- Almuerzo con un destacado miembro de la burguesía catalana. Dice que no pasa nada.
El caballero – pongamos que se llama Enric – no morirá de un ataque cardíaco como la mayoría de los de su clase. Son los hijos y nietos de la burguesía que puso dinero en la Lliga de Cambó, que se desgañitaba pidiendo autonomía y que, cuando vieron que peligraban sus intereses, financiaron a Franco. Se enriquecieron muchísimo más con el general, lo que no les impidió participar en cositas que se organizaban para hacer ver que el catalanismo se oponía a la dictadura. Luego, con Pujol, siguieron haciendo dinero, corrompieron y se dejaron corromper, perdían el culo, con perdón, si Don Juan Carlos les daba la mano en el Salón Náutico y cuando llegó la hora de la verdad con el procés o pusieron dinero o se quedaron callados como puertas. Ahora dicen que se fue demasiado lejos, como el galgo que se sacude las pulgas.
Le cuento esto a mi interlocutor con quien comparto aficiones musicales porque es forofo de Kraus, Callas y Mozart, cosas por encima de las discrepancias políticas aunque Enric nunca no se ha declarado partidario de nada que no sea su cuenta corriente. Quería conocer su opinión acerca del momento presente. Intenté que se pronunciase acerca de la ruptura entre Sánchez y Podemos, del ascenso de Feijoo en las encuestas, de la debacle de Ciudadanos, de la moción de censura de Vox. Nada. Sólo algún sonido social tipo “Mmmmhhh».
Puse el paño a púlpito acerca de la guerra a navajazo limpio entre Junts y Esquerra, del caso de Laura Borrás, del blanqueamiento de Jordi Pujol, de la candidatura de Trias al ayuntamiento barcelonés y su apertura a pactos con PSC y ERC. Saqué lo de Ferrovial, la impagable deuda pública, Tito Berni. Silencio total. Removía con displicencia sobrenatural la sacarina que había añadido a su café con hielo y me miró con conmiseración. “Miquelet – me dijo – nos conocemos hace lo menos cuarenta años y siempre he creído que te preocupas por cosas sin importancia. Por eso no has hecho carrera ni tienes dinero.
Intenté que se pronunciase acerca de la ruptura entre Sánchez y Podemos, del ascenso de Feijoo en las encuestas, de la debacle de Ciudadanos, de la moción de censura de Vox. Nada. Sólo algún sonido social tipo “Mmmmhhh»
Todo eso que cuentas ni me va ni me viene porque la política es una mentira. Y los políticos son unos encargados para tener a la gente entretenida. Ya deberías saberlo a tus años, nen. Aquí no ha existido nunca nada más que el que paga y el que cobra, el que manda y el que obedece. Y luego está la masa que lo único que hace es tragarse lo que éstos o aquellos dicen. Y el Barça, que ya ves como estamos, manga por hombro.
Cataluña es un corral repleto de borregos controlados por algunos perros con muy mala leche y unos dueños a los que les da igual si llueve, nieva o hace sol con tal de que los números les salgan. Un día leí que acusabas a la clase empresarial catalana de no haber puesto el grito en el cielo con el lío de la independencia. Pero hombre de Dios, ¿gritar, nosotros? ¿A quién, a nuestros encargados? I ara home, a los encargados se les despide y se cambian por otros, pero ni se polemiza con ellos ni se les grita, faltaría más. ¿Esperabas otra cosa? Qué poco conoces tu tierra, Miquelet”.
Nos despedimos y me di cuenta que era la descripción más cínica y lúcida que había oído acerca de lo que pasa en mi tierra y, por extensión, en toda España. Ni Círculo Ecuestre, ni Círculo del Liceo, ni Foment del Treball ni CEOE ni el sumsum corda. Sus vidas son plácidas, sólidamente asentadas encima de capas y capas de millones que saben no han de mermar un ápice. ¿A qué, pues, discutir menudencias? Lógicamente, la comida me sentó como un tiro. Es verdad, nunca aprenderé.