La política lingüística en Cataluña

ABC 16/06/15
MIQUEL PORTA PERALES

· El nacionalismo catalán no acepta la realidad de la Cataluña bilingüe. No acepta que el bilingüismo es un bien que fomentar y no un problema que resolver. No acepta que en las comunidades bilingües no cabe discriminar por razón de lengua y que los ciudadanos tienen derechos lingüísticos que hay que respetar

PARA entender lo que ocurre en Cataluña en materia de lengua, propongo un pequeño diccionario comentado de la teoría y práctica lingüísticas del nacionalismo catalán. Las entradas están alfabéticamente desordenadas –remitiendo cada una a la siguiente– con el propósito de percibir el alcance, unas veces disimulado y otras veces evidente, de dicha política.

Normalización lingüística. Programa de recuperación del catalán en los usos oficiales y sociales, en el sistema educativo y en los medios de comunicación públicos. La normalización lingüística establece que el catalán, como lengua propia de Cataluña, es la lengua de relación preferente del ciudadano con las administraciones catalanas. El incumplimiento de la ley –el uso de una lengua impropia como el castellano– puede ser motivo de sanción.

Denuncia lingüística. La ley catalana establece que «cualquier elemento informativo de carácter fijo deberá estar redactado al menos en catalán». Si ello no ocurre –o si determinado producto no está etiquetado en catalán– se puede denunciar el hecho a la Agencia Catalana de Consumo o a la Oficina de Garantías Lingüísticas. La reclamación puede tener sus consecuencias.

Impuesto lingüístico. El que pueden pagar los comerciantes y empresarios de Cataluña que no rotulan o etiquetan en catalán.

Inmersión lingüística. En el ámbito educativo, la normalización lingüística remite a la inmersión lingüística. Esto es, el modelo del sistema escolar que establece el catalán como lengua vehicular obligatoria y exclusiva de la enseñanza. ¿Objetivo? Introducir al alumno en una segunda lengua que desconoce, o no conoce suficientemente, e impartir la docencia en esa lengua. La sociolingüística señala que hay inmersiones aditivas que buscan el enriquecimiento lingüístico e inmersiones sustractivas que buscan la sustitución de una lengua por otra. La inmersión lingüística en Cataluña –precoz: a los tres años– es de carácter sustractivo o sustitutivo.

Sustitución lingüística. La inmersión sustractiva impuesta en Cataluña se hace en detrimento de la lengua materna de muchos catalanes, generalmente el castellano. La sustitución tiene un carácter sociocultural: se inmerge en la lengua, pero también en la cultura y la historia. La primera lenguacultura adquiere prestigio en detrimento de la segunda. Si tenemos en cuenta que los castellanohablantes en Cataluña suponen más del 50 por ciento, podríamos concluir que a la lengua castellana se la trata como si fuera una lengua extranjera y a los castellanohablantes como si fueran inmigrantes. ¿Las reiteradas resoluciones del Tribunal Constitucional, del Tribunal Supremo y del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña que señalan que el catalán no ha de ser «la única que goce de la condición de lengua vehicular de aprendizaje en la enseñanza» y hablan del catalán y el castellano como lenguas «concurrentes»? Se incumplen sistemáticamente. La idea de comunidad nacional, el peligro de extinción de la lengua catalana y los buenos resultados académicos y sociales de la inmersión lingüística justificarían la tentación monolingüe de un nacionalismo que intenta arrinconar el idioma común y cooficial de los ciudadanos de Cataluña.

