TONIA ETXARRI-EL CORREO

En el choque entre Pablo Iglesias y la parte socialista del Gobierno la procesión no va, precisamente, por dentro. El vicepresidente segundo ha estado ‘missing’ desde el 18 de diciembre hasta el 12 de enero. Se tomó unas vacaciones en toda regla. Pero es su forma de reaccionar en cuanto aparecen los problemas de gestión. Entre la pandemia, la crisis de las vacunas, el colapso en medio país por culpa de los estragos de ‘Filomena’ y el incremento de la tarifa eléctrica no se le había visto. Porque Iglesias, desde que gobierna, huye de los reproches. No ha aparecido durante todo este tiempo ni en la calle ni en hospitales o residencias. Eso lo dejó para dirigentes locales como el alcalde de Madrid. O para presidentes autonómicos como Urkullu, que pasó sus apuros en una visita hospitalaria porque ahí estaban esperándole precisamente los amigos sindicados de Iglesias para recibirle con gritos.

Lo suyo es más la intriga palaciega. La batalla ideológica. Por eso se ha desentendido de los problemas dejando al Partido Socialista al pie del desgaste gubernamental. Para buscar perfil propio que compense la pérdida de apoyo que le van marcando las encuestas. No vaya a ser que Podemos salga trasquilado de la crisis de Gobierno que está preparando Pedro Sánchez.

No apoyará al Ejecutivo (del que forma parte) si la reforma de las pensiones eleva a 35 años la base de cálculo. Ese es su ultimátum. Si no hay un acuerdo entre los ministros se produciría una situación de desmarque sin precedentes a la que Iglesias piensa arrastrar a sus aliados, Bildu y ERC.

Pero el aumento de la tarifa eléctrica ha desempolvado el archivo de Podemos cuando era oposición. Después de haber sido objeto de burla en las redes que le recordaban sus declaraciones contra las eléctricas, ha roto su silencio para desviar toda la responsabilidad del IVA sin rebaja hacia los socialistas. Pero la procesión de Iglesias sacó a relucir ayer sus mejores garras cuando la Mesa del Congreso rechazó investigar al rey Juan Carlos por el uso de las tarjetas ‘black’. El PSOE hizo caso omiso a Podemos y sus ocho aliados. Y a los letrados. Y votó junto a PP y Vox. La ministra Robles acusó a los podemitas de «estar cuestionando las instituciones» y la parlamentaria Belarra se rasgó las vestiduras porque el PSOE se había alineado «con la derecha y los ultras».

Una vez aprobados los Presupuestos, habrá más desencuentros. Los ministros del PSOE inauguraron ayer un foro económico con más de doscientos inversores internacionales. Podemos no fue invitado. Los dos socios de La Moncloa podrán coincidir en intentar controlar el Poder Judicial. Pero, a la hora de hablar de economía en tiempos de crisis, la compañía de Pablo Iglesias no genera confianza.

En Euskadi es otra cosa. Sobre todo porque, desde la oposición, la formación de Miren Gorrotxategi se mueve en clave de colaboración con el Gobierno del PNV-PSE. Para los Presupuestos que, dada la situación pandémica, no admite propuestas revolucionarias, como advirtió el consejero Azpiazu.