¿Pretende alguien que los padecimientos psíquicos de la familia del general Oreja –asesinado por ETA– fueron leves? ¿O leve el sufrimiento físico con la mitad del cuerpo quemado agonizando un mes? Que este escándalo pase inadvertido, es peor que triste. Y no para la viuda del general Oreja, sino para todos nosotros.
AL final van a tener razón quienes dicen que en este país ya no se irritan más que los marcianos. Ya no debe de ser siquiera pasotismo, mera indolencia o resignación. Debe de ser un fenómeno colectivo de desactivación de la sensibilidad de los individuos. Parece que la sociedad española, sumida en sus cuitas particulares, angustiada por la precariedad de sus existencias personales y familiares, es incapaz ya de indignarse ni frente a la peor indignidad o injusticia. ¡Qué prácticos, Dios mío, que sólo nuestro bolsillo logra motivarnos! O deprimirnos. Si no llega a ser por la crisis económica, es posible que aún tuviéramos contenta con el Atila de León a una mayoría de los españoles, indiferente ante la impostura y la fechoría.
Como ven, yo sí me sigo irritando por la falta de irritación de los españoles, por su indiferencia ante tanta tropelía e injusticia. Hoy sólo les hablaré de una, que resulta insólito no haya generado una ola de indignación nacional. El general Justo Oreja fue asesinado por ETA en el año 2001. El 28 de junio de aquel año, una bomba colocada en una bicicleta junto a su domicilio de Madrid le causó gravísimas heridas. Murió un mes de sufrimiento más tarde, el 29 de julio. Ahora, tras el juicio a los dos terroristas acusados como autores de aquel crimen, se ha dictado la indemnización que habrá de cobrar su familia. La Audiencia Nacional ha estipulado que la viuda reciba 70.000 euros y los cuatro hijos 20.000 cada uno. Total, 150.000 euros. Es ya una cifra muy alejada de los 750.000 euros que recibieron hace tan sólo un mes la viuda y la hija de Manuel Indiano, concejal de Zumárraga también asesinado por ETA. Pero ese agravio comparativo es una pequeña broma ante el insulto que espera a cualquiera que busque criterios aplicados. Porque resulta que si la pobre familia de Justo Oreja recibe la mínima, la máxima indemnización jamás otorgada por un tribunal a una víctima de ETA —¡tres millones de euros!— la recibió Eduardo Madina, flamante secretario general del grupo parlamentario socialista en el Congreso.
Madina perdió una pierna hasta la rodilla en un atentado, lo que todos lamentamos. Pero el señor Madina hace vida prácticamente normal y tiene comprobadas energías para ganarse su muy sabroso sueldo parlamentario mejorado. Hace buena vida social política y tiene siempre ganas y fuerzas para insultar a la oposición del PP, a la que parece considerar más peligrosa que a los amigos de la banda que le puso la bomba. La indemnización sin precedentes de tres millones —¡43 veces la indemnización a la viuda del general Oreja!— se justifica en el escrito con los «padecimientos físicos y psíquicos» y que el atentado le impidió seguir como profesional en el equipo de voleibol. ¿Pretende quizás alguien que los padecimientos psíquicos de la familia de Oreja fueron leves? ¿O leve su sufrimiento físico con la mitad del cuerpo quemado agonizando un mes? Que este escándalo pase inadvertido, que no provoque furia, es peor que triste. Y no para la viuda del general Oreja. Para todos nosotros.
Hermann Tertsch, ABC, 17/12/2010