La comunidad nacional catalana. Para el nacionalismo catalán, cualquier propuesta de comunidad lingüística en lengua castellana/catalana se considera –además de una agresión contra Cataluña– sinónimo de recentralización, uniformización y desnacionalización catalana. ¿El 25 por ciento de materias –solo el 25 por ciento– en lengua vehicular castellana supone un ataque a Cataluña cuando el castellano es la lengua cooficial y común de los catalanes? Para el nacionalismo catalán la nación catalana tiene una –solo una– lengua propia que otorga una identidad nacional propia y distinta de la española. De ahí que el castellano se considere como una lengua impropia de Cataluña. De ahí la política de normalización e inmersión lingüísticas –también cultural, histórica o geográfica– que subordina el derecho individual a la libre elección de lengua a la catalanización de los jóvenes: «Solo a través de la escolarización podremos realmente catalanizar, hacer miembros de pleno derecho, que tengan sentimiento de pertenencia a nuestro país los hijos de los que han venido de fuera» (Irene Rigau, consejera de enseñanza de la Generalitat de Cataluña, 2011).

El futuro del catalán. La normalización e inmersión lingüísticas como instrumento para evitar la desaparición del catalán, dicen. La sociolingüística desautoriza al nacionalismo apocalíptico, valga la redundancia: las interferencias no son unidireccionales, la transmisión intergeneracional continúa, la base territorial no se reduce, en las zonas urbanas no se produce la sustitución lingüística, las funciones de la lengua no se reducen, no se degrada el estatus de la lengua catalana.

La inmersión es un modelo de éxito académico y cohesión social. Pónganlo ustedes entre paréntesis. En primer lugar, PISA no evalúa en Cataluña el nivel de compresión lectora en castellano. En segundo lugar, en la Evaluación General de Diagnóstico –que valora competencia y no conocimiento– Cataluña está en el número doce del ranking autonómico. En tercer lugar, de dichas pruebas se excluye a los alumnos sin dominio idiomático suficiente. En cuarto lugar, ¿quién puede pensar que en Cataluña –sin inmersión lingüística obligatoria en lengua catalana– la cohesión social peligraría? ¿Acaso en países plurilingües como Finlandia, Suiza, Canadá, Eslovaquia, Canadá o Andorra peligra la cohesión social? En quinto lugar, la cuestión es otra: ¿hay que cumplir la ley y las sentencias? ¿Los padres tienen derecho a elegir la lengua en la que quieren educar a sus hijos? ¿Por qué España ha de ser el único Estado que no puede educar en su lengua común y oficial?

La tentación monolingüe. El nacionalismo catalán es incapaz de resistir la tentación monolingüe. Una tentación que –identificando lealtad lingüística catalana con lealtad nacional catalana– niega la lengua común y la nación españolas para así trazar fronteras identitarias y nacionales. Una tentación que –de la lengua a la economía– limita las oportunidades de trabajo interterritoriales como si de un nuevo proteccionismo arancelario se tratara. El nacionalismo catalán no acepta que el individuo sea responsable de sus decisiones y arguye que la libertad de elección de lengua es un engaño.

Engaño. Sostiene el nacionalismo catalán que el bilingüismo es un engaño, porque todos los ciudadanos conocen el castellano y no ocurre los mismo con el catalán. Si tenemos en cuenta que el 95,2% de los ciudadanos de Cataluña entiende el catalán y el 73,2% lo sabe hablar (fuente: el oficial Instituto de Estadística de Cataluña), ¿dónde está el engaño? En la voluntad y hábitos de un ciudadano que tiene el derecho a utilizar, sin complejos ni imposiciones, la lengua que prefiera. Cosa que, por cierto, ampara la ley.

El nacionalismo catalán no acepta la realidad de la Cataluña bilingüe. No acepta que el bilingüismo es un bien que fomentar y no un problema que resolver. No acepta que el bilingüismo es un patrimonio común que hay que promover. No acepta que en las comunidades bilingües no cabe discriminar por razón de lengua y que los ciudadanos tienen derechos lingüísticos que hay que respetar. Por eso, el nacionalismo catalán frecuenta el esencialismo que excluye el castellano, el monolingüismo que pretende convertir el catalán en la única lengua oficial de facto y de iure, el dirigismo que plantea reeducar a quienes han dimitido de la considerada lengua nacional de Cataluña. ¡Qué paradoja la de quien se ampara en la pluralidad lingüística para imponer el monolingüismo!