La paz subsidiada

Ignacio Camacho-ABC

  • «Este Gobierno no hará nunca las reformas que necesitamos. De hecho vive de negarlas, de prolongar el marasmo»

«Sólo hay una cosa positiva en esta EPA, y es que el millón y pico de nuevos parados, más lo que venga, no va a provocar un estallido porque hay un Gobierno de izquierdas. No me mires así, esto lo piensan muchos otros directivos de empresa; para nosotros la paz social es indispensable y en estas condiciones lo último que nos conviene es una oleada de protestas». Me lo ha dicho tomando café en un centro semivacío, sin apenas turistas ni compradores de rebajas, después de que entre ambos hiciéramos un breve inventario de bares cerrados y de comercios con la persiana echada. «Sé que no te gustan las hipótesis contrafactuales pero nosotros tenemos que mirar las cosas de forma

pragmática y, aunque nos dé rabia, con la derecha en el poder y estos datos económicos y epidemiológicos no habría en España un minuto de calma. Incluso con sólo la mitad del desastre, concediéndote que lo hubiesen hecho mejor que éstos, tendríamos la calle levantada».

«Esto que te cuento lo hablamos a menudo en mi ambiente de colegas y conocidos. No somos políticos, y puedes imaginar a quién votamos, pero en medio de esta catástrofe necesitamos agarrarnos a algo positivo para tratar de trabajar relativamente tranquilos. Porque cuando se acaben los ERTEs tendremos que gestionar, bien lo sabes, muchos despidos. Sé lo que viene: nos freirán a impuestos y empezará el círculo vicioso de cierres y subsidios. Nos tocará, como siempre, financiar la quietud del clientelismo. Pero un empresario es por definición un ser adaptativo, y en circunstancias como éstas adaptarse significa volverse un poco/bastante cínico. De la conflictividad laboral no sacamos ningún beneficio».

«El problema de fondo, claro, es que este Gobierno no hará nunca las reformas y los ajustes que necesitamos. De hecho vive de negarlos, de prolongar el marasmo. Para llevarlos a cabo tendrá que llegar la derecha a hacerse cargo de las consecuencias del fracaso, y entonces los que lo han provocado desatarán un clima social incendiario. Como ciudadano me preocupa, y mucho, esta deriva ideológica de odio al adversario, la crecida republicana, el tufillo bolivariano. Me da miedo lo que pueda pasar, pero en el despacho no tengo margen para pensar a medio plazo; con el Covid ni siquiera sirve de mucho hacer planes, sólo ir lidiando con unos balances que llevan cinco meses boca abajo. Minimizar daños. Evitar el cerrojazo».

«En este país es muy incómodo no ser de izquierdas, te sientes siempre en la trinchera incorrecta. Y aún más si te dedicas a la empresa. No hay nadie que te lo agradezca. Y la política nunca protege a las clases medias. Así que si mis compatriotas se conforman con estas cifras de paro, yo no me voy a sublevar por ellos. El ruido no es bueno para mi trabajo, que entre otras cosas consiste en mantener empleos. Y va a resultar muy, pero que muy difícil lograrlo a partir de enero…».