JUAN CARLOS VILORIA-EL CORREO

  • Las elecciones clarificarán si los catalanes vuelven los ojos a fuerzas más pragmáticas

Las elecciones del 14 de febrero en Cataluña (si la Covid no lo impide) han desatado una diversidad de estrategias y pequeñas batallas siempre bajo la sombra de la gran confrontación entre independentistas y constitucionalistas. Es llamativa la arriesgada apuesta del PP con los fichajes de dos candidatas procedentes de Ciudadanos y del mundo convergente. Lorena Roldán, exportavoz de Ciudadanos en el Parlamento de Cataluña, ocupará el número dos y Eva Parera, procedente primero de la Unió de Durán Lleida y luego incorporada a las siglas de Manuel Valls, irá en tercer lugar de la lista que encabeza Alejandro Fernández. Queda lejos el cartel de Cayetana Álvarez de Toledo con su discurso nacional y liberal sin complejos. O el de Xavier García Albiol frontalmente antinacionalista. El giro se ha operado en muy pocos meses a medida que las encuestas indicaban una desbandada del voto que hizo ganar a Inés Arrimadas y Albert Rivera los últimos comicios. La posibilidad de captar una buena porción de los votos del centro-liberal va a mover de su espacio tradicional al PP con resultados imprevisibles. Aunque tampoco tiene mucho que perder a la vista de su evolución menguante y de la competencia feroz en el espacio de la derecha constitucionalista que le presenta Vox.

Esa competencia que puede restarle parte de su clientela también colabora a difuminar su imagen de partido asociado a la intransigencia española. Esa caricatura jaleada activamente por el mundo soberanista le había privado de un considerable apoyo social y electoral llevándole casi a la marginalidad en Cataluña. Pero ahora la imagen de la intransigencia y la radicalidad se han desplazado también al mundo soberanista, donde tanto Quim Torra con sus modos atrabiliarios como Carles Puigdemont con su autoexilio melodramático pueden desalentar a los votantes catalanistas pero ‘de orden’.

Ciudadanos lleva a las elecciones el lastre de haber sido una opción moderna que se quedó en la orilla cuando le faltó osadía para asaltar el cielo de la Generalitat. Será difícil que en la campaña logre desprenderse de ese borrón de partido guay, pero poco útil. El frenazo del impulso independentista y el distanciamiento de los dos grandes referentes Puigdemont y Junqueras es un mensaje negativo para el mundo soberanista. El hecho de apostar por diferentes caminos para lograr el ansiado referéndum probablemente debilitará a unos y otros. Las elecciones clarificarán si el electorado de Cataluña después del fracaso del ‘procés’ ha aprendido la lección. Si dejará de apostar por opciones emocionalmente atractivas pero falsas e inútiles. Y volverá sus ojos a fuerzas más pragmáticas.