Hay varios vídeos circulando por ahí. Pero la única manera de captar el asunto en toda su dimensión es chuparse entero el mitin de proclamación de Ana Pontón como candidata del Bloque Nacionalista Galego en las próximas elecciones autonómicas. Me permitirán que lo resuma.
La actriz Beatriz Campos ejerce de presentadora. Speaker es el anglicismo que más usamos para referirnos a estas funciones. Aquí quizá se nos quede un poco corto. Lo que hace Campos sobre el escenario entra más en la línea de los animadores infantiles de resort vacacional con todo incluido.
Hay quien menciona a Leticia Sabater. Pero sus desayunos con alegría nunca tuvieron tanta cafeína. En la comparación, la intérprete de Trínchame el pavo parece Liv Ullmann en el más circunspecto drama de Bergman.
No hay más que ver el principio. Antes de decir siquiera «buenos días», la conductora empieza a fonar la extraña onomatopeya vigorizante que será el santo y seña de todas sus introducciones. El más aguerrido de los indios cherokee quedaría afónico en el caso de que osara competir.
Pero no son las cuerdas vocales las únicas que se deben demostrar en forma. La actriz acompasa esos grititos con saltos que la elevan varios centímetros por encima del suelo. Para cuando quiere pronunciar su primera frase propiamente dicha, ya anda muy justa de resuello. «¡Qué fuerza! ¡Qué alegría! ¡Qué poderío a lo BNG! ¡Boom!».
Las preguntas al auditorio del Multiusos de Fontes do Sar de Santiago de Compostela siguen la misma lógica que las de Gaby, Fofó y Miliki. Y eso que todavía no ha sido presentada ni la primera oradora, la alcaldesa-anfitriona Goretti Sanmartín. «Nuestra diosa de cabello enroscado».
Los intercambios de miradas entre esta y la candidata parecen decirnos que están intentando recordar de qué asesor fue la brillante idea. Mientras, Campos no abre ninguna vía a la contención. Su línea de actuación no se separa un milímetro del «pa’qué me invitáis si ya sabéis cómo me pongo».
El paroxismo se alcanza cuando toca glosar a la propia Pontón. Para entonces hemos perdido dedos de la mano contando los momentos en los que se alude al momento histórico que están viviendo los presentes. Fuerza, energía, ganas, alegría. La arenga parece terminar con un «Ana Pontón, aplausos» que diríase indicación de escaleta leída en voz alta por error. Pero quedan todavía más saltos y «ou, ou, ou».
El montaje más gracioso de todos los que se han movido estos días es el que realiza un paralelismo entre Beatriz Campos y las más enfáticas entradillas de José Luis Moreno. Es, efectivamente, el mismo modelo de grito. Sólo hay que cambiar por Lola Flores o Paloma San Basilio cualquiera de los nombres introducidos.
Quién nos lo iba a decir. Un encuentro político aparentemente anodino de un partido de ámbito regional ha entregado el ejemplo perfecto de en qué se ha convertido el espacio público en la última década. Un gigantesco parque de bolas en el que el receptor del mensaje jamás verá reconocida la mayoría de edad que le faculta para emitir el voto que le piden. Una gala de Moreno con un Red Bull de más. Una clase de spinning en la que los saltos y los «ou, ou, ou» insuflen el ánimo necesario en el alumno para seguir pedaleando en lugar de maldecir la hora en la que decidió apuntarse.
Uno de los primeros chascarrillos que Beatriz Campos lanza al auditorio es que se acaba de poner mechas porque quiere ser «la Norma Duval del BNG». Ya han empezado a insonorizar el Folies Bergère.