Teodoro León Gross- El País
El estado de ficción permanente es más confortable para mantener el relato
El mesianismo con la figura de Puigdemont se ha consumado este miércoles, en el Parlament. Allí, llevando al paroxismo su relato, se le ha elevado a los altares por la soberanía popular, como mártir de la fe indepe. Tal vez la coincidencia con la Semana Santa, conmemoración de la pasión y sacrificio del Mesías, haya excitado los ánimos de sus apóstoles. Desde la detención del profeta de la república en el domingo de Ramos, cunde el temor de que los alemanes se laven las manos como los romanos, y tras un viacrucis por la Vía Dolorosa de las instancias judiciales, acaben crucificándolo en el Gólgota de Estremera con una condena implacable. Sus evangelizadores han rendido tributo al Mesías en el Pleno y han exhibido su compromiso resistiéndose a las catacumbas.
En el Nuevo Testamento del procés, ayer se oyó a cuatro evangelistas, tres portavoces de JxCat, ERC y la CUP, y el presidente de la Cámara, Roger Torrent, que ya había adelantado que “ningún juez puede perseguir al presidente de todos los catalanes”, a quien sitúa por encima de las leyes porque al parecer su reino no es de este mundo (Juan 18:36). Tras lo ocurrido en el Viejo Testamento, donde Moisés Mas conducía al pueblo elegido hacia la tierra prometida, los evangelizadores se han mostrado decididos a todo contra quienes cuestiona su autoridad para actuar como actúan (Mateos, 21:23-27). Los buenos catalanes, como los buenos cristianos, también saben defenderse (Mt, 10:16).
En la Pasión de Puigdemont, según la Sra. Anna Caula de ERC, se apareció el carácter apocalíptico de la situación. Tal como “el sol se oscureció” en el martirio de Cristo (Lucas, 23:44), ella hablaba de “tormenta de truenos y relámpagos” en el martirio del president (Anna 2:2-4). Gemma Geis de JxCAT habló de “persecución” (Gemma, 1:13). En su relato, se presentan como seguidores amenazados, como los viejos cristianos (Hechos 5:17-18). Es la fuerza del destino: «Hoy este Parlamento da un paso que no hubiera sido necesario si España no hubiera secuestrado la democracia en Cataluña” (Riera, 8:14). Pero también exhiben el orgullo con su profeta: “Somos la lista del president” (Gemma 1:3). Y entienden, tal como recomienda Puigdemont del mismo modo que Jesucriso (Lucas 22:36-38), que toca defenderse. En definitiva “intentan acabar con un movimiento político y popular pacífico, de dos millones de personas» (Anna, 2, 6).
El sacrificio, en todo caso, es su mensaje. Saben que van a sufrir mucho: “un daño inhumano” (Gemma, 1:14). Los cupisteos hablan de “guerra bruta, represión”. “Está en riesgo nuestra integridad física y psíquica” (Anna, 3:14). «Cada vez que la democracia retrocede ante la represión y la dictadura, ésta muerde más fuerte” (Riera, 8:21). Asumen la amenaza que representan los españoles para ellos: “Nadie está seguro en este Estado” (Anna, 2:27). Y no hay esperanza porque “la democracia está suspendida en el Estado español” e incluso “no tenemos libertad de expresión”, remataba Anna Caula expresándose con toda libertad. Pero no dudan en poner la otra mejilla, como Jesucristo (Mateo, 5:39), o aún más ejemplarmente: “Siempre hemos tenido la mano tendida, incluso cuando nuestros adversarios nos querían eliminar» (Anna, 1:20). Eso sí, pelearán, porque se trata de “hacer presidente a Carles Puigdemont y asumiremos todas las consecuencias» (Riera, 8: 11).
Coda: No parece, así pues, que haya disposición a regresar a la realidad. El estado de ficción permanente es más confortable para mantener el relato.