La radicalidad se instala en Baleares

ABC 15/08/16
EDITORIAL

· Podemos ha alejado del centro político al PSOE, que gobierna en Baleares con un extremismo dogmático y un radicalismo que más temprano que tarde le pasará factura

AUNQUE no es nuevo que la izquierda intente en Baleares proyectos de gobierno multipartitos (al son del famoso «todos contra el PP»), el que desde hace catorce meses ejerce el poder ejecutivo en esa comunidad insular, liderado por la socialista Francina Armengol, supera en radicalidad a los puestos en marcha por Francecs Antich (1999-2003 y 2007-2011). La presencia de los econacionalistas de MÉS y los populistas de Podemos esta siendo determinante en la evaporación de la relativa moderación de aquellos gobiernos socialistas, donde finalmente prevalecía un sentido de mesura en las líneas generales políticas del gabinete. La gestión era deficiente, como demuestra que ninguno de ellos superase los cuatro años y los ciudadanos otorgasen al PP mayoría absoluta, pero al menos se respetaban ejes de centralidad inmunes al sectarismo. Con Armengol, en cambio, se apuesta por abrir brechas y crear polémicas y problemas donde no los había, una especialidad de los equipos de gobierno ineficaces. La lista es amplia: intención de prohibir los toros, algunos recientes cambios legislativos en materia medioambiental, el propósito de limitar las horas lectivas de los profesores de Religión, la petición de que el nombre oficial de los tres aeropuertos isleños sea en catalán, los recelos cada vez mayores ante el incremento de la afluencia de turistas –primera industria de las islas– o el enfrentamiento con la Iglesia a causa de los bienes inmatriculados. No falta ni uno de los rancios tópicos y fetiches de la izquierda radical que –no solo en Baleares sino en todos los lugares donde gobiernan este tipo de experimentos «anti»–, se entretiene en estos asuntos a falta de gestionar con eficacia el interés general de los ciudadanos. El error de aquellos pactos con los populismos (el llamado «legado Sánchez») tiene mucho que ver con el retroceso general de la marca socialista en la que los españoles cada vez confían menos, como vemos elección tras elección. No aprenden los socialistas de sus errores, más aún parece como si hicieran un esfuerzo por reafirmarlos. A estas alturas, y ya media más de un año desde esos acuerdos con los populistas, el partido de Ferraz no ha sacado rédito alguno, más aún cuando los necesitó para que apoyaran a Pedro Sánchez en la investidura, los podemitas le recordaron lo de la cal viva.

El PSOE es hoy por hoy preso de esos pactos con el populismo que le auparon al poder en algunas comunidades y que a los conmilitones de Iglesias les procuraron gobiernos municipales. En vez de apaciguar a los populistas, son los socialistas los que, en algunas regiones, han ido radicalizándose para competir electoralmente con sus socios. Pero cuanto más aleje del centro, más difícil les será llegar otra vez al gobierno de España.