La posverdad de Sánchez

EL MUNDO  18/05/17
LUIS MARÍA ANSON

¿POR QUÉ no dice la verdad Pedro Sánchez? ¿Por qué se niega a reconocer la realidad? ¿Por qué se recrea en su posverdad que es la más sinuosa, la más agresiva de las mentiras? La Gestora del PSOE votó abstención en la segunda vuelta de la investidura de Mariano Rajoy el pasado mes de octubre porque las encuestas eran rotundas en su predicción sobre las eventuales elecciones anticipadas a diciembre de 2016. El Partido Socialista hubiera retrocedido aún más y Podemos se habría convertido en cabeza de la oposición tras un sorpasso espectacular.

Además del servicio a España, facilitando la gobernabilidad perdida, ese es el motivo de la abstención del PSOE. No se trataba de favorecer a Mariano Rajoy; se trataba, tras servir a España, de salvar al Partido Socialista de la catástrofe. La impericia de Pedro Sánchez, la torpeza en su actuación pública, la desmedida soberbia que le caracteriza, cosecharon para el centenario partido que engrandeció Felipe González los dos peores resultados en democracia. El entonces secretario general engañó además a compañeros cualificados, entre otros al propio González, que denunció públicamente la mentira y, según aseguran algunos, maduró la sabia operación política que concluyó con el escabeche público de Pedro Sánchez.

Esa es la verdad, la pura verdad, la dura verdad. Pero las redes sociales y algunos medios audiovisuales son capaces de disolver la evidencia e imponer la posverdad en la que se recrea ahora el señor Sánchez sabiendo que miente a conciencia. Y lo ha hecho tan bien, favorecido por las indecisiones, los aplazamientos y las incertidumbres de Susana Díaz, que nadie descarta su victoria en las primarias del domingo. No es probable que eso suceda pero cada día que pasa es más posible.

La otra posverdad en la que se parapeta Pedro Sánchez emponzoña a Pablo Iglesias. Según el dirigente socialista, Podemos prefirió apoyar la continuidad de Rajoy a votar por a Sánchez para la presidencia del Gobierno. Y no es verdad. Pablo Iglesias creyó que en las elecciones de junio del año pasado sorpassaría al PSOE, conforme a lo que apuntaban los sondeos, jugó el órdago y se equivocó. No trató para nada de favorecer a Rajoy. Por mucho que la posverdad engañe a la opinión pública, la verdad es la que es.

Y bien. Quedan tres días para que unas decenas de miles de militantes socialistas decidan algo más que el destino del PSOE, porque de vencer Pedro Sánchez la incidencia en la política general de España, también en la de Europa, parece clara y es preocupante ya que el dirigente socialista, con tal de encaramarse en la silla curul de Moncloa, está dispuesto a aceptar el abrazo del oso podemita. Por lo pronto, Mariano Rajoy, si no quiere verse envuelto en una moción de censura que podría triunfar, estará obligado a convocar elecciones generales anticipadas. Las ganaría holgadamente. Y además, con los escaños de Ciudadanos, orquestaría tal vez una mayoría absoluta incuestionable. Eso sí, la alternativa democrática ya no sería un partido constitucionalista sino, con harta probabilidad, un frente antisistema capaz de fracturar el espíritu de la Transición.