran. Pagarán siempre.