En seis meses tendremos de nuevo a un anciano en la Casa Blanca. El 5 de noviembre de este año se celebran elecciones presidenciales en los Estados Unidos. Puede ganar el actual presidente, que cumple 82 años el 20 de noviembre (en la investidura en enero de 2025 sería el más veterano en llegar al poder en el país) o el aspirante, que cumple 78 años el 14 de junio. Caso de ser Trump, se convertiría en el segundo presidente en la historia que cumple dos mandatos no consecutivos. Es llamativa la elevada edad de ambos, pero también es evidente que el candidato republicano no sólo aparenta mejor estado físico y cognitivo, sino que ha acreditado que no tiene rivales dentro de su partido. A Biden, por contra, se le notan mucho sus años y pocos entienden que el Partido Demócrata no haya intentado presentar un candidato con mejores credenciales, estando además por detrás en las encuestas. En cualquier caso, la pregunta clave es en qué influirán estas elecciones, y su resultado, en la economía y los mercados financieros, que es lo que nos ocupa.
Si repitiera Biden, el continuismo está lógicamente asegurado, con lo que las dudas surgen en qué ocurriría si ganara Trump. Su anterior victoria fue una sorpresa, si bien lo cierto es que ni la economía ni los mercados financieros cambiaron su tendencia alcista, hasta el punto de ser habitual que el presidente Trump, cuando aún usaba Twitter, presumía de los máximos históricos bursátiles como si fueran mérito suyo. A un año de las pasadas elecciones presidenciales, pocos dudaban de la victoria de Trump, que no había resultado ser tan radical en sus medidas e incluso menos belicoso que otros en política exterior; la economía y Wall Street estaban contentos aunque sus declaraciones podían seguir siendo incendiarias en muchas ocasiones. Pero llegó la pandemia, se disparó el desempleo (en abril de 2020 los Estados Unidos llegaron a tener una tasa de paro superior a la española -14,7%- ya que no usaron ninguna medida similar a los ERE) y Trump dejó de presumir de la bolsa; para colmo, pilló el coronavirus un mes antes de las elecciones. La campaña fue muy bronca y, aunque muchos antivacunas suelen ser fanáticos de Trump, lo cierto es que bajo su presidencia se fomentó con dinero público la aparición de las nuevas vacunas con tecnología ARNm y él mismo dio ejemplo vacunándose varias veces incluso después de perder las elecciones. Curiosamente, Pfizer no presentó su vacuna (que entre otras cosas provocó una euforia bursátil global) hasta después del resultado electoral, algo que objetivamente perjudicó las opciones del candidato republicano.
Quiere retirar la ayuda estadounidense a Ucrania, lo que obligaría a Europa a decidir si aumenta el gasto público para compensarlo o si desiste de seguir apoyando a este país que está frenando el expansionismo ruso
El mal perder de Trump y de sus seguidores, que desembocaron en el asalto al Capitolio de enero de 2021, parecía que iba a ser la tumba política de este personaje que ya intentó en el año 2000 ser candidato por el Partido Reformista (fundado por otro empresario que fue candidato en 1992: Ross Perot). Ahora lidera las encuestas y, como ya ocurrió hace ocho años, promete cambios en las actuales políticas en varios temas, aunque sólo citaré alguno que puede tener consecuencias económicas. Por de pronto, quiere retirar la ayuda estadounidense a Ucrania, lo que obligaría a Europa a decidir si aumenta el gasto público para compensarlo o si desiste de seguir apoyando a este país que está frenando el expansionismo ruso. Las consecuencias de una u otra opción pueden implicar tensiones en los precios de las materias primas, en la rentabilidad de los bonos, en la confianza empresarial, en las cotizaciones bursátiles, en la política del BCE… etc. etc. Y esto es sólo una de las medidas en las que más está insistiendo en campaña. La derogación de las subidas de impuestos de Biden es otra, aunque seguramente tendría menos impacto global.
En cuanto a la influencia bursátil, Trump ha prometido construir 10 ciudades nuevas en territorios federales en lo que parece ser una campaña de inversiones público-privadas que pueden abarcar muchos sectores, especialmente el de la construcción, si bien el objetivo último es aumentar la producción industrial. Esto, sin más detalles, suena a entelequia porque planificar construir ciudades al estilo soviético o chino más reciente, no tiene mucho sentido sin una previa demanda real de residentes; esto es muy obvio, así que habrá que ver en qué se concreta. En cualquier caso, para las cotizadas del sector de la construcción (incluso para alguna española -como ACS– muy implicada en aquel país) puede ser muy buena noticia.
Del mismo modo, la exigencia, con amenazas incluidas, de aumentar el gasto en defensa de la mayoría de miembros de la OTAN, seguro que salpica a ciertas empresas de armamento, y no sólo estadounidenses. Del mismo modo, una presidencia de Trump puede ser negativa para las ya de por sí deprimidas cotizadas chinas, puesto que una de sus promesas implica frenar las importaciones de bienes del gigante asiático, y también lo sería para aquellas multinacionales estadounidenses que venden mucho allí, puesto que quiere frenar la inversión en China, además de que es esperable una reacción desfavorable de las autoridades subiendo aranceles.
Dos malas noticias
Esta cuestión, y el comercio en general, es lo que provoca más recelos, ya que la idea de Trump es aplicar un arancel base a la mayoría de exportaciones e irlo subiendo en la misma proporción que los demás países suban los suyos a la importación de productos estadounidenses. Una guerra de este tipo puede ser factible y disparar precios a los consumidores globales.
Resumiendo, a seis meses de la cita electoral y con lo que hoy dicen que harán, gane quien gane las posibilidades de un cambio radical en la economía global son muy bajas, aunque son más altas en el caso de victoria de Trump. Es pronto para saber si ese posible cambio será a mejor o a peor, pero, en principio, las limitaciones al comercio y la subida de aranceles son una muy mala noticia para la inflación que, aunque ahora esté moderando su crecimiento en la actualidad, seguirá siendo un problema en 2025.