La realidad desobediente

Ignacio Camacho-ABC

  • Cuando la propaganda se estrella contra la realidad, los propagandistas arguyen que la realidad se ha equivocado

En demostración palmaria de que las cosas no cambian porque cambie el año, la transmisión del Covid va deprisa y la vacunación va despacio. Pero cuando la propaganda se estrella contra la realidad, los propagandistas arguyen que la realidad se ha equivocado. Siempre hay un culpable: Europa, que no distribuye suficientes dosis por imprevisión logística o por errores de cálculo, o las autonomías del PP -mayormente Madrid- que provocan adrede el atasco para favorecer al sector privado. El Gobierno de la pegatina gigante trazó correctamente el calendario y si no se puede cumplir es porque los demás no hacen bien su trabajo. La cogobernanza es el argumento perfecto del que echar mano en cuanto surge un fiasco, un contratiempo o

un retraso que no habían evaluado los artistas del ditirambo. No conviene dejar que los hechos, como rezaba el viejo adagio del periodismo amarillo, estropeen un reportaje… o un truco publicitario. Y menos aún que interfieran la campaña del flamante ministro-candidato, el mago de las estadísticas funerarias, el taumaturgo que camina incólume sobre las aguas turbulentas del caos sanitario para desembarcar en Cataluña con la vacuna bajo el brazo, en la boca una palinodia -«todos somos culpables»- y en la cartera un pacto y una promesa de indulto a los separatistas encarcelados.

Las almas de cántaro de la oposición, ingenuas, piden a Illa que dimita y deje sitio a un sustituto capaz de ocuparse del Ministerio a jornada completa. Como si en algún momento hubiese tenido alguna clase de competencia -en el doble sentido de facultad administrativa y de destreza técnica- sobre el control de la pandemia. Con su gesto de agobio y su cara circunspecta no era más que el figurón que daba el contrapunto de cautela a la facundia de Simón el Falsario en las ruedas de prensa. Nunca ha pintado nada ni su jefe quería que lo hiciera; las órdenes, que consistían básicamente en desviar responsabilidades, las daba y las seguirá dando el Gabinete de la Presidencia. No vio venir la primera ola, lo arrolló la segunda y debe de estar ansioso por escapar de la tercera. Pero otro u otra vendrá que bueno lo hará; hay que hacerle sitio en el Ejecutivo a Iceta y como cazatalentos Sánchez tiene una trayectoria bastante excéntrica. Una vez que ha decidido que el virus ya no representa un problema, le puede valer cualquiera.

Acaso aguante a Illa hasta saber si las elecciones catalanas sufren un aplazamiento. Con él o sin él, el objetivo primordial reside ahora en hallar responsables subalternos sobre cuyas espaldas trepar la cuesta de enero. Chivos expiatorios a los que cargar el enésimo tropiezo de las expectativas. Y sobre todo consignas, pretextos, coartadas para que la desobediente evidencia no deje al descubierto el cartón de una política de botafumeiro cuyos efluvios se disipan en el yermo de una desoladora ausencia de éxitos